Recomendaciones prácticas para pasar de vender terneros flacos al destete a cargar novillos de 430 kilos para consumo a los 18 meses
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Bernardo Salvador Lafuente es un criador tradicional con 410 hectáreas en la cuenca del Salado, mitad bajo y mitad media loma. A los 63 años, desarrolla un planteo de producción de terneros sobre campo natural degradado por muchos años de sobrepastoreo. El predio lo heredó de su padre y mantiene un sistema productivo con pocas modificaciones respecto de lo que aprendió de chico.
Con suelos arcillosos compactados, la producción de pasto depende muchísimo de la evolución de las lluvias. Por la misma causa, la carga animal es muy baja (0,5-0,6 vacas por hectárea), lo mismo que la producción de carne, que no llega a 80 kilos por hectárea.
Su resultado económico guarda estrecha relación con la productividad obtenida: “En años de buenas lluvias pudo sacar un ingreso suficiente para hacer frente a los gastos de vida, pagar sueldos y hacer alguna mejora; en años malos ni para eso alcanza la venta de terneros”, resume Lafuente.
El productor podría cambiar drásticamente su situación aplicando las tecnologías probadas que están disponibles y que los técnicos aconsejan para esas situaciones. Son de costo razonable y de instrumentación sencilla.
Bases del planteo: forrajes, genética y sanidad
Jerónimo Gau es un médico veterinario que vive en General Lamadrid y asesora muchas empresas del sudoeste, sudeste y oeste bonaerense. En los campos con aptitud mixta como el de Lafuente desarrolla planteos de ciclo completo (cría, recría y engorde), que permiten producir novillos de 430-440 kilos antes del segundo invierno y entorar las vaquillonas a los 15 meses, en vez de mantener el esquema tradicional exclusivo de cría.
Los planteos empleados son muy sencillos y se basan en la alimentación pastoril de los animales, con participación de la suplementación con grano solo en situaciones extremas. Son sistemas simples de instrumentar, que Gau aplica en muchas empresas de General Lamadrid, Laprida, Olavarría, Daireaux, Coronel Pringles, etc.
Una de las vigas maestras del sistema recomendado por el profesional es la generación de una base forrajera estable y de calidad, que reemplace la producción estacional y con grandes altibajos de los campos naturales de las zonas deprimidas de la provincia de Buenos Aires. Así, en los sectores de loma de cada campo Gau aconseja desarrollar una rotación de cuatro años de cultivos agrícolas (algunos con destino ganadero) y cuatro años de pasturas cultivadas, con base de alfalfa, pasto ovillo, festuca y trébol blanco. También juegan un rol importante los verdeos de invierno, representados principalmente por avena, raigrás, triticale, etc.
Al momento del destete febrero-marzo los terneros van por unas semanas a las pasturas, para luego pasar a los verdeos de invierno, donde pastorean hasta septiembre, con una carga de dos terneros por hectárea y una ganancia diaria de 600 gramos por día. Luego pasan a las pasturas cultivadas hasta la terminación, donde pueden ganar alrededor de 1 kilo por día.
“Si los terneros se destetan con 200 kilos en febrero-marzo, las hembras pueden llegar con 270-280 kilos a la época del primer servicio, del 15 de octubre como promedio”, dice.
Los machos siguen pastoreando las praderas y comienzan a salir con peso de faena a fin de año y en los dos-tres meses siguientes se carga el resto.
El pastoreo de praderas tiene lugar con una carga del orden de 900 kilos por hectárea representados, por ejemplo, por tres novillitos de 300 kilos. Los animales están aproximadamente una semana en cada lote y desfloran la pastura para poder alcanzar el aumento diario de un kilo por día. En épocas de empaste se utilizan bolos ruminales, tensioactivos en las alfalfas y en el agua de los bebederos.
La genética de calidad es otra de las vigas maestras de los planteos de Gau. “El uso de reproductores con datos probados asegura buen desarrollo óseo y muscular en los machos, sin deposición temprana de grasa, y permite ofrecer el novillito liviano bien terminado que demanda el mercado”, asegura.
La buena genética también favorece la precocidad de las hembras, una característica que se puede adelantar con DEP de circunferencia escrotal del toro y de preñez de las hijas. Es decir, “hay que usar toros o semen de animales probados y no solo de buena conformación; el aspecto visual no dice nada de su potencial performance; contar con información permite llegar al animal más conveniente para nuestro rodeo”, sintetiza el experto.
Por su parte, Santiago Debernardi, gerente comercial de Select-Debernardi, entiende que la genética adecuada para las vacas de áreas deprimidas de la provincia de Buenos Aires es la que permite producir un ternero cada 12 meses sobrellevando los años malos. “Son preferibles hembras de tamaño intermedio y con bajos requerimientos metabólicos, que se puedan cubrir con la oferta forrajera de esos campos”, aconseja.
También es importante que los vientres tengan una producción lechera intermedia, no máxima, lo que elevaría demasiado sus requerimientos, y utilizar toros o semen proveniente de vacas que fueron seleccionadas por fertilidad (vaca que no se preña en la temporada de servicio se elimina), y por precocidad sexual de las vaquillonas (que permita su servicio a los 15-20 meses y que no se demore hasta los dos años).
Las vacas pasan gran parte del año en los bajos naturales sin acceder a pasturas cultivadas. Su alimentación se complementa con sorgo para pastoreo directo en verano o diferido para antes del parto. El objetivo de su inclusión es liberar el campo natural y favorecer su rebrote. En invierno, los vientres también son suplementados con rollos confeccionados con el excedente de pasturas.
El manejo sanitario estricto en los campos que gerenciados por Gau es la tercera viga maestra. Las vacas reciben las vacunas reproductivas, contra aftosa y carbunclo, y dos o tres aplicaciones de cobre. En el preparto también son vacunadas contra diarrea neonatal.
Los terneros son vacunados contra neumonía y clostridiales al pie de la madre, con tres dosis de cada una antes del destete. Previo de la separación, también reciben una aplicación de cobre y son desparasitados. Se cargan con 430-440 kilos a los 18 meses.
La genética que permite esta performance es de buen ritmo de crecimiento, pero tampoco máximo. “Hay que ver la velocidad con que las hembras y los machos llegan al peso adulto con un tamaño moderado. Hay líneas de vientres que alcanzan los 500 kilos a los 24 meses y otras que requieren 36 meses; lo mismo pasa con los novillos, que se pueden cargar con 15-20 meses en vez de tenerlos durante 36 meses en el campo”, diferencia Debernardi. Es decir, son convenientes líneas de crecimiento acelerado, pero que den un tamaño final intermedio, aspectos que se pueden manejar con los DEP.
Otra posibilidad genética para campos de ciclo completo como los que conduce Gau es tener un 20% del rodeo con líneas de peso moderado y buena habilidad materna, que tendrá como objetivo la reposición anual de vacas de descarte con vaquillonas, y el resto con genética de mayor ritmo de crecimiento. En la práctica, “si se parte de un campo con 1000 vacas de 450 kilos, por ejemplo, se inseminan artificialmente a tiempo fijo todos los vientres. De esa inseminación, queda preñado aproximadamente un 50% (500 vacas). Las vacías se repasan con toros de razas con mayor ritmo de crecimiento, como Limangus o Charolais”, describe Debernardi.
De las 500 vacas preñadas artificialmente, parirán aproximadamente 480 por las pérdidas, que darán 50% de hembras que se utilizarán para la reposición (240 vaquillonas). Los machos se destinarán a faena, lo mismo que la descendencia de las vacas repasados con toros.
Este esquema tiene la ventaja de aprovechar el mayor ritmo de crecimiento de razas continentales sin haber agrandado el tamaño de las vacas. Los toros Limangus o Charolais pueden ser reemplazados por Hereford, que dan terneras “careta” fácilmente diferenciables de las generadas por inseminación artificial.
Sencillo y rentable
Los esquemas que implementa Jerónimo Gau son sencillos, basados en alimentación pastoril y buena genética, “sin mixer repartiendo grano en bateas ni otras complicaciones, salvo en situaciones extremas de sequía como la de 2022″, indica Gau. Permiten mantener una carga de 0,8-1 vacas por hectárea y una producción de 200 kilos de carne por hectárea sostenible en el tiempo.
Los campos con manejo tradicional como el de Lafuente no logran sostener más de 0,5-0,6 vacas por hectárea y son muy dependientes del clima; en los años más desfavorables el porcentaje de preñez cae abruptamente.
El desarrollo de un campo en el sentido descripto no es inaccesible en términos económicos. “El costo más grande es la implantación de pasturas, que se puede hacer en etapas, en tres cuatro años, con financiación bancaria. Sí requiere un drástico cambio de actitud y combinar adecuadamente los factores que inciden en los resultados, que incluyen la base forrajera, la genética probada, un manejo sanitario estricto y recursos humanos capacitados”, sintetiza Gau a modo de conclusión.
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