Ante una Cortina de Hierro financiera
PARIS.– En estos días aumentan las señales de que la economía y la unión monetaria europeas se están fragmentando con mayor rapidez que la capacidad de los políticos para enmendarlas.
Dos semanas atrás, los líderes de la eurozona llegaron a un principio de acuerdo para establecer la supervisión conjunta de los bancos de las 17 naciones que comparten la moneda única por parte del Banco Central Europeo, aunque la mayoría de los detalles clave de esa medida todavía deben ser resueltos.
La propuesta fue un primer paso tentativo hacia la unión bancaria de Europa, que podría incluir un fondo común para evitar que las corridas y los colapsos bancarios generen una onda expansiva en el resto del continente.
Los mandatarios acordaron que el Mecanismo de Estabilidad Financiera –el fondo permanente de rescate de la eurozona, que cuenta con 500.000 millones de euros– podrá hacer inyecciones directas de capital a los bancos, cuando éstos hayan cumplido con las estrictas condiciones que establecerá la supervisión conjunta una vez que entre en funciones.
Pero por más que todos los mecanismos de ese sistema logren estar en funcionamiento para el año que viene, ya podría ser demasiado tarde.
La fuga de depósitos de los bancos españoles se sigue acelerando, y no hay certeza alguna de que el acuerdo de la eurozona para prestarle a Madrid millones de euros en fondos de rescate logrará revertir esa tendencia, sobre todo si los inversores sospechan que la deuda soberana de España puede caer en default.
Muchos bancos se están realineando, o más bien están siendo obligados a realinearse, con sus naciones de origen, profundizando aún más la enorme brecha entre el Norte y el Sur que divide al bloque.
Muro invisible
Poco a poco, en el interior de la eurozona se está alzando un invisible muro financiero, potencialmente tan peligroso como la Cortina de Hierro que alguna vez dividió a Europa.
La diferencia entre la tasa de interés que pagan los países acreedores del norte europeo, como Alemania y Holanda, cuyos costos de endeudamiento están tocando mínimos históricos, y los países deudores del sur, como Italia y España, cuyos bonos ahora alcanzan un rendimiento cercano a la época anterior al euro, amenaza con consolidarse como una divergencia duradera.
Como la calificación crediticia de los gobiernos y el rendimiento de sus bonos establecen en los hechos el costo de endeudamiento que deben pagar los bancos y empresas dentro de su jurisdicción, se ha credo una situación en la que los bancos y las empresas italianas y españolas mejor administradas deben pagar intereses mayores –si es que consiguen quién les preste– que las empresas o bancos peor administrados de Alemania y Holanda.
Rebote político
Cuanto más se prolongue esta situación, menos chances tiene el sur europeo de recuperarse, y más crecerá la diferencia entre el Norte rico y el Sur empobrecido.
Con niveles de desempleo y de pobreza históricos en los países del Sur, las consecuencias políticas parecen inexorables, como ya se ha visto en Grecia y se empieza a percibir en Italia y España.
La semana pasada, al rebajar la tasa de interés del Banco Central Europeo (BCE), su presidente, Mario Draghi, reconoció que la desconexión entre el Norte y el Sur dificultaba la política monetaria unificada.
Las dos ingentes inyecciones de créditos baratos a tres años en el sistema bancario de la eurozona que se hicieron este año, que ascendieron a un billón de euros, sólo alcanzaron para comprar un par de meses de tiempo.
"No es seguro que existan medidas efectivas en una región tan fragmentada", dijo Draghi.
Por otra parte, los economistas conservadores alemanes ya están advirtiendo también sobre las funestas consecuencias que podría sufrir Alemania.
Si un país del Sur entrara en default o quisiera abandonar el euro, argumentan esos economistas, Alemania se quedaría con una cuenta astronómica, que excedería ampliamente su límite teórico de 211.000 millones de euros de disponibilidad para rescatar a la eurozona.
Cualquier hecho que precipite la salida de Grecia –el Estado miembro más endeudado, que ya no cumple con los requisitos del segundo tramo de su rescate y lleva cinco años de recesión ininterrumpida– no hará más que acelerar esa tendencia, a pesar de las repetidas declaraciones de los líderes de la Unión Europea (UE), que argumentan que el de Grecia es un caso único.
Así, por el momento, la desintegración financiera de Europa parece llevarles la delantera a las fuerzas de la integración.
Traducción de Jaime Arrambide
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