Guerra Rusia-Ucrania. Ahora los rusos ven una nueva cara de Vladimir Putin: un líder que los arrastra a la guerra
El país amaneció en estado de shock tras enterarse de la entrada en un conflicto que no creían necesario ni posible
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MOSCÚ.- Los rusos creían conocer a su presidente. Se equivocaban. Y ahora es demasiado tarde. Durante la mayor parte de sus 22 años en el poder, Vladimir Putin se presentó ante los rusos con un aura de tranquila determinación, como un líder astuto en el manejo del riesgo para pilotear el país más extenso del mundo en medio de las traicioneras tormentas de la actualidad.
Pero su invasión a Ucrania refuta esa imagen y revela una cara totalmente distinta: la del líder de una superpotencia nuclear que arrastra a su país a una guerra sin solución previsible, que con toda certeza sepultarán las tres décadas de intentos postsoviéticos de Rusia para encontrar su lugar en un orden mundial pacífico.
Los rusos amanecieron este jueves en estado de shock, tras enterarse de que Putin, en un mensaje al país transmitido a las 6 de la mañana, había ordenado un asalto a gran escala contra “nuestro país hermano”, tal como suelen referirse a Ucrania los rusos de todo el espectro político. Las personalidades públicas de tendencia liberal que hace años tratan de conciliar y adaptarse al creciente autoritarismo de Putin quedaron reducidos a tener que postear en las redes sociales su oposición a una guerra no que no tuvieron modo de impedir.
Y en los círculos de política exterior de Moscú, donde la abrumadora mayoría de los analistas insiste desde hace meses que la concentración de tropas rusas alrededor de Ucrania no era más un sofisticado y astuto artilugio de Putin, ahora tuvieron que admitir que habían equivocado garrafalmente su evaluación de un hombre al que vienen estudiando desde hace décadas.
“Todo lo que creíamos resultó ser equivocado”, dice uno de esos analistas internacionales radicados en Moscú, que insiste en conservar su anonimato porque admite estar totalmente perdido. “No entiendo ni los móviles, ni los objetivos, ni qué resultado espera obtener”, dice otro analista. “Es todo muy raro.”
“Siempre hago esfuerzos por comprender a Putin”, dice la analista internacional Tatiana Stanovaya, de la consultora política R. Politik. Pero ahora, dice, la lógica parece haber tocado un límite. “Se ha vuelto menos pragmático y más temperamental”.
En la televisión estatal rusa -la herramienta de propaganda más poderosa de Putin-, el Kremlin trató de proyectar una sensación de normalidad. Los medios de comunicación estatales describieron la invasión no como una guerra, sino como una “operación militar especial” acotada al este de Ucrania. Putin se mostró reunido con el primer ministro de Pakistán, Imran Khan, que estaba de visita en Rusia, como si siguiera con su agenda de trabajo cotidiana.
“Este no es el comienzo de una guerra”, dijo en televisión Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores. “Nuestro deseo es prevenir una evolución de los hechos que sí podrían escalar en una guerra global”.
Sin embargo, el mercado de valores de Rusia se desplomó un 35% y los cajeros automáticos se quedaron sin dólares. A través de internet -que todavía funciona mayormente sin censura-, los rusos vieron a sus jactanciosos militares sembrar la devastación en un país vecino, donde millones de ellos tienen familiares y amigos.
Muchos de esos rusos habían aceptado el relato del Kremlin de que el suyo era un país amante de la paz y que Putin era un líder pragmático y cuidadoso. Después de todo, muchos rusos siguen creyendo que fue Putin quien sacó a su país de la pobreza y el caos de la década de 1990 y lo convirtió en un lugar con un nivel de vida decente y digno de respeto internacional.
“Es muy raro que Rusia salga a atacar a alguien”, dijo una jubilada rusa de 60 años mientras caminaba por el impresionante parque moscovita de Zaryadye, diseñado por arquitectos internacionales para la Copa Mundial de Fútbol de Rusia 2018. “Esto nunca había pasado en la historia.”
Como muchos entrevistados, la mujer no quiso revelar su nombre por temor a que la guerra traiga aparejada una ola de represión contra las libertades individuales.
Arrestos masivos
Una de las pocas activistas de los derechos humanos que van quedando en el país, Marina Litvinovich, convocó a una protesta contra la guerra en Moscú, y fue arrestada de inmediato. La plaza Pushkin, donde había sido convocada la marcha, fue rodeada de vehículos policiales y fuerzas antidisturbios. Un actor posteó la directiva que recibió del teatro estatal donde trabaja en Moscú, donde se afirmaba que “cualquier comentario negativo” sobre la guerra sería considerado como “traición” por las autoridades.
En los últimos tres meses, mientras los funcionarios estadounidenses advertían que la acumulación de tropas de Putin era el preludio de una invasión, los rusos rechazaban esas afirmaciones y las atribuían a la falta de comprensión de Occidente sobre la voluntad de Putin de gestionar el riesgo y evitar movimientos precipitados de consecuencias impredecibles. Y con las principales figuras de la oposición encarceladas, exiliadas o reducidas al ostracismo, lo cierto es que no había personalidades públicas con influencia suficiente para organizar un movimiento antibélico.
Algunas figuras públicas vinculadas al gobierno dieron marcha atrás, aunque admitieron que era demasiado tarde. A principios de este mes, en su programa nocturno en la televisión estatal, el famoso comediante Ivan Urgant había ridiculizado la idea de una guerra inminente. Este jueves, en su cuenta de Instagram, Urgant publicó las palabras “miedo y dolor” sobre un fondo negro.
Ksenia Sobchak, otra celebridad de la televisión cuyo padre fue alcalde de San Petersburgo y mentor de Putin en la década de 1990, publicó en Instagram que a partir de ahora solo creerá “en los peores escenarios posibles” sobre el futuro de su país. Días antes, había elogiado a Putin como un “político adecuado y adulto” en comparación con sus homólogos de Ucrania y Estados Unidos.
“Ahora todos somos rehenes de esta situación”, escribió este jueves. “No hay salida. Y nosotros, los rusos, tardaremos muchos años en escapar de las consecuencias de este día”.
Los analistas dicen haber notado que durante la pandemia se produjo un cambio en Putin, un hombre que se aisló en una burbuja de distanciamiento social sin precedentes entre los líderes occidentales. Desde su aislamiento, a Putin se lo veía cada vez más ofuscado y temperamental, y empezó a referirse a su “misión” en términos históricos.
El politólogo Gleb Pavlovsky, que fue asesor cercano de Putin hasta que se distanciaron en 2011, dice estar muy sorprendido por la siniestra descripción que hizo Putin del presidente de Ucrania, al que calificó de “grave amenaza para Rusia”, en su largo discurso del lunes.
“No tengo idea de dónde sacó eso, porque parecía estar leyendo algo totalmente ajeno”, dice Pavlovsky. “Se ha convertido en un hombre aislado, más aislado de lo que estaba Stalin”.
La analista Stanovaya dice que la obsesión de estos últimos años de Putin con la historia ya se había vuelto crucial para comprender sus motivaciones. De otra forma, una guerra con Ucrania resultaría estratégicamente inexplicable, porque no tiene clara resolución, provocará un inevitable aumento de los sentimientos antirrusos en el extranjero, e implica una escalada del conflicto de Rusia con la OTAN.
“Putin se ha colocado en un lugar donde se siente más importante, más interesante, y más convincente a la hora de luchar para hacer justicia histórica por las prioridades estratégicas de Rusia”, dijo Stanovaya.
Según la analista, todo indica que la élite gobernante que rodea a Putin realmente no se vio venir la guerra y no supo cómo responder. Más allá de las personalidades de la televisión estatal y los políticos pro-Kremlin, son muy pocos los rusos destacados que se manifestaron en en apoyo de la guerra.
Pero eso no significa que Putin corra riesgo de algún golpe de Estado palaciego, dice Stanovaya, dado su estricto control sobre el inmenso aparato de seguridad del país y su generalizada represión de la disidencia durante el último año.
“A Putin le queda cuerda para actuar durante mucho tiempo”, dice Stanovaya. “Dentro de Rusia, prácticamente no corre riesgo político.”
Anton Troianovski
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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