Un batacazo que sueña se repita en Toronto
Ezequiel Daponte se entusiasma con la chance de representar al país en los Panamericanos, basado sobre su sorprendente conquista del Nacional
Los Redonditos de Ricota y Bersuit Vergarabat son los grupos de música favoritos de Ezequiel Daponte, el campeón nacional de saltos hípicos. Pero su personalidad se identifica mucho con una parte de una famosa letra de Andrés Calamaro: "No importa el problema". Aunque al jinete de 35 años sí le importa la solución...
Y para conseguirla no se inmuta. Transmite una calma inalterable, innata, que le vino muy bien en diciembre, durante el Campeonato Nacional, para transformar su sexta posición del último día en la conquista máxima de la equitación argentina. Un rasgo que necesitará para desandar el proceso hacia una competencia muy importante para este deporte: los Juegos Panamericanos. No es fácil integrar el seleccionado, pero Daponte ya lo ha hecho y quiere volver a tener esa enorgullecedora sensación que vivió hace dos años en el concurso internacional de Porto Alegre, Brasil, donde el conjunto albiceleste obtuvo la medalla de bronce contra rivales fuertes, como Estados Unidos, Canadá, el anfitrión y Venezuela.
"No vale la pena ponerse nervioso: los problemas que se puede resolver, se arreglan; los que no tienen solución, quedarán irresueltos", sostiene con convicción. Lógicamente, una de las personas a las que más admira fue Ghandi, "un ser excepcional".
Esa enorme calma, no obstante, no lo convierte en un tipo insensible ni impertérrito ante cualquier circunstancia. El campeón admite que sintió algo de presión cuando afrontó el Nacional con JR Cash porque es cría de su familia, toda una responsabilidad en la hípica. Silla argentino, hijo de L. V. Chester Z y de Ikurriña Timbera, el padrillo nació en el haras de los Daponte en Mercedes e hizo toda su trayectoria con Ezequiel. "Después de que el domador lo entregara, lo entrené desde sus comienzos hasta que llegó a las exigencias máximas", cuenta. Genética no le faltaba: diez años antes, L. V. Chester Z había ganado el Nacional, al mando de su dueño, Luis Magnasco.
Pero a JR Cash le tocó una situación difícil antes de ese concurso. Venía de sufrir una lesión que lo había dejado fuera de las pistas, y tras varias consultas, Daponte decidió llevar al caballo a una clínica de Bélgica que contaba con equipos especializados no disponibles en la Argentina. Luego de un tratamiento y un mes de descanso, el padrillo "llegó a ponerse a punto justo a tiempo para el Nacional", se alivia el jinete que siempre preparó sus propios caballos, pues un ejemplar experimentado es muy costoso. Y por eso, también, el valor multiplicado de ser campeón argentino en su deporte, con el agregado del batacazo por la arremetida y frente a María Victoria Chiappero, Luis Biraben y el gran Martín Mallo, que buscaba su octavo título nacional. "Nunca pensé que iban a derribar dos vallas", recuerda Daponte cómo estaba antes de su victoria inimaginable con una actuación precisa e impecable.
Ezequiel empezó a montar ponies a los cinco años, mientras acompañaba a su padre, Julio, que tomaba clases en la Escuela Municipal de Equitación. Cuatro años más tarde el niño ya competía. Sus primeros instructores fueron Domingo Segala y Eduardo Aguirre del Castillo. Desde los 13 hasta los 18, tuvo por coach a Andrés Baxter, que aún hoy es fuente de consulta para él, y profesor de Ligia, la mujer de Ezequiel, que actúa entre amazonas y amateurs.
El nuevo campeón se dedica a tiempo completo a su profesión: monta ocho caballos por día y da clases. Sin embargo, tiene por prioridad a su familia. La mezcla ideal sería que su hija, Carola, de tres años, terminara siendo amazona. "Me encantaría", se esperanza quien ya va encauzándola: cuando ella tenía un año le regaló un pony, Marcelito.
Si no fuera jinete, Daponte sería músico. Toca el piano y la batería e integró las bandas Rey Zapallo y Lo Que Hay, ésta con los hípicos Felipe Magnasco, Emmanuel Portela y Alvaro Albarracín. Pero ya eligió montar competir. Y su próxima meta es Toronto 2015. La toma, claro, con mucha tranquilidad. Pero también con el entusiasmo que le da su gran logro de 2014.
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