De vino de calidad a alcohol en gel: el duro trance de las bodegas francesas
HUNAWIHR, Francia.- El camión cisterna se detuvo: había llegado la hora. La decisión de enviar el vino a una destilería se había tomado varias semanas antes, pero seguía doliendo. Por la crisis del coronavirus, ese vino se convertiría en alcohol en gel para manos.
"Ya tenemos que cargarlo", masculla para sí mismo el bodeguero Jérôme Mader, de 38 años. "Mejor no lo pienso demasiado", dice tratando de no quebrarse. "Ya fue".
Con la cabeza gacha, arrastró las mangueras, las conectó a las válvulas del camión con ayuda del conductor, volvió hasta la cava y encendió la bomba. El vino —un vino blanco de Alsacia, bueno para beber—, empezó a llenar la barriga del camión cisterna.
En toda la región viñatera de Alsacia, así como en todas las zonas vitivinícolas de Francia, los productores hoy enfrentan la misma situación descorazonadora. La crisis económica que trajo el coronavirus, sumada al arancel del 25% impuesto por el presidente norteamericano Donald Trump a la importación de vinos franceses como parte de su guerra comercial con Europa, hicieron colapsar el mercado del vino.
El viñatero Mader, cuyos excelentes rieslings y Gewürztraminers se sirven en los mejores restaurantes de ambos lados del Atlántico, perdió la mitad de sus ventas desde diciembre. "Para nosotros, el Covid es una catástrofe", dice el productor. Así que parte del suculento y sutil vino blanco que hizo famosa a esta región y que se produce en las laderas soleadas y pedregosas de Alsacia terminará como sanitizante de manos.
Como el resto de los viñateros, Mader no tiene espacio en su bodega para almacenar el vino de varias temporadas. "No hay dónde almacenar lo que no se vende", dice.
Bendecida por la abundancia de sol, la cosecha 2020 fue temprana, hace apenas un mes. Las cubas deben ser vaciadas para la producción nueva. La única opción es la destilería, que al menos implica una compensación, por modesta que sea.
El conductor del camión de la destilería se pasó la mañana recogiendo vino de productores. "Algunos están desesperados, porque es vino con valor comercial", dice el camionero, Lucas Neret. "El tema es que estamos produciendo más que lo que se vende", dice por su parte Thibaud Specht, un productor de la localidad de Mittelwihr. "No nos queda otra".
La Bodega Borès, el negocio familiar de Marion Borès, en Reichsfeld, está enviando a la destilería un 30% de su producción: 19.000 litros de excelente vino.
"Es como despedirse de alguien muy querido", dice Marion. "No es precisamente el destino que uno imagina cuando produce vino de esta calidad", añade la bodeguera. Todo ese vino almacenado terminará en los silos de acero de la cercana destilería Romann, donde será reducido a alcohol. Tan solo en Alsacia, unos seis millones de litros correrán esa suerte.
Mader está enviando el 15% de su producción de Edelzwicker, un vino de "noble ensamblaje" en dialecto alsaciano. Aunque suele venderse al por mayor, "es un vino muy bueno", aclara.
En la destilería, el olor de la reducción del vino, como el aroma de una carne estofada al vino, lo inunda todo. "No paramos de destilar en continuado", dice Erwin Brouard, director de la empresa Romann. "Para los productores vitivinícolas es muy triste, pero tienen demasiado stock y poco espacio. Para colmo, la cosecha de este año se adelantó".
Desesperado por proteger su preciada industria y su legado enológico, el gobierno de Emmanuel Macron está subsidiando esta "Destilación de Emergencia" con compensaciones a unos 5000 productores que aceptaron entregar su vino por una ínfima fracción de su valor: menos de 1 dólar por litro. "Se me parte el alma, pero si no vendo, no como", dice Guillaume Klauss, propietario de una bodega cercana. "Tres años de trabajo, y ni siquiera nos pagan lo que corresponde".
Es la primera vez en su historia que Alsacia debe recurrir al programa de Destilación de Emergencia, pero otras regiones de Francia ya lo conocen. La última vez que debió aplicarse fue en 2009, después del colapso financiero internacional.
"La gran mayoría de la genta está siendo muy golpeada por la crisis", dice Francis Beckert, dirigente de la Asociación de Bodegueros Independientes de Alsacia. "La están pasando realmente mal".
"Todos los canales de comercialización están cerrados", agrega Beckert. "Entre Trump y el Covid, las exportaciones están bloqueadas. Afuera de Francia no hay movimiento. El mercado norteamericano está cerrado". Según el dirigente empresario, los mayoristas de vinos enfrentan pérdidas del 70%. Pero a la pérdida se suma el revés emocional. "Toda esta gente se siente humillada, no quiere ni hablar del tema", dice Beckert. "Es muy desalentador."
En su carrera de bodeguero, Mader ha ganado premios y por lo general tuvo el problema inverso: le faltaba producción para satisfacer la demanda. "Pensar que hace apenas un par de años esta situación habría sido inimaginable", dice con un hilo de voz.
Mader postergó todo lo que pudo llamar a la destilería. "Dudé mucho", dice. "Como pensaba que la cosa iba a mejorar, esperé hasta último minuto. La esperanza es lo último que se pierde". Pero en determinado momento, la decisión se hizo impostergable, y el gobierno presionaba con un plazo para aceptar el subsidio. Después de firmar el convenio, se reunió con otros colegas para consolarse mutuamente, "y nos tomamos un par de botellas".
"Mientras haya buen vino habrá esperanza", dice Mader, y agrega que en los últimos días las órdenes de pedido mostraron un leve aumento. Además, señala, "las uvas de este año son realmente magníficas".
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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