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BALTIMORE (Especial).- No habrá triple coronado este año en la hípica norteamericana, pero sí una historia para contar una y mil veces.
Será la de un milagro; la de un caballo que virtualmente resucitó para ganar el Preakness Stakes cuando algunos cientos de metros antes del disco su carrera parecía muerta, fulminada por un golpe descalificador que recibió por parte de otro participante.
Afleet Alex ganó como nunca antes se había visto hacerlo a un caballo. La colisión con Scrappy T, uno de los menos apostados del Preakness, le hizo perder el equilibrio. Su rodilla rozó la tierra. La caída era poco menos que inevitable. Cualquier otro caballo en su situación se hubiera desparramado por el piso. No con Afleet Alex, cuyo instinto de conservación lo levantó del suelo. ¿O habrá sido su ángel de la guarda?
El potrillo que había sido tercero en el Derby, y al cual su entrenador, Timothy F. Ritchey, suele ejercitar hasta dos veces por día, salió del trance con más furia y se lanzó a fondo para triunfar por algo más de cuatro cuerpos sobre Scrappy T, justamente el rival que casi lo manda a la lona.
"Tuve miedo; sólo atiné a tomarme fuerte de sus crines, pero cuando ya veía el suelo por intermedio de las orejas del caballo, Afleet Alex se levantó y siguió corriendo", admitió luego Jeremy Rose, que ganó su primer Preakness.
"Jeremy tiene absoluta confianza en Afleet Alex. El piensa que -como Superman- el caballo viene del planeta Kripton. El es un Superhorse. Lo que hizo sólo lo hacen los grandes campeones", apuntó Ritchey, que no habría podido conseguir mejor regalo de cumpleaños que un triunfo en la segunda instancia de la Triple Corona.
Si Afleet Alex rodaba, los comisarios del hipódromo muy probablemente hubieran descalificado a Scrappy T, con lo que Giacomo, ganador del Derby de Kentucky y tercero en la carrera de anteayer, hubiera pasado al primer puesto, con lo que habría quedado a tiro de obtener la Triple Corona.
El nombre de Afleet Alex es en honor de Alex Scott, una niña de ocho años que en agosto del año pasado murió de cáncer. Pese a su mal, la pequeña tuvo el temple necesario para comenzar a vender limonada en las calles y donar, aunque fueran monedas, a una institución relacionada con el cáncer pediátrico.
"Fue como si alguien nos sujetara para que no cayéramos", dijo el jockey Jeremmy Rose. Quizá se refería al ángel de Alex.

