El embargo, la excusa que todo lo justifica en Cuba
En las últimas décadas, el bloqueo es el argumento que usa la gente para explicar por qué no funcionan las cosas
EL PAISLA HABANA.- Hace aproximadamente 30 años, a mediados del año 1984, me tocó ir a hacer la copia de una llave a una ferretería que había en la calle San Miguel, en el corazón del bullicioso barrio de Centro Habana. Era uno de los pocos negocios estatales de la ciudad que ofrecía este tipo de servicios con cierta garantía, porque en otros lugares las reproducciones se hacían artesanalmente, limando a ojo moldes de llaves similares, pues la mayoría de las cerraduras instaladas en la isla eran de fabricación norteamericana. Debido al embargo de Estados Unidos, que comenzó casi con el mismo triunfo de la revolución de Fidel, no entraban moldes de llaves originales, lo que complicaba más la cosa, pero por suerte el cerrojo de mi piso era fabricado en los países socialistas, por lo que, pensaba yo, no debía haber mayores dificultades.
El Llavín, que así se llamaba el negocio en cuestión, era "Colectivo Vanguardia", según rezaba un letrero rojo colgado en la pared, y tenía una moderna máquina para hacer las reproducciones. El empleado encontró sin dificultad un molde, lo puso en una máquina junto a la original y en unos minutos tenía mi copia. Cuando la probé al llegar al edificio donde vivía, la llave no entraba en la cerradura. ¡Ni el pico de la llave entraba! Bastante enojado, volví a la tienda. Después de 40 minutos de cola, el trabajador de El Llavín me dijo que no tenía derecho alguno a reclamar.
"Debía haber mirado «uté» antes la advertencia", afirmó. Efectivamente, encima de la máquina, escrita sobre un cartón, la siguiente frase decía: "Las copias de llaves se hacen sin garantía". Yo estaba recién llegado y no había interiorizado aún que la eficiencia y el tiempo en el socialismo tenían otra dimensión, más si por una carambola histórica este sistema se desarrolla en el Caribe y encima se le suman variables como el embargo y la abierta enemistad de Estados Unidos. Así, la bronca en El Llavín subió de tono, y cuando el empleado se sintió acorralado soltó una frase que después escucharía muchas veces: "La culpa de todo la tiene Estados Unidos, que nos tiene bloqueados desde hace 25 años". Le hice notar que mi llave era rusa, pero el hombre siguió con el mismo argumento. A muchos de los clientes les habría ocurrido lo mismo alguna vez, pero consideraban inútil protestar; este tipo de problemas eran inherentes al sistema, como la libreta de racionamiento o la ineficiencia de las empresas estatales, no tenía sentido luchar contra algo que nadie iba a cambiar.
La historia viene a cuento porque más de dos tercios de los 11 millones de cubanos no habían nacido aún cuando Washington y La Habana rompieron relaciones y el enredo de restricciones y prohibiciones que dan cuerpo al embargo estaba en vigor.
El embargo, sin duda, provocó miles de problemas a los cubanos, aunque, como reconoció valientemente anteayer Barack Obama, esta política no haya servido de nada en su propósito de sacar a los Castro.
El desabastecimiento crónico de determinados productos, la pésima calidad de otras mercancías y comestibles comprados antes en los antiguos países socialistas, además de las restricciones financieras internacionales y la dificultad para acceder a medicamentos de última generación afectaron a la mayoría de los cubanos desde que nacieron.
El embargo está codificado en el ADN del cubano, y del mismo modo lo está el enrocamiento del régimen ante Estados Unidos como reacción a esa política de asfixia, cuya existencia sirve de argumento y excusa para justificarlo todo: ibas a una oficina en horario público y estaba cerrada, cuestión del embargo; pedía un turista un mojito en la Bodeguita de Enmedio y no había limón ni hierbabuena (productos nacionales), el embargo de nuevo. Y así hasta el infinito.
Dijo ayer Raúl Castro que el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y las medidas anunciadas no terminaban con el problema "del bloqueo", cuya derogación no depende del presidente Obama sino del Congreso, de mayoría republicana. Tampoco Obama ha liberado todavía el turismo norteamericano, otra pieza clave, pero el primer paso está dado. La semana pasada este periodista coincidió en La Habana con los estudiantes del buque escuela norteamericano M. V. Explorer, 624 jóvenes de 250 universidades de EE. UU. de visita en la isla. Aquello era el futuro. Ya no hay en el horizonte Llavín que valga. © El País SL
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