Los riesgos de una reforma de las reglas laborales
Se busca flexibilizary bajar costos en lugar de mirar cuestiones de fondo
Cambiemos propone una reforma laboral cuyo eje es la reducción de los costos laborales, en lugar de discutir el cambio en la matriz productiva, la inversión y el cambio tecnológico. Una jornada laboral razonable, la indemnización por despido, los convenios colectivos, el financiamiento de la salud, la seguridad laboral y la previsión social parecen ser el obstáculo para el desarrollo.
Florece así la vieja noción de productividad de la década del 90, que obedece a un criterio de autorregulación económica de mercado, donde lo único que importa es maximizar la rentabilidad del capital invertido.
Desde esta concepción es esperable una reforma laboral flexibilizadora, que considere la mano de obra un insumo más del proceso de producción, transformándola en un costo variable, ajustable según los ciclos de la actividad y que ingrese o salga del circuito productivo sin afectar los costos de las empresas.
Una cosa es replantear las relaciones laborales en función del nuevo patrón tecnológico y otra, socavar las garantías laborales. Allí es donde reside el germen de la reproducción de la baja productividad. Los países centrales y las grandes corporaciones conocen la relación entre mejores condiciones de vida y de trabajo y mayores niveles de productividad.
El mercado laboral argentino padece hoy los efectos de un patrón productivo mayormente primarizado y volcado al mercado externo, que ubica el trabajo como un costo a minimizar.
Al segundo trimestre de este año la tasa de empleo del 41,5% representa un aumento del 0,5% en los ocupados, por debajo del 1,1% de crecimiento de la PEA. Hay un cambio de composición en el empleo a favor de una mayor informalidad laboral. En el último trimestre, y según los datos oficiales, los pocos nuevos puestos de trabajo se basan en la extensión de la subocupación (la tasa pasó del 9,9% al 11% entre el primero y el segundo trimestre de este año). La desocupación del 8,7% de la población económicamente activa representa las múltiples estrategias de autoempleo de subsistencia, por lo cual quienes demandan trabajo cotidianamente representan el 23,3% de la PEA dado un panorama laboral que precariza al 51% de aquélla.
El 60% de los ocupados ganan por debajo de los $ 12.200, lo mínimo para satisfacer las necesidades básicas. La estructura laboral ya funciona con bajos niveles salariales, que en muchos casos implican prácticas fraudulentas de quienes contratan mano de obra.
Si la reforma laboral busca legalizar tales prácticas, vaciar de garantías los marcos laborales y desarticular la negociación colectiva, en lugar de mejorar la productividad, sólo cosechará el rechazo de la mayoría de los trabajadores.
El autor es economista y presidente de Unidad Popular
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