La batalla del corazón
1968
Quería seguir los pasos de su padre, dentista, pero la fascinación por la cirugía pudo más, al punto que se convirtió en uno de los mejores del mundo. Fue noticia en la década del 60, aquella que quedó grabada a fuego por una serie de notables avances en la medicina cardiovascular y en la que se estableció también una suerte de "carrera" de egos personales entre los mejores especialistas. Una década en la que la noticia de los trasplantes se seguía con tanto interés en los diarios y la TV como las misiones a la Luna.
Denton Cooley, nacido en Houston el 22 de agosto de 1920, ya era un cirujano de renombre y había fundado el Instituto del Corazón, en Texas, cuando, el 3 de diciembre de 1967, recibió la noticia de que Christian Barnard había realizado en Sudáfrica el primer trasplante cardíaco de la historia al paciente Louis Washkansky.
"Quedé pasmado, y vaticiné un fracaso en 48 horas. La verdad es que sentí envidia, pero, como ya no podía ser el primero, quería por lo menos participar de la aventura", dijo Cooley años más tarde.
El 3 de mayo de 1968, Cooley realizó el primer trasplante cardíaco en los Estados Unidos, y el 4 de abril de 1969 se convirtió en el primero en implantar un corazón artificial, diseñado por el argentino Domingo Liotta. El paciente, Haskell Karp, vivió tres días, lo suficiente como para que apareciera un donante. Karp murió al día siguiente de recibir el corazón humano, a raíz de una serie de complicaciones. El caso provocó críticas en el mundo de la ciencia. La polémica estaba instalada. Sin embargo, Cooley ya había dejado su impronta en una década en la que también descolló Michael DeBakey -con quien tuvo más de un roce- y que tuvo un hito local con la operación realizada el 31 de mayo de 1968 por el doctor Miguel Bellizi en la Clínica Modelo de Lanús, aunque su paciente vivió sólo 94 horas.
Al año siguiente, Cooley visitó la Argentina para participar junto a Liotta de un programa de televisión y para dar una charla en el Hospital Escuela General San Martín.
2004
Cooley repitió su visita a Buenos Aires en 1974, oportunidad en que fue condecorado con la Orden de Mayo en el grado de oficial, y en 2000, cuando recibió el galardón de Científico del Año. Son apenas dos de las decenas de distinciones internacionales que obtuvo.
El cardiocirujano nacido en Texas y su equipo han superado la barrera de las 100.000 operaciones a corazón abierto, más que ningún otro en el mundo. Según sus colegas, su mayor aporte ha sido la simplificación de los procedimientos quirúrgicos, lo que le permitió realizar hasta seis intervenciones por día. Su especialidad ha sido la reparación y el reemplazo de válvulas, el tratamiento de cardiopatías congénitas y de anomalías cardíacas en niños.
En 1985 recibió un duro golpe anímico con el suicidio de una de sus cinco hijas. Cuatro años más tarde, en medio del derrumbe de los precios de las propiedades y del petróleo –Cooley también se dedicaba a los negocios–, se declaró en bancarrota. Pero se recuperó.
El 10 de abril de 2000 le implantó a Lois Spiller, de 52 años, un nuevo modelo de corazón artificial, el Jarvik 2000, que le permitió vivir 79 días, hasta la aparición de un donante. El agradecimiento de Spiller se tradujo en su activismo en favor de la donación de sangre y de órganos.
El 18 de agosto de 1998, Cooley realizó una operación que fue transmitida por Internet. Pero en eso tampoco pudo ser el primero: un médico de Seattle le ganó por apenas un día.
En los últimos años se mantuvo en actividad, pero su presencia en el quirófano se espació. "Mi espalda ya no es la misma de antes", confió. A pesar de admitir que no sigue una dieta muy estricta, conserva el mismo peso que cuando jugaba al basquet en la universidad, y aboga por mejorar la alimentación, combatir la obesidad y fomentar el ejercicio en niños y jóvenes.
Casado desde hace 53 años con Louise Thomas, Cooley hoy dice que disfruta estar en su rancho, en su casa sobre el mar en Galveston, del golf y la lectura de biografías, novelas históricas y, especialmente, de Gore Vidal.
"La gran recompensa de todo esto es haber salvado una vida. Nada puede compararse con eso", señaló alguna vez, al resumir la batalla de su vida, la del corazón.