Casas vacías, un vestigio en Caracas del masivo éxodo de venezolanos
CARACAS.- El reloj de pared está detenido a las 10.40 y los cepillos de dientes siguen sobre el lavatorio. Nadie los usa. La casa abandonada de Francisco Rojas, fruto de años de esfuerzo, es un vestigio de la migración venezolana.
En la heladera del antiguo hogar de Francisco y su esposa, Elena, solo queda hielo y salsa de tomate. En el bar, la botella casi vacía del ron de su despedida. Hace tres años metieron lo esencial en cuatro valijas y partieron.
Se fueron asfixiados por la crisis socioeconómica. A Elena, de 33 años, le ofrecieron un puesto en Ecuador y no dudaron: en un mes gana lo que en Caracas le llevaba cuatro años. Aunque hubiese ayudado, no vendieron el departamento, en el este de Caracas, porque se depreció 50%. Costaba 100.000 dólares hasta 2014, cuando recrudeció la crisis económica. "Queríamos ver cómo nos iba. Ahora que estamos establecidos, es absurdo vender", dijo desde Guayaquil este periodista deportivo de 28 años.
Departamentos donde nunca se enciende la luz, estacionamientos con lugares vacíos o autos cubiertos con fundas, y buzones atiborrados de correspondencia atestiguan el abandono en varias ciudades. El fenómeno es tal que se ofrecen servicios para administrar casas clausuradas: pago de servicios públicos, representación ante los consorcios y hasta encendido de luces para engañar a los ladrones.
Tenía un departamento que costaba 170.000 dólares, hoy no cuesta más de 70.000. Ofrecieron 50.000 y la propietaria prefiere dejarlo cerrado
Según la ONU, unos 2,3 millones de venezolanos (7,5% de la población) viven en el exterior.
Francisco y Elena se fueron cansados de la inseguridad, la escasez de alimentos y medicinas, y la inflación, que según el FMI podría superar 1.000.000% este año.
Regresar no está por ahora en su horizonte. "Si la situación mejora, veremos si volvemos a Venezuela o vendemos el departamento", expresó el periodista.
Roberto Orta, presidente de la Cámara Inmobiliaria Metropolitana, asegura que las viviendas en Venezuela cuestan entre 70% y 80% menos que hace cinco años.
"Tenía un departamento que costaba 170.000 dólares, hoy no cuesta más de 70.000. Ofrecieron 50.000 y la propietaria [que emigró] prefiere dejarlo cerrado", corroboró Carolina Quintero, corredora inmobiliaria.
Mariana García, contadora de 41 años que se fue en 2017 con su esposo y dos hijos, tampoco quiere vender su quinta en Caracas, pues "perdió más de la mitad" del valor. "Dejamos la casa cerrada, intacta, nos fuimos con dos maletas y ya", relató desde Estados Unidos, donde su esposo aceptó un trabajo tras emigrar primero a Ecuador. Buscaban una mejor vida: "Cerraban aerolíneas y nos daba miedo no poder salir", explicó Mariana.
Desalojos
Muchos migrantes no alquilan sus casas por temor a perderlas, pues a menudo las autoridades impiden los desalojos aunque haya incumplimientos. "Luego no puedes sacar a los inquilinos", señaló Francisco. La ley establece que el alquiler debe ser mínimo por un año y obliga a prorrogarlo entre seis meses y tres años. Por ello, según Orta, la oferta de alquiler no representa más de 5% del potencial de mercado.
Según el Instituto Nacional de Estadística, el 9% de las viviendas estaban desocupadas en 2011, pero eso aumentó a la par del éxodo, declaró Carlos González, presidente de la Cámara Inmobiliaria.
El temor a que las residencias sean invadidas también pesa.
En los condominios se pide a los vecinos no dar información a supuestos encuestadores que preguntan por inmuebles desocupados. "Hay personas paseando, viendo apartamentos con las luces apagadas", indicó Quintero.
En Los Palos Grandes, sector de clase media del este de Caracas, varios "invasores han sido desalojados por la policía", dijo Rafael Guerra, de la Asociación de Vecinos de la zona.
Una quinta donde funcionaba una empresa en La Florida (oeste de Caracas) fue invadida por personas que aprovecharon que los empleados estaban de vacaciones. "Robaron todo. La policía los desalojó y no están presos", narró un trabajador.
"Nos da miedo que invadan, hay muchos departamentos vacíos. Nuestra familia siempre va a revisarlo", dijo Francisco.
Sobre la mesita de la sala hay una foto de su boda, una capa de polvo recubre los muebles y las plantas se secaron. De Venezuela, dice, lo que más extraña es su vida compartida con los amigos y la familia. Pero la mayoría ya se han ido. "Uno va a Venezuela y está más solo que en otro país", dice nostálgico.
Álex Vásquez
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