El “heredero ideal”: por qué Lula celebra la candidatura de Flavio Bolsonaro mientras la derecha amenaza con implosionar
La postulación del hijo del expresidente preso para los comicios de 2026 permitiría al oficialismo polarizar al electorado con el argumento de la defensa de la democracia; tiene un alto nivel de rechazo
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BRASILIA.– En el ajedrez del poder en Brasilia, a veces el mejor aliado no es un socio de coalición, sino el adversario ideal. La consolidación de la hipótesis de que el senador Flavio Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro (2019-2022), será el rostro de la derecha para las elecciones presidenciales 2026 ha generado un fenómeno inusual en los pasillos del Palacio del Planalto: una celebración silenciosa.
Mientras el clan Bolsonaro cierra filas para garantizar la continuidad dinástica, el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva respira aliviado al ver cada vez más probable su hipótesis de conflicto preferida. Para el oficialismo, enfrentar al “Hijo 01” permite llevar la elección al terreno de la polarización y la defensa de la democracia, evitando discutir las dificultades de la gestión actual.
El fortalecimiento de la figura de Flavio ocurrió en una agitada semana institucional, marcada por una ofensiva judicial sobre el círculo de hierro bolsonarista. La Cámara de Diputados decretó la pérdida de mandato de Eduardo Bolsonaro –autoexiliado en Estados Unidos– y de Alexandre Ramagem, el exjefe de inteligencia condenado por la intentona golpista.
El cerco se amplió con una operación de la Policía Federal que apuntó contra otras dos “espadas” clave del Partido Liberal (PL) en la Cámara baja: los diputados Sóstenes Cavalcante y Carlos Jordy. Ambos quedaron bajo la lupa por indicios de haber utilizado dietas parlamentarias para financiar gastos inexistentes.
Con el patriarca Jair preso y sus hermanos fuera del tablero, Flavio emerge no solo como el heredero por sangre, sino como el único superviviente del clan con fuero privilegiado. Flavio se presenta como el último bastión del movimiento, un discurso útil para la cohesión interna pero impotente para expandir su base electoral, de acuerdo con sondeos.
Un escenario de pesimismo invadió esta semana San Pablo. Según reportó el periódico Valor Económico, la definición electoral provocó un “choque de realidad” en la Faria Lima, centro neurálgico financiero, desmoronando la esperanza del mercado en una candidatura de consenso del gobernador paulista Tarcisio de Freitas.
En un intento por contener daños, Flavio almorzó el miércoles con 40 empresarios. Allí prometió “autonomía total” para su equipo económico. “Siempre pidieron un Bolsonaro más moderado, y yo siempre fui así”, aseguró a la salida del encuentro.
Pero la realidad conspiró contra su discurso. Flavio llegó a la reunión con tres horas de retraso. Se había quedado en Brasilia votando en comisión el proyecto de ley de la “Dosimetria”, una reducción drástica de penas para los involucrados en los ataques golpistas del 8 de enero de 2023. La bolsa paulista cayó ante la certeza de que la opción técnica pierde espacio frente a la prioridad ideológica.
La jugada también abrió una grieta en la coalición conservadora. El pastor Silas Malafaia, habitual puente entre los evangélicos y el bolsonarismo, rompió lanzas públicamente. En un video que cayó como una bomba en los grupos de WhatsApp, diagnosticó a un Jair Bolsonaro “emocionalmente debilitado”, incapaz de separar los lazos biológicos de la estrategia.

“¿Queremos ganarle a Lula o perder? Lo que está en juego es Brasil”, disparó Malafaia, pidiendo por Tarcisio, en una fórmula con la exprimera dama Michelle.
Para Marco Antonio Teixeira, politólogo de la Fundación Getulio Vargas (FGV), la tensión expone un dilema existencial para el expresidente. “Hay dos escenarios de riesgo. Perder con Flavio permite mantener el control de la máquina del Partido Liberal y sus enormes recursos”, explicó el analista a LA NACION.
Sin embargo, Teixeira advirtió que la estrategia de la “pureza” ideológica tiene un costo judicial alto: “Perder también significa perder la posibilidad de un indulto presidencial, que es lo único que podría resolver los problemas legales de Jair. Por eso, ante la necesidad del indulto, no descarto que Flavio termine aceptando ser vice de Tarcísio al final del camino”.
Los números de la encuestadora Genial/Quaest ofrecen argumentos para ambos bandos. El sondeo trajo un dato que envalentona al senador: en un escenario de primera vuelta, Flavio duplica en intención de voto al gobernador paulista (23% contra 10%). Los números confirman que, sin el apellido Bolsonaro en la boleta, la derecha se atomiza y Tarcísio pierde competitividad.
Sin embargo, la misma encuesta revela el “techo de cristal” que celebra el gobierno. Si bien Flavio gana la interna, pierde la elección general: un 69% de los independientes afirma que “jamás votaría” por él.
“Ningún candidato con un rechazo superior al 60% es viable políticamente”, sentenció Teixeira.
El presidente Lula exhibió esta semana una tranquilidad que contrasta con el nerviosismo opositor. El jueves, al ser consultado sobre su rival, lanzó una frase lapidaria: “No me cabe juzgar a nadie. Que salgan cuantos candidatos quieran. El dato concreto es que nosotros vamos a ganar”. Y dobló la apuesta: “La extrema derecha no volverá a gobernar este país”.
Pero esa confianza choca con la realidad policial. La “tranquilidad” se vio sacudida esta semana por la operación “Sem Desconto” de la Policía Federal, que desbarató una trama de corrupción en el INSS y detuvo al número dos del Ministerio de la Previsión Social. La crisis escaló al salpicar al senador Weverton Rocha, vicelíder del gobierno en la cámara alta.
El escándalo golpea el núcleo íntimo del poder: las investigaciones rozan a empresas vinculadas a un hijo del presidente, reviviendo fantasmas de gestiones anteriores. Lula debió aclarar que “si hay un hijo mío metido, será investigado”.
Con este telón de fondo, la campaña de 2026 ya tiene guión. Horas después de que el Senado aprobara la reducción de penas para los golpistas del 8 de enero, Lula confirmó que la vetará. Al brindar por la candidatura de su rival, el presidente no celebra su popularidad, sino la certeza de que, en el cuarto oscuro, el fantasma del pasado puede seguir siendo su mejor jefe de campaña.
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