La acusación a Obama se diluye sin las pruebas
La Casa Blanca no presentó evidencias del supuesto espionaje a Trump ordenado por el ex presidente
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WASHINGTON (De nuestra corresponsal).- Muchos temen que se convierta en tendencia. Lo cierto es que otra explosiva acusación vía Twitter del presidente Donald Trump cosechó dosis de descrédito tanto en medios institucionales como entre los propios legisladores republicanos.
Esta vez la cautela -por así llamarla- fue la reacción extendida ante la explosiva acusación del presidente, que, sin prueba alguna, atribuyó haber sido víctima de "escuchas ilegales" nada menos que por parte del ex mandatario Barack Obama. Eso dijo Trump el sábado a través de su cuenta de Twitter. En la mañana ayer era evidente que a la Casa Blanca le costaba mantener el argumento.
Hasta el FBI hizo saber su malestar. Su titular, James Comey, deslizó no sólo que la afirmación presidencial "no era cierta", sino que pidió al Departamento de Justicia que lo dejara en claro. La posición del investigador jefe se conoció por la vía informal. No hubo comunicado. Pero el mensaje llegó a las redacciones de esta capital: la advertencia era que el FBI no admitiría ser involucrado en actividades de escucha ilegal.
A la Casa Blanca le tocó lidiar con el nuevo expediente sin contar con cartas fuertes. El vocero presidencial, Sean Spicer, ensayó una tibia respuesta de respaldo. "Seguramente, algo de eso ha habido", deslizó. Luego, recogió velas con la advertencia de que ni el propio Trump ni la Casa Blanca harían más comentarios. "Queda en manos del Congreso investigar y llegar al fondo", sostuvo Spicer.
Fue la cima de expresiones previas por parte de otras dos voceras del magnate: Kellyanne Conway y Sarah Huckabee Sanders, esta última en su condición de segunda vocera de la sede presidencial.
Sin sorpresas, desde la oficina de Obama se calificó de disparate la pretensión de Trump de haber sido objeto de escuchas ilegales por parte del ex mandatario.
La incredulidad se instaló entre los propios republicanos. Costaba ayer encontrar alguno que diera sustento a los dichos del presidente. "Hasta el momento no he visto ninguna prueba directa que respalde" la denuncia, tuvo que admitir el republicano Jason Chaffetz, que lidera el Comité de Supervisión Gubernamental de la Cámara baja.
Similar posición habían adelantado ya otros legisladores partidarios. "No tengo evidencia alguna", coincidió, por caso, el senador por Florida Marco Rubio. "Imagino que el presidente nos dirá algo...", aventuró.
Los principales medios en esta ciudad ardieron y en notas editoriales reclamaron precisiones sobre tan severa acusación.
"Da la impresión de que la Casa Blanca se ve obligada a justificar cualquier cosa que diga el presidente", sostuvo el sitio Politico, de amplia audiencia en esta ciudad.
Otros intentaron dar contexto a la afiebrada denuncia presidencial. Tanto The Washington Post como The New York Times hablaron de un nuevo arranque de "cólera presidencial" durante el fin de semana por lo que parece ser una máquina de gestión que no termina de arrancar.
"Pocas veces vimos al presidente tan molesto", dijeron fuentes citadas por ambos rotativos. Según el mismo relato, un rato después, el presidente accedió a su cuenta de Twitter y habría descargado esa teórica frustración en ella.
No se sabe. Lo que sí está claro es que ayer tampoco hubo evidencias de semejante acusación y que la incredulidad empezaba a acosarla.
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