Comienza la carrera hacia la era pos-Lula
El 1º de enero del 2011 comenzará una nueva era en Brasil, caracterizada por la ausencia de Lula da Silva. Para ello, los tres máximos aspirantes a la presidencia brasileña oficializaron sus candidaturas: Dilma Rousseff, perteneciente al Partido de los Trabajadores (PT), representará el oficialismo; mientras que José Serra, del Partido de la Socialdemocracia brasileña (PSDB), y Marina Silva, del Partido Verde (PV), se presentan como las máximas alternativas de la oposición.
De llevarse a cabo hoy las elecciones, Rousseff y Serra se enfrentarían nuevamente en una segunda vuelta de resultado incierto prevista para el 31 de octubre [a diferencia de la fórmula argentina, el ballottage brasileño se da cuando ninguno de los candidatos alcance el 50% más uno de los votos válidos]. En la actualidad, ambos candidatos se encuentran en un empate técnico con un 37% de intención de voto, mientras que Silva reúne alrededor del 10%.
Estrategias electorales. En lo que respecta a la caza de votos dentro del Brasil, Serra apunta al Norte y Rousseff mira al Sur. Esto es porque Serra concentra su base electoral en el Sur-Sudeste, que reúne los estados más desarrollados, mientras que Dilma hereda el baluarte electoral de Lula, centrado en el Norte-Nordeste, que comprende los estados con la mayor tasa de analfabetismo y pobreza, y los más beneficiados por el programa asistencialista Bolsa Familia.
Por este motivo, Serra lanzó su candidatura en el estado nordestino de Bahía, donde el entonces candidato del PSDB a la presidencia, Geraldo Alckmin, sufrió una derrota de 40 puntos contra Lula en el 2006.
Ubicados en el Sudeste, Minas Gerais y Río de Janeiro -el segundo y tercer mayor colegio electoral de Brasil respectivamente después de San Pablo- también pueden ser decisivos para definir la elección: con bajos índices de asistencialismo y un alto nivel de escolarización en comparación al resto del país, en el 2006 el voto se dividió entre un candidato fuera del PT para gobernador y en Lula para presidente, que se impuso en ambos distritos por una diferencia de 2,6 millones de votos. Hoy es una incógnita cómo se conjugará ese fenómeno con Rousseff para la presidencia.
Fuera de un análisis regional, la estrategia de cada candidato no cambió sustancialmente en los últimos meses. Rousseff y Serra continúan esforzándose en suavizar su imagen. Ambos son candidatos poco carismáticos y los medios de comunicación los presentan como figuras políticas distantes, a diferencia de Silva que, a pesar de su tercer lugar, se muestra como una comunicadora más eficaz.
En términos de discurso, Rousseff repetirá hasta el cansancio que es la continuidad de Lula, mientras que Serra, con un discurso centrado en su vasta experiencia política, hará lo imposible para criticar directamente al actual mandatario recordando al electorado que él no es su rival electoral.
Por su parte, Silva -la actual exponente de los verdes , ex militante del PT y ministra de Medio Ambiente de Lula-, busca romper con la polarización entre Rousseff y Serra dirigiéndose hacia un electorado joven, centrando su discurso en la cuestión medioambiental con su propuesta de desarrollo sustentable consistente en un crecimiento basado en el aprovechamiento racional de los recursos naturales.
Pasados similares asociados a la lucha. Los tres candidatos tienen un pasado de militancia activa y una historia marcada por la lucha, aunque desde distintos ángulos. El caso más conocido es el de Rousseff, que se involucró directamente en la lucha armada contra la dictadura en Brasil (1964-1985), hasta que cayó presa durante tres años y fue torturada. Formada en Economía, contribuyó a fundar el PDT, un importante partido político de centroizquierda comandando por Leonel Brizola. Luego se afilio al PT. Bajo el gobierno de Lula se desempeñó como ministra de Minas y Energía y jefe de gabinete de Lula.
Serra era presidente de la Unión Nacional de Estudiantes cuando aconteció el golpe de Estado en Brasil y se exilió en Chile, donde se desempeñó en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe hasta el golpe de Pinochet (1973), donde estuvo preso en el Estadio Nacional de Chile. Luego emigró a los Estados Unidos y se especializó en Economia. Fue ministro de Planificación y de Salud durante el gobierno de Cardoso, con una reconocida gestión en ésta última cartera. Disputó la elección presidencial en 2002 y fue derrotado por Lula. Fue elegido intendente de San Pablo en 2004, cargo que abandonó para disputar la gobernación del mismo estado en 2006.
En el caso de Marina Silva, su lucha está estrechamente asociada con la cuestión medioambiental. Compañera del reconocido activista Chico Mendes, asesinado en 1988, con quien fundó una filial de la Central Unica de Trabajadores. Fue concejal en el municipio de Rio Branco (Acre) y senadora por el mismo estado.
Consensos y disensos. ¿Cómo oponerse a un gobierno que tiene una aprobación del 75% de los brasileños y un mandatario con un 80% de popularidad? La respuesta, para la oposición, no es tan compleja como parece: criticar al gobierno sin dar nombres y resaltar las continuidades de varias políticas exitosas en caso de llegar al poder.
En éste sentido, la oposición no cesa de recordarle al electorado que Lula no será candidato –es la primera vez que no disputará ningún cargo electivo desde 1989– y no ahorra elogios a las políticas más exitosas del actual gobierno: la económica y social.
La primera se remonta al Plan Real que logró controlar la inflación, otorgándole dos presidencias consecutivas a Fernando Henrique Cardoso (PSDB). La segunda, en cambio, caracteriza al gobierno de Lula, y se centra fundamentalmente en el popular programa Bolsa Familia que alcanza a uno de cada cuatro brasileños que se encuentran bajo la línea de pobreza. La continuidad de ambas políticas son ampliamente defendidas por la oposición.
En política interna, el mayor disenso entre Rousseff y Serra gira en torno a la política del Banco Central, la seguridad, y el rol del Estado. Serra dejó entrever que en una eventual presidencia suya tendría una mayor injerencia en las decisiones del Banco Central –que en Brasil tiene una autonomía en los hechos y no por ley–, mientras que también propone una reforma integral en materia de seguridad, con la propuesta de crear un Ministerio de Seguridad Pública en caso de ser electo. En lo que respecta al estado, Rousseff defiende un estado con una fuerte presencia en la economía mientras que Serra aboga por uno con una menor carga tributaria y reducción en el gasto público.
En materia de política exterior, además de ser conocido por su postura crítica hacia el Mercosur, Serra también es abiertamente crítico en la región con los gobiernos de Evo Morales (Bolivia) y Hugo Chávez (Venezuela), y en un plano global cuestiona fuertemente el acercamiento brasileño con dictaduras, calificativo con el que también se refiere al gobierno de Irán.
Siendo una certeza que la política económica y social no sufrirá grandes modificaciones, sí es una incógnita cómo el protagonismo brasileño en el mundo se verá afectado sin la figura del presidente más popular de la historia brasileña.
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