Guerra en Ucrania: Vladimir Putin es el idiota más peligroso del mundo
Tras la serie de reveses, el presidente ruso se encuentra en una encerrona en la que no puede ganar, y tampoco perder ni detenerse
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NUEVA YORK.- Últimamente no escribo mucho sobre la guerra en Ucrania porque es muy poco lo que ha cambiado desde el punto de vista estratégico y los tres datos dominantes que impulsan el conflicto siguen siendo los mismos que a principios del año pasado.
Primer dato: como escribí en aquel momento, cuando se desata una guerra de esta magnitud, la pregunta clave que debe hacerse un columnista de temas internacionales es la siguiente: ¿dónde tengo que estar? ¿Debería estar en Kiev, en el Donbass, en Crimea, en Moscú, Berlín, Bruselas o Washington?
Y desde el inicio de esta guerra, hay un solo lugar donde uno puede estar si quiere entender los tiempos y la trayectoria del conflicto, y es adentro de la cabeza de Vladimir Putin. Lamentablemente, Putin no otorga visas para visitar su cerebro.
Es un verdadero problema, porque esta guerra sale enteramente de ahí, y como bien sabemos ahora, casi sin consultarlo con su gabinete ni los altos mandos militares, y ciertamente sin ninguna presión de masas del pueblo ruso. O sea que Rusia solo se detendrá en Ucrania, gane o pierda, cuando Putin lo decida.
Eso nos lleva al segundo dato: Putin nunca tuvo plan B. Es obvio que pensó que iba a entrar a Kiev lo más campante, tomar la ciudad en una semana, instalar a un presidente títere, que iba a meterse a Ucrania en el bolsillo y así poner fin a cualquier expansión cultural de Occidente, la Unión Europea (UE) o la OTAN en dirección a Rusia. A partir de ese momento, su sombra se cerniría sobre todo el continente europeo.
Y eso nos conduce al tercer dato que está presente desde un principio: Putin se puso él mismo en una situación en la que no puede ganar, ni perder, ni detenerse. Para empezar, ya no hay forma de que tome el control de toda Ucrania, pero al mismo tiempo, después de la pérdida de vidas y de recursos de los rusos, tampoco puede permitirse una derrota. Así que no puede parar.
Por decirlo de otra manera, como nunca tuvo un plan B, Putin está destinado a bombardear punitiva e indiscriminadamente las ciudades y la infraestructura de Ucrania -una extenuante guerra de desgaste-, con la esperanza de hacer sangrar lo suficiente a los ucranianos y de causar suficiente agotamiento entre sus aliados occidentales como para poder quedarse con una enorme porción rusahablante de Ucrania del este que pueda venderle al pueblo ruso como una gran victoria.
O sea que el plan B de Putin es ocultar que su plan A fracasó. Si su “operación militar especial” tuviera un nombre honesto, sería “operación salvar las apariencias”.
Y por eso esta guerra es una de las más ruines y sin sentido de la historia moderna: un líder que destruye la infraestructura civil de otro país hasta que el humo de las bombas tape el hecho de que el líder ha sido un reverendo idiota.
Su discurso del martes por el Día de la Victoria deja al descubierto que hoy Putin intenta desesperadamente encontrar una lógica que le permita justificar haber lanzado una guerra por su fantasía personal de que Ucrania no es un país, sino parte de Rusia.
En su discurso, dijo que su invasión fue provocada por “los globalistas y las élites” de Occidente, que “hablan de su exclusividad, dividen a la sociedad, generan conflictos y levantamientos sangrientos, siembran el odio, la rusofobia, el nacionalismo agresivo, y destruyen los valores familiares tradicionales que nos hacen personas”.
¡Guau! ¿Así que Putin invadió Ucrania para preservar los valores familiares rusos? ¿Alguien lo sabía? Eso es un líder tratando de explicarle a su pueblo por qué lazó una guerra contra un vecino débil al que ni siquiera considera un país.
Y muchos se preguntarán qué necesidad tiene un dictador como Putin de disfrazar las cosas, ¿o acaso no puede hacer que la gente crea cualquier cosa que a él se le ocurre?
Creo que no, y basta con observar su actitud para darse cuenta de que hay dos temas que hoy a Putin lo atemorizan bastante: los cálculos de la gente y la historia rusa.
Para entender esos temores, primero hay que entender la atmósfera que lo rodea, que se parece bastante a la letra de la canción “Everybody Talks”, de una de mis bandas de rock favoritas, Neon Trees. El estribillo dice así: “Hey, nena, ¿por qué no me mirás?/ Podría ser tu nueva adicción/ Hey, nena, ¿qué tenés para decir?/ Todo lo tuyo es ficción./ Soy una esponja de pena, y me pasa todo el tiempo/ Y veo que todos hablan, hablan y hablan/ Y todo empezó con un murmullo.”
Una de las lecciones más importantes que he aprendido como corresponsal desde países autocráticos es que sin importar lo estricto de la vigilancia ni la brutalidad de su dictador, TODOS HABLAN.
Saben quién roba, quién engaña, quién miente, quién tiene una aventura con quién. Todo empieza con un murmullo, y muchas veces no pasa de ahí, pero hablar, hablan todos.
Y por supuesto que Putin también lo sabe. Sabe que aunque arrebate unos miles de kilómetros más en el este de Ucrania y controle Crimea, no bien detenga esta guerra, todo su pueblo hará los cálculos de su plan B, y esos cálculos empiezan con una resta…
La semana pasada, la Casa Blanca informó que unos 100.000 combatientes rusos han muerto o resultado heridos en Ucrania en los últimos cinco meses, y unos 200.000 desde que Putin lanzó esta guerra, en febrero de 2022.
Es una enormidad de víctimas, incluso para un país grande, y puede verse que a Putin le preocupa que su gente empiece a hablar de eso, porque más allá de criminalizar cualquier forma de disidencia, en abril apuró la aprobación de una nueva ley que penaliza escapar del reclutamiento. Ahora, cualquier reservista que sea convocado y no se presente enfrentará restricciones bancarias, para vender propiedades, y hasta para sacar el registro de manejo.
Putin no llegaría a tal extremo si no tuviera miedo de que todos empiecen a murmumar sobre el pésimo rumbo de la guerra y cómo evitar terminar en el frente.
Crímenes de guerra
Conviene leer el reciente ensayo publicado en The Washington Post por Leon Aron, historiador de la Rusia de Putin y académico del American Enterprise Institute, sobre la visita que hizo Putin en marzo a la ciudad ucraniana de Mariupol, hoy ocupada por Rusia.
“Dos días después de que la Corte Penal Internacional lo acusara de crímenes de guerra y emitiera su orden de captura, Putin estuvo un par de horas en Mariupol. Fue filmado en el ‘microdistrito de Nevsky’, visitando un nuevo edificio de departamentos y reunido con los agradecidos nuevos ocupantes. Y cuando ya se estaba retirando, en el video se escucha una voz apenas audible que grita a la distancia: ¡Eto vsyo nepravda! ¡Todo esto no es verdad!”
Aron me dijo que después los medios rusos borraron ese tramo del audio, pero el simple hecho de que alguien lo haya dejado pasar habla de un posible acto subversivo de algún funcionario jerárquico de los medios estatales rusos. Todos hablan, siempre.
Y eso nos lleva a otra de las cosas que Putin sabe. “Los dioses de la historia rusa son implacables ante la derrota militar”, apunta Aron, y agrega que en la era moderna, “cuando un líder ruso termina derrotado claramente en una guerra, o simplemente no gana, suele sobrevenir un cambio de régimen.
Lo vimos en 1856 después de la Guerra de Crimea, después de la guerra ruso-japonesa, después de los reveses de Rusia en la Primera Guerra Mundial, después de la retirada de Kruschev de Cuba en 1962, y después de la encerrona de Brezhnev y compañía en Afganistán, que aceleró la perestroika y la glasnost de Gorbachov. A pesar de su famosa paciencia, el pueblo ruso puede perdonar muchas cosas, pero no la derrota militar”.
Por eso Aron cree que el actual conflicto en Ucrania está lejos de terminar, y que hasta entonces todavía puede empeorar, y mucho.
“Ahora Putin tiene dos maneras de poner fin a esta guerra que no puede ganar y de la que tampoco puede retirarse”, señala Aron. “Una opción es seguir hasta que Ucrania se desangre y/o que el agotamiento de Ucrania se contagie en Occidente.”
Su otra opción, dice Aron, “es encontrar la forma de forzar un enfrentamiento directo con Estados Unidos, arrastrarnos a todos al borde del abismo de un intercambio nuclear estratégico total, luego dar un paso atrás, y a continuación proponerle a un aterrado Occidente un acuerdo genérico, que incluiría una Ucrania neutral y desarmada y la conservación de Crimea y el Donbass para Rusia”.
Meterse en la cabeza de Putin y predecir su próximo movimiento es imposible, pero yo personalmente estoy preocupado. Porque lo que sí sabemos a partir de sus acciones y su actitud es que Putin sabe que su plan A fracasó. Y ahora hará lo que sea para salir con un plan B que justifique las terribles pérdidas que ha acumulado en nombre de un país donde todo el mundo habla y donde los líderes derrotados no pasan a retiro pacíficamente.
Traducción de Jaime Arrambide
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