

Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.

Como si de pronto el dedo de Dios hubiera tocado a la actividad hípica argentina, como si los milagros se consiguieran en tiendas de saldos y ofertas, el balance del año turfístico arrojó más hechos positivos que de los otros a la hora de hacer las cuentas.
Claro, se dirá que sobran los dedos de una mano para narrarlos, pero es cosa Divina que en un 2002, donde todo amenazó con irse por las alcantarillas, el turf, que hace tiempo parecía vivir en los caños, luchó contra la corriente, reflotó y sacó la cabeza hacia la superficie.
Así, los ciudadanos-burreros de un país empobrecido, donde poco subió como el índice de ocupación de los cartoneros, disfrutaron en los hipódromos de caballos dignos de pertenecer a hípicas ricachonas; con algunos exponentes, incluso, que en Europa no se consiguen, como decía una publicidad de los años 70.
Días felices estos que se agotan, donde Miss Terrible, la potranca, ganó siete grandes premios en línea y le valió un récord mundial en la materia. A ella y por extensión al turf criollo, generador de talentos y granero hípico del planeta.
Fue -es aún, por cierto-, la temporada donde Freddy, un potrillo prepotente, triunfó en el Nacional y el Carlos Pellegrini; Peasant se llevó el 66,66 % de la Triple Corona; Candy Ride sacó patente de caballo nuclear, y, puertas afuera, Sei Mi fue segundo en la millonaria Dubai World Cup, allá, en el calor del desierto de Dubai, donde ganar implica obtener en premios casi un pozo de petróleo.
Para la industria y económicamente hablando, 2002 resultó tan negro como el crudo, aunque en números constantes las apuestas hayan crecido respecto de 2001 cuando todo cotizaba bajo el paraguas de la paridad cambiaria.
Incluso, allá por agosto, el turf invernó una semana -ergo, perdió plata, patacones y/o lecops- por un paro forzado o forzoso donde muchos pensaron que otra vez se ponía el carro delante del caballo.
Días de gozo en los que Jorge Valdivieso llegaba a las 4000 victorias, Pedro Robles vivía una historia de milagros en el Pellegrini, ganando la carrera predestinada a tener perdida; Pablo Falero monopolizaba los triunfos y podía vencer hasta en siete carreras por fecha y, a la distancia, Horacio Karamanos conquistaba un lugar entre los jockeys del país del Norte.
También fue el tiempo en que Palermo, sin hacer ola, logró para sí las tragamonedas - tabla de su salvación les dicen-, y sin ser santo remedio el Estado bonaerense creó un subsidio para el turf. Turf dedicado a prender velas y cruzar los dedos para conservarlo más allá del próximo cambio de gobierno.
Además, y más vale tarde que nunca, alguien se iluminó y asoció a las carreras un espectáculo extrahípico, como el de Soledad el día del Nacional, para que en las tribunas, como en los viejos tiempos, el público no dejara baldosa vacía.
Mal que le pese a 2002, el turf argentino no se extinguió. Sobrevivió, vivió, llegó a la semana 53 para hacer su balance y está aquí para contarlo. Y eso, no es poco.

