
En la década del 80 creció la entrada de bienes de consumo, pero, tras la reconversión de los 90, hoy importa la industria
Insumos, maquinaria, patentes y materia prima de muchos productos argentinos vienen de más allá de las fronteras
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Beldent y Top Line, las dos marcas líderes de chicles sin azúcar, se producen en la Argentina. Sin embargo, la devaluación no significa un beneficio directo para Cadbury y Arcor, las empresas fabricantes. Prácticamente, todos los insumos con que se elaboran los chicles son importados y no tienen sustitutos locales. La goma base se trae desde España y el endulzante, desde los Estados Unidos y Alemania, mientras que el papel de aluminio y las tintas con que se fabrican los envases se importan de Europa.
De la fugaz apertura económica de los años setenta con el ministro de Economía José Martínez de Hoz quedó una imagen de que sólo se importaron chucherías. Sin embargo, la liberalización comercial iniciada en los noventa cambió por completo la economía y globalizó la producción nacional. Sólo el 20% de lo importado son productos de consumo final y el restante 80% corresponde a bienes de capital, intermedios e insumos, según la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA).
De todo el mundo
Entre 1990 y 2000 se compraron en el exterior bienes de capital por US$ 175.000 millones, lo que supone el 40% de las importaciones totales. No se reemplazaron en aquel período maquinarias e insumos nacionales, sino que se importó lo que nunca se había producido en el país.
Para Arcor, los efectos de la devaluación no se circunscribirán al negocio de los chicles. El año pasado, la empresa importó materias primas por un total de US$ 150 millones (aproximadamente el 20% de los insumos que utiliza anualmente), que en la mayoría de los casos no se producen a nivel local. "Cuando hicimos un repaso de los insumos que son indefectiblemente importados descubrimos que la lista era más larga de lo que pensábamos. Las almendras vienen de los Estados Unidos, el mentol de China, el coco de Sri Lanka, los aceites vegetales de Malasia y las tapas abre fácil de Brasil", explica Adrián Kaufmann, gerente de Relaciones Corporativas de Arcor.
De todas las materias primas que utiliza el grupo cordobés en sus 25 fábricas distribuidas en la Argentina, el caso más sintomático del impacto de la devaluación es el del cacao, que es uno de los principales insumos, junto con la leche y el azúcar, para la elaboración de los chocolates.
En la Argentina no hay producción y se importa desde Ecuador y Brasil. A su vez, al tratarse de un commoditie, fue afectado por problemas de producción y en diciembre de 2001 su precio internacional trepó de 1000 a US$ 1400 la tonelada. "Si se suma la suba internacional y la devaluación, en total el costo del cacao para la empresa registró un aumento del 80%, que es casi imposible que podamos absorber como empresa", reconoce Kaufmann.
Por la vuelta
Uno de los posibles regresos sin gloria al que podrían tener que acostumbrarse muchos argentinos es el de la leche en sachet. Este tipo de producto nunca desapareció del mercado, aunque en la década del 90 perdió terreno a manos de la leche larga vida, que a cambio de una pequeña diferencia de precio ofrece mayor calidad. Pero los días del envase moderno podrían estar contados. "Los envases tetra-pak se fabrican en el país, pero todos los insumos son importados, así que nuestro proveedor ya nos informó que aumentará 50% el precio. De esta manera, el envase pasaría a representar 35% del costo de un litro de leche, una cifra que no podemos absorber, pero que tampoco se puede trasladar tan fácilmente al cliente final", explican en una de las empresas lácteas líderes.
"Hace diez años, las leches larga vida representaban sólo un 5% de las ventas y hoy ya controlan más del 60% del mercado, pero en este contexto lo más probable es que sean desplazadas por la leche en sachet, que no tiene insumos importados", explican en la compañía.
Un caso parecido es el de la industria vitivinícola. Al igual que con las lácteas, en el insumo principal de las bodegas, la uva, la Argentina sigue gozando de ventajas competitivas muy importantes, pero los productos importados tienen una fuerte incidencia en sus números.
"El corcho sólo se produce en Portugal, porque es el único país donde crece el árbol de alcornoque del que se deriva el producto. Además, la Argentina también importa las cápsulas de estaño y el papel especial que se utiliza para las etiquetas", explicó Rafael Squassin, director de la bodega Robino.
El mismo problema enfrentan los fabricantes de cerveza, como Isenbeck, que importa desde Bélgica el papel para sus etiquetas, porque en la Argentina no se fabrica uno similar que sea resistente al agua.
Las tapas corona para las botellas de vidrio se elaboran con hojalata de Brasil. "Si a esto se agrega la malta, que como es un commoditie se maneja con precios internacionales, en nuestra estructura de costos la devaluación implica un impacto de entre 20 y 30%, aunque junto con nuestros proveedores llegamos a un acuerdo para no trasladarlo al consumidor final", señala Juan Pablo Piccardo, gerente general de Isenbeck.
Hasta las botellas de vidrio, que son nacionales, se hacen con aglutinantes importados.
Monopolio holandés
La producción de alimentos también importa conservantes, antioxidantes y estabilizantes. El yogur y la leche larga vida necesitan un estabilizante que sólo se fabrica en Holanda. En la Argentina se producen algunos colorantes, estabilizantes, fragancias y sabores.
Muchas frutas deben traerse de fuera para abastecer el mercado local: las bananas (la producción en Salta es reducida), el kiwi, el ananá y los hasta los duraznos (cuando el granizo arruina la producción en Mendoza).
En carnes, la industria porcina local no puede satisfacer toda la demanda. La ganadería en general utiliza vitaminas, medicinas o alimentos foráneos, aunque la incidencia en el total de insumos es baja.
Hasta las panaderías también usan insumos importados. El más famoso es el abrillantador para las medialunas. También lo son conservantes y estabilizantes.
Las tabacaleras también deberán adaptarse a trabajar en otro esquema. El acetato, que es la principal materia prima para elaborar los filtros de los cigarrillos, no se produce en el país y se importa desde Brasil. La cartulina con que fabrican las cajas de los paquetes box se trae desde Finlandia y los Estados Unidos.
También se suman los contratos de las tabacaleras con otras compañías internacionales. "Tenemos las licencias de varias marcas como Lucky Strike, Gitanes y Camel, que no pertenecen al grupo a nivel mundial. Los acuerdos nos obligan a comprar los insumos donde nos dicen los dueños. En el caso de Camel, varias esencias las importamos desde los Estados Unidos, y aunque se consiguieran en la Argentina, por contrato no podríamos dejar de importarlas", explicó Diego Segura, gerente de Nobleza Piccardo.
La industria cultural tampoco escapará al efecto devaluación. "En promedio los libros importados representan cerca de 50% de nuestras ventas, aunque no sabemos si vamos a tener mercado para seguir trayéndolos de afuera", explican Federico García, del Grupo Sudamericana, la mayor editorial del mercado argentino.
Para los libros que se imprimen en el país, en la mayoría de las ediciones se utiliza papel importado de España, Italia o Canadá. "Los sustitutos locales no son tan buenos, pero llegado el caso vamos a tener que optar por importar a un costo alto o reducir la calidad", explica García.
Aun en sectores mano de obra intensivos como la construcción, se harán sentir negativamente los efectos de la devaluación del peso.
"En los últimos diez años la construcción fue incorporando, lentamente, cambios tecnológicos que ahora pueden perderse. Los puentes grúas que se utilizan para trasladar los ladrillos son todos importados y necesitan repuestos que no se consiguen acá. Si se cierra el país, la tracción a sangre volverá a las obras. Es como si retrocediéramos a la Edad Media", explica Alfredo Rodríguez, presidente de Sika Argentina, una fabrica suiza de materiales para la construcción.
La empresa, que en un par de meses inaugurará una nueva fábrica en la localidad de Caseros, con una inversión de US$ 12 millones, utiliza una serie de insumos importados. "En el caso de las masillas y selladores poliuretánicos, que se utilizan para adherir las mamposterías o los sanitarios, importamos todo desde Europa y no hay ningún fabricante argentino. En cambio, el cloruro de calcio (un acelerante del fragüe) lo compramos en Brasil, pero hay un proveedor local que lo produce, aunque con una calidad inferior", explico Rodríguez.
Papel y adhesivos
Un panorama similar se da entre las papeleras. En Celulosa Campana -que fabrica papel higiénico y servilletas con la marca Campanita- señalan que el único insumo importado que utilizan son los adhesivos. "En la Argentina existen sustitutos locales, pero preferíamos importarlos de Brasil, por un tema de costo y calidad. De ahora en más, vamos a tener que desarrollar proveedores locales, aunque puede demandar tiempo", señaló Marcelo García, director de la firma.
La mayoría de los bienes de capital se importa. Sólo el 10% o 15% se fabrica en el país, según el presidente de la cámara que reúne a los importadores, Diego Pérez Santisteban. Llevan el sello de industria nacional las mezcladoras de cemento, algunos elementos complementarios para las plantas industriales, maquinaria liviana y determinadas herramientas (palas, destornilladores). El 40% de los bienes de capital para el campo (arados, tractores medianos, materiales auxiliares y cosechadoras), pero no la maquinaria más sofisticada. Algunas elementos de precisión, como tornos y controles mecánicos para las industrias siderúrgica, metalúrgica y automotriz, también se produce en la Argentina.
"Nada de industria pesada", aseveró Pérez Santisteban, que considera que a un fabricante nada le conviene más que comprar todo en el país, pero la calidad y el precio a veces juegan en contra de la ecuación económica. "No se pueden reemplazar líneas completas ni materiales sofisticados", advirtió el titular de la CIRA.
"Tal vez se pueda producir acá una cortadora de papel sin tanta precisión. Me preocupa que la sustitución de bienes de capital importados necesite de inversiones fuertes, cuando en las empresas locales carecen de financiamiento y las extranjeras temen por la inseguridad jurídica y la falta de estabilidad política y económica", dijo Santisteban.





