
Seducidos por el chocolate
En las chocolaterías de Buenos Aires el kilo puede costar $ 400; entendidos y turistas, dispuestos a pagarlos
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Comprar chocolates ya no es lo que era. Antes la elección era simple: blanco o negro, con o sin almendras. Hoy es muy distinto. Comer bombones se convirtió en una actividad gastronómica donde los entendidos invierten dinero y tiempo para saborear las variedades artesanales.
Con un status similar a otros productos de lujo como el vino y el queso, el chocolate de alta calidad se transformó en una aventura gourmet donde se llega a pagar $ 400 por un kilo. Trufas con relleno de crema donde se incluyen infusiones, bebidas o frutas, texturas crujientes, figuras de chocolate con forma de zapato, de pirámide, almendras ahumadas y los clásicos bombones de dulce de leche o nuez. El menú es interminable.
Con productos elaborados a mano y recetas secretas, un grupo de chocolaterías de Buenos Aires se destaca por sus golosinas exquisitas. Cada una tiene su propia receta.
La preparación es compleja y requiere de paciencia. Los cocineros afirman que lo más importante es respetar la pureza del chocolate así como utilizar habas de cacao de calidad. También sostienen que se debe utilizar un buen porcentaje de cacao para que el azúcar y los aromatizantes no ahoguen el gusto.
Entre las chocolaterías con propuestas más innovadoras están Vasalissa, Kakawa y la Compañía de Chocolate, mientras que El Viejo Oso, ubicada en Vicente López, ofrece elaboraciones más clásicas.
Con granos de cacao traídos desde diversos lugares de origen, como Nueva Guinea y Venezuela, los bombones, las trufas y las figuras de Vasalissa se convirtieron en un referente de la industria. En el local, las cajas de bombones tienen un precio base de $ 45.
"Muchos asocian el chocolate amargo con la barrita Aguila. Pero se pierden de un universo de sabores inmenso", sostiene Héctor Lacovara, encargado de uno de los locales. Sus dueñas, Dady Marinuchi y su hija Federica, destacan que las preferidas de los clientes son las trufas de rosas con chocolate blanco y las de Perú, con chocolate belga. También contaron que al fundar la marca continuaron con un legado familiar, ya que son hija y nieta de Abrascha Benski, creador del famoso bocadito Cabsha.
Para Daniel Uria, director de La Compañía de Chocolate, la clave está en mantener intacta la cultura del cacao, que en América latina se remonta hasta los pueblos originarios. "La mayoría de los que visitan el local son turistas, mujeres o entusiastas a los que les gusta investigar cosas diferentes", describe.
Claudio Bar, dueño de El Viejo Oso, cuenta que el chocolate tiene propiedades que modifican la energía. "El chocolate te hace contar secretos que jamás hubieras revelado", afirma. Su local fue uno de los primeros en instalarse en la ciudad y su joya son las trufas.
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