El líder del ascenso sin precedente
La duda no es quién ganará los comicios de hoy. La verdadera incógnita que planea sobre Ecuador es cómo Rafael Correa, un virtual desconocido hace poco más de dos años, se convirtió en un fenómeno político con un carisma y una popularidad sin precedente en los últimos 30 años.
En un país marcado por la inestabilidad, por un sistema político corrupto y una enorme crisis de representación, Correa supo canalizar el descontento del electorado enarbolando, desde los inicios de su carrera, una propuesta de profundas transformaciones del Estado y el ataque frontal a los partidos tradicionales y a los grupos de poder económico.
"Capitalizó la crisis del sistema político ecuatoriano y generó una sensación de esperanza", opinó el analista político ecuatoriano Carlos Espinosa.
La inversión social, una política económica nacionalista, una posición antinorteamericana, un marcado enfrentamiento al neoliberalismo (la "larga y triste noche neoliberal", como llama él a la década del noventa) y un fervor por la integración latinoamericana marcaron estos primeros años de gobierno.
Para lograr restablecer el orden, Correa impuso un gobierno duro, que sus opositores tildan de autoritario. Lo que es "totalitario" para sus detractores es "tenaz" para sus seguidores.
Este economista de 46 años, formado en Estados Unidos y Europa, acusa a sus rivales de ser la corrupta elite del pasado que arruinó al país entregando las riquezas nacionales a inversores extranjeros, con los que ahora él negocia con una postura mucho más agresiva.
Desde su llegada al poder, Correa se ocupó de sepultar la vieja "partidocracia" (como en Ecuador llaman despectivamente al juego de los partidos políticos tradicionales) y blindó al Estado para futuras guerras políticas que pudieran terminar con la salida abrupta de los gobiernos.
Mediante la reforma constitucional -que formaba parte de su plataforma de campaña en 2006-, el presidente logró desarticular a los viejos partidos, que llegan vacíos de poder a las elecciones de hoy.
El enorme capital político de Correa le ha permitido tomar decisiones que hicieron mucho ruido, como, por ejemplo, declarar la moratoria de casi el 32% de la deuda externa, estimada en 10.090 millones de dólares, por considerarla "ilegal e ilegítima".
Intolerancia
La oposición critica a Correa por su intolerancia, debido a su constante enfrentamiento con los medios de comunicación y otros sectores como la banca, estudiantes universitarios o maestros, que no coinciden con su visión y que se han visto sometidos a las más mordaces críticas del mandatario.
Sin embargo, el presidente sostiene que todas sus iniciativas políticas contaron con la aprobación en las urnas de la ciudadanía, que en los últimos 25 meses participó de cuatro elecciones y consultas populares.
Aparte de su combativo estilo de gobierno, otra de las claves para comprender la popularidad de Correa es su fuerte gasto en programas sociales, subsidios e inversión en educación y salud. Según datos oficiales, invirtió 2500 millones de dólares en escuelas, hospitales, viviendas e infraestructura.
En esta misma línea, los analistas coinciden en que Correa tiene una gran llegada a la gente por su lenguaje llano, sus frecuentes visitas a barrios populares, escuelas y clínicas públicas, o sus habituales almuerzos en mercados populares.
"La popularidad del presidente es por su cercanía física y emocional con la gente. Física porque ya no es una figura abstracta como era el presidente en el pasado, y emocional porque les habla de igual a igual", opinó el director de la consultora Perfiles de Opinión, Hugo Barber.
Así, en un par de años, los ecuatorianos pasaron de preguntarse cuándo el presidente de turno iba a caer a cuánto más durará el actual en el poder.
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