
España recuperó por la fuerza el islote Perejil
Marruecos acusó a los españoles de declarar una guerra
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MADRID.– Empezó hace siete días y casi en tono de farsa. Pero España quiso dar ayer señales de cuán en serio se lo tomaba y movilizó fragatas misilísticas, aviones F-18 cargados con bombas y tropas especiales con los que logró desalojar a los marroquíes que ocupaban el inhóspito islote Perejil, en la costa africana del Mediterráneo.
Antes de lanzar todo ese despliegue, Madrid había constatado que las fuerzas de ocupación eran apenas seis soldados que maldormían en carpas, según admitió su ministro de Defensa, Federico Trillo. La conjetura es que los marroquíes habían perpetrado su invasión a bordo de un gomón. O –quizá– un bote de remos, lanzado desde la costa de Marruecos, a sólo 200 metros.
Tras el ingreso de las tropas españolas en el islote, Marruecos advirtió que semejante reacción de Madrid equivalía a una “declaración de guerra”, y logró el apoyo de la Liga Arabe para exigir la retirada ibérica del peñasco.
Para entonces, en Madrid muchos se preguntaban cuándo y cómo terminaría esto. El islote es apenas más grande que un campo deportivo, carece de otro recurso más que el del perejil salvaje al que debe su nombre y lo cierto es que España y Marruecos adormilaron durante años una disputa de soberanía en la que ninguno parecía muy enfrascado.
Hasta que, hace siete días, un grupo de soldados marroquíes se instaló allí e izó la bandera roja con la estrella. Muchos vieron tras ese gesto el temperamento de Mohammed VI, el rey aluita. Pero hasta ayer el monarca no había hablado de la crisis, enfrascado en los festejos de su casamiento.
Ayer terminaron los fastos y el joven puso manos a la obra. Primero, su canciller, Mohammed Benaissa, dijo que la reacción española era una “declaración de guerra”.
Luego, el propio monarca la calificó de “agresión flagrante”. Rara vez el criterio del rey es discutido por los marroquíes. Mohammed denunció, además, que el despliegue de efectivos peninsulares –entre los que enumeró portaaviones y submarinos– “no guarda dimensión con el problema”.
Lo cierto es que la escalada parecía ayer fuera de todo cauce de previsibilidad. “No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar”, argumentó el ministro de Defensa español cuando compareció en el Congreso.
Al cierre de esta edición, la expectativa era que España accediera a negociar una retirada de Perejil, a cambio de que Marruecos afirmara su disposición a normalizar relaciones.
Por lo que se supo, no hubo heridos durante los minutos que duró el desalojo de Perejil. Con expresión entre adormilada y sorprendida en su rostro, según pudo verse en imágenes del operativo, los seis soldados marroquíes que allí estaban fueron llevados al territorio español de Ceuta –el más próximo de bandera al islote– y desde allí se los repatrió a Marruecos. Para eso, sólo necesitaron cruzar un portón.
El operativo comenzó a las 6. Mientras el Mediterráneo se agitaba con aviones y fragatas, España amanecía. Cuando terminó de hacerlo, se encontró con que la televisión mostraba dos soldados izando la bandera española entre las piedras, en el mismo sitio donde antes lo hicieron los marroquíes. Muchos no podían creer lo sucedido.
Apenas finalizada, la alianza militar de Occidente –la OTAN– aplaudió el “éxito” de la primera operación militar con que debutó en el siglo su integrante español. Bruselas, en nombre de la Unión Europea, se solidarizó con España y llamó al restablecimiento de relaciones entre los dos países.
Marruecos guardaba silencio.
En España hubo un rato de eufórico sentimiento patriótico. Tanto el ministro de Defensa como la canciller Ana Palacio –que eligió vestir un tailleur en los tonos de la bandera española– comparecieron en el Congreso. “Ahora queremos normalizar las relaciones con Marruecos”, dijo la funcionaria. Era, desde su óptica, hora de barajar y dar de nuevo. Entonces fue cuando se reanudaron las sorpresas. Como se dijo, Marruecos tomó lo sucedido como una declaración de guerra.
Según el ministro Benaissa, anteanoche –horas antes del desembarco español– se había llegado a “un acuerdo para la retirada condicional de los soldados marroquíes” del islote, como resultado de una gestión mediadora de los Estados Unidos.
Un acuerdo roto
“La condición era una garantía expresa de que España no pisaría jamás Perejil”, dijo el canciller marroquí. Añadió que su par española, Palacios, había “aceptado el acuerdo durante la noche”, horas antes de que empezara el desembarco.
Ante los dichos de Rabat, la cancillería española emitió un comunicado en el que consideró “exagerado” hablar de declaración de guerra y ofreció normalizar las relaciones diplomáticas. Y nada dijo sobre el supuesto acuerdo del que hablaba Benaissa.
Por entonces, según trascendió, la canciller Palacios mantenía una reunión de urgencia con José María Aznar. El gobierno español hizo saber que el rey Juan Carlos de Borbón fue informado “en forma permanente” sobre la evolución del conflicto.
El principal partido de oposición, el Socialista Obrero Español (PSOE), expresó su respaldo al gobierno en esta crisis. “Somos responsables y actuaremos responsablemente”, dijo su líder, José Luis Rodríguez Zapatero.
A pesar de la dureza de los cruces, tanto España como Marruecos incorporaron mensajes en favor de la normalización de relaciones. “Estamos dispuestos a dialogar siempre que las tropas españolas se retiren”, dijo el canciller Benaissa. Al anochecer se supo que Madrid podría “acceder a negociar” un gesto de ese tipo.
Si eso sucede, quizá se desactive el conflicto por Perejil. Que, según afirman muchos en España, “ni siquiera tiene nombre serio”.
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