La soja, el yuyo que se volvió obsesión
La AFIP eliminó el régimen que permitía importarla sin aranceles para industrializarla y exportarla
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Porque se siembra mucho o se cosecha poco, porque tributa altas retenciones o porque está sujeta a alguna desgravación, la soja siempre está en la agenda del Gobierno. Este yuyo, como llamó al cultivo la presidenta Cristina Kirchner en pleno conflicto por las retenciones móviles, es otra vez el eje de la política oficial: la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) eliminó a las oleaginosas del régimen de importación temporaria que permitía a la industria aceitera traer al país poroto de soja de los países limítrofes –principalmente de Paraguay–, industrializarlo y reexportarlo sin aranceles.
El beneficio regía desde 2004, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner firmó el decreto 1330 para "expandir las exportaciones y estimular la actividad económica del país", según reza en los considerandos de aquel decreto.
Para el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, la vuelta atrás busca ahora "orientar el poder de compra de los exportadores a la producción local, que tiene millones de toneladas guardadas en silobolsa". En una conferencia de prensa, el funcionario habló de "traccionar" y "fomentar" la compra de producción local para que "la economía se mueva hoy y nos ingresen divisas". Según fuentes privadas, los productores retienen alrededor de cinco millones de toneladas de la cosecha vieja. Según Echegaray, en 2008, la industria sojera dejó de pagar US$ 421 millones en concepto de IVA y ganancias.
En la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara), que hasta ahora mantuvo una relación estrecha con el Gobierno, se terminaba anoche de redactar un comunicado de rechazo a la eliminación del régimen especial. Mientras tanto, otras fuentes de la industria adelantaron a La Nacion que la medida no afectará el precio pagado al productor porque el volumen importado desde Paraguay (2,8 millones de toneladas en 2008) es marginal en comparación con la cosecha local (47 millones de t ese año).
El mayor polo exportador
Para la industria, la ecuación es sencilla: la Argentina, dueña del mayor complejo aceitero de exportación del mundo, tiene una capacidad de molienda de oleaginosas que llega hasta los 50 millones de toneladas y una cosecha de soja y girasol que este año apenas alcanzará los 40 millones de toneladas. Por eso, la soja paraguaya –que mayormente baja por el río Paraná en barcazas–permitía aprovechar mejor la capacidad industrial al asegurar el abastecimiento del grano estacionalmente, cuando no está disponible la cosecha local, o cuando –como viene sucediendo– los productores argentinos retacean las ventas. En otras palabras, la industria local tiene capacidad para moler la cosecha argentina y la paraguaya juntas, y aun así, le sobraría capacidad.
La industria aceitera representa uno de los sectores que mejor convivieron con el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y con el propio Echegaray. La Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), que regula las exportaciones de productos agropecuarios (trigo, maíz, carne y lácteos), permitió al sector aceitero autorregularse en las exportaciones de aceite. Es la Ciara y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) los que aportaron el maíz que Moreno repartió entre los productores afectados por la sequía y con las mismas entidades, el secretario suele negociar la liquidación de inyecciones de dólares cuando el tipo de cambio amenaza con dispararse.
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