En la Argentina puso un kiosko que no funcionó y en EE.UU. tiene dos negocios exitosos
Darío Sarmiento se instaló en Washington DC en el año 2000; es dueño de una importadora de carnes y un local de reparación de computadoras
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El cordobés Darío Sarmiento dejó Río Cuarto en el 2000, cuando tenía 27 años, y se fue a Washington, Estados Unidos, motivado por un familiar. La empresa donde trabajaba se había vendido, puso un kiosco, no le fue bien y “necesitaba ir por otro aire”. “Estaba cansado de siempre apostar y que las cosas no salieran”, dice. Hoy tiene una importadora de carnes que distribuye para restaurantes y supermercados y un local de reparación de computadoras y electrodomésticos.
Se fue solo. “Si me va bien, te venís, si no, me vuelvo -le dijo a su esposa, María Arese-. Teníamos casa así que el regreso era posible”. Llegó en octubre del 2000 y empezó a trabajar en un restaurante de un español, donde se hizo amigo del hijo que, viéndolo que colaboraba con los sistemas de cómputos y con algunos arreglos de equipos, le ofreció sumarse a una empresa que tenía que compraba contenedores en subastas.
“Me había ido con la idea de dedicarme a lo tecnológico -cuenta a LA NACION-, en Estados Unidos estaba el nudo de la actividad”. Mantuvo sus dos trabajos, cumplió con reunirse con su esposa, quien estudió educación especial y hoy dirige una red de centros especializados. Aplicaron a la ley 245 i (llamada ley de Inmigración Legal y Equidad Familiar) que había sido extendida por el entonces presidente Bill Clinton y que permitía a algunos indocumentados legalizar su situación sin tener que abandonar el país.
“Se podía hacer los papeles si se tenía un sponsor en Estados Unidos -dice Sarmiento-. Le pedí a mis empleadores si me podían ayudar y lo hicieron, empezamos el trámite y en 2005 teníamos todo listo para los permisos de trabajo”. Todo se hizo más largo porque, en el medio, fue el atentado a las Torres Gemelas y las cuestiones migratorias se demoraron por los controles.
En ese período se sumó a un local de arreglo de computadoras en el que estuvo trabajando 13 años: “Era de un italiano que, cuando se retiró, me dejó el negocio a cargo. Sumamos mantenimiento de electrodomésticos. La mitad de nuestros clientes son latinos, por la ventaja de hablar español”.
En 2017 el dueño murió y la familia les vendió el local a Sarmiento y a un salvadoreño, que invirtieron US$500.000. Darío Electronic Repair sigue funcionando. En la pandemia del Covid-19 la actividad cayó fuerte, porque el rubro no fue incluido entre los esenciales.
Sarmiento había conocido en un festival argentino a un compatriota radicado en Canadá y con un negocio de importación de carnes y decidió avanzar por esa vía. “Pensé ¿por qué no trabajamos con carne argentina, por qué no tenemos algo del país? La carne es un producto top que no había; sí alfajores, dulce de leche, pero no carne”, explica.
Con sus ahorros y una línea de crédito, invirtió US$300.000 en la compra de una cámara frigorífica y camiones. “Todos me decían que estaba loco, abrir un negocio en medio de la pandemia -repasa-, pero ese año fue un boom. La gente, en su casa, consumía más alimentos y nos posicionamos muy bien”.
Angus Beef es un negocio familiar, en el que trabaja Sarmiento, su hijo y dos empleados. Venden a supermercados y restaurantes. La carne llega vía Miami o Nueva Jersey. La próxima meta es abrir locales al público.
Enfatiza que, desde el comienzo, el producto funcionó muy bien. La carne argentina es “muy valorada por su sabor, por la forma de cría de los animales”, señala, y apunta que a igual calidad, la carne estadounidense es más cara, cuesta hasta el 30% más.
Un kilo de entraña argentina cuesta unos US$20 en el supermercado, y de lomo, entre US$35/US$40, mientras que uno de Estados Unidos ronda los US$60. Cuando hubo cepo a las exportaciones de carne en la Argentina, no los afectó porque no alcanzaba a los cortes con los que trabajan. De todos modos, también importan desde Uruguay. “Hay que tener un plan B, porque a veces la Argentina no te da seguridad”, define.
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