Tiger Woods: de aquel niño prodigio en la TV a este campeón sin límites para soñar
Se abrió el telón y apareció Tiger Woods con apenas 2 años de vida, con una gorra y una bolsa de palos, dando pasitos apurados en el set de televisión de The Mike Douglas Show. Aquel niño de mirada pícara iba acompañado de su padre, Earl, y allí también estaban los actores Bob Hope y Jimmy Stewart, sorprendidos con su precoz talento. Desde aquel 6 de octubre de 1978, cuando fue presentado en los Estados Unidos como un prodigio en el golf, siempre estuvo en el foco de atención, tentando con la fama.
¿Cómo soportar toda una vida en el candelero? El californiano vivió todos los estados posibles: la gloria deportiva y el escarnio público por sus escándalos sexuales; la lluvia de millones de dólares en ganancias y la profunda depresión debido a sus achaques físicos. Un increíble subibaja que hoy, a los 43 años, lo devuelve a sus mejores momentos: la conquista del Masters, el 15º Major de su carrera, es la muestra más cabal de su amor propio y de sus fuerzas para querer volver a ser, tras once años de sequía en títulos de Grand Slam.
El mensaje que dejó este domingo es claro: no descansará en sus viejos lauros e irá a la caza suprema del más ganador de la historia en el golf, Jack Nicklaus, dueño de 18 grandes. En su lento y paulatino regreso a la cumbre, Tiger está decidido a cubrirse de más honores y figurar en lo más alto en los libros. Pero sus hazañas ya exceden hace rato este deporte: es uno de los atletas más influyentes de todos los tiempos por su jerarquía, su temple, su estirpe de campeón y esa comprobada capacidad para salir desde el pozo más profundo, tanto anímico como físico y deportivo. Este hito entre magnolias y azaleas no hace más que agigantar su legado; le inyecta una nueva energía a una disciplina que él mismo se encargó de cambiar y de quitarle el polvo a viejo gracias a sus innumerables aportes en la cancha.
"Me calza bien", dijo el astro, cuando el defensor del título Patrick Reed le colocó el saco verde, el quinto de su historial luego de sus victorias en 1997, 2001, 2002 y 2005. Poco antes de ese ritual tan especial del Masters, la leyenda había movido los cimientos de ese mágico manto verde en el estado de Georgia: como en una cancha de fútbol y fuera del moderado comportamiento habitual en el primer Major del año, la gente empezó a corear: "¡Tiger! ¡Tiger! ¡Tiger!"; un grito eufórico que revelaba adoración y les hacía explotar los corazones. Imposible no emocionarse para cualquier seguidor, incluso a miles de kilómetros de distancia y desde la pantalla de TV. Finalmente, aquel inalterable rictus robótico que el ex Nº 1 había exhibido desde el jueves, al compás de sus espectaculares tiros, se fue descomponiendo en medio de ovaciones y al grito de "¡Tiger, te queremos!".
Los abrazos para su hijo Charlie Axel y su hija Sam Alexis, así como para su madre Kultida y su novia, Erica Herman, fueron un rescate emotivo que empalma con un momento similar 22 años atrás, cuando Woods abrazó a su padre y a su madre después de dejar el green del 18, que significó su primera chaqueta verde. "Fue un gran abrazo aquel con mis hijos allí. Se completó el círculo", comentó Tiger, que rememoró: "Mi papá estuvo aquí en el '97, ahora soy el papá que lo comparte con mis hijos. Estoy sin palabras. Ver cómo su padre ganó un gran campeonato espero que sea algo que nunca olviden".
Seguramente haya sido el éxito más esperado por las tribunas en los tiempos modernos del golf. Cuando el ídolo parecía caído y definitivamente sin ritmo de competencia, resurgió al imponerse el año pasado en The Tour Championship –última escala de la FedEx Cup-. Pero ahora retomó su envión en los Majors al ganar el Masters con un total de 275 golpes (-13), luego de una última vuelta de 70 (-2) y con un impacto de ventaja sobre Dustin Johnson, Xander Schauffele y Brooks Koepka. Una gesta que ya hace un año podía vislumbrarse, pero había que verla plasmada en la realidad, atenta a las enormes figuras que semana a semana brillan en el PGA Tour.
Este presente se entiende solo por su calidad innata y su encomiable deseo de superación. Si no, no se explica cómo fue capaz de resucitar deportivamente tras un calvario de lesiones que incluyeron ocho operaciones, cuatro de espalda y cuatro de rodilla. En 2009, luego de un accidente con su auto el día de Acción de Gracias, se destaparon sus affaires sexuales que lo obligaron a pedir disculpas públicas y derivaron en la ruptura millonaria de un matrimonio que parecía idílico con la sueca Elin Nordegren. Semejante golpe, que también despertó la crítica de muchos de sus colegas, también lo pudo haber corrido de los primeros planos. Su imagen volvió a desdibujarse en mayo de 2017, cuando fue arrestado y su rostro barbudo y de mirada perdida quedaron retratados en los archivos policiales. Bajo la sospecha de conducir bajo la influencia de sustancias químicas, luego se comprobó que había ingerido cinco fármacos para combatir los dolores en la espalda y el insomnio.
Sucedía que por entonces, Tiger entablaba una dura lucha para recuperarse físicamente. Pero justamente allí, luego de su detención en Jupiter, Florida, fue cuando comenzó su renacimiento. Hasta entonces, su continuidad en el golf estaba seriamente en peligro. "No podía levantar un palo de golf; la vida me dio una segunda oportunidad", confesaba antes del Masters 2018. Y agregaba: "Antes de la última cirugía tuve que ser ayudado durante seis meses para levantarme de la cama. Y hubo días que incluso aunque me ayudaran, no podía pararme. Me quedaba tirado en el piso o en la cama. Fue la parte más dura que me haya tocado vivir". En la Cena de Campeones del Masters 2017, mientras una pierna y la espalda le quemaban por dentro, le confiaba a Nick Faldo que probablemente no volvería jugar.
Es el título 81º de Woods y quedó a uno de Sam Snead, el máximo ganador en el PGA Tour. Tiger ganó 15 majors, 18 World Golf Championships, dos The Players y dos títulos de la FedEx Cup
Aunque su paciente tratamiento clínico y su silenciosa tarea de reconstrucción del swing, de la mano de varios instructores, dieron sus frutos. Con la ayuda de aquellos medicamentos, más sesiones físicas programadas –rutinas que nunca le costaron debido a la disciplina militar heredada de su padre, ex combatiente de Vietnam- empezó a creer nuevamente en sus posibilidades. Además fue clave un nuevo abordaje mental hacia el golf. Es decir: se dio la chance de empezar a disfrutar del golf sin por ello dejar de lado esa actitud voraz para atrapar la presa, como había hecho para llevarse 14 majors. Un nuevo equilibrio que lo ayudó, por ejemplo, a conectar más francamente con el público y a entender mejor su rol dentro de este deporte. Por fin, supo cómo brindarse en su papel de ídolo, lo que muy bien logra Roger Federer en el tenis.
Back in green.#themasterspic.twitter.com/n2LfjOtjfQ&— Masters Tournament (@TheMasters) 14 de abril de 2019
Su colega del PGA Tour Brand Snedeker dio en la tecla: "Hubo un tiempo en que él estaba tan focalizado en ganar todo lo que tenía enfrente que se perdió de entablar muchas relaciones. Es un modo de vincularse que recuperó últimamente". En el Masters que acaba de ganar conjugaron de la mejor manera el Tiger-persona y el Tiger golfista para reavivar su llama de campeón. Queda una última pregunta: ¿hasta dónde llegará con semejante impulso?
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