La izquierda regional busca emerger en un escenario de desencanto
"Si a la izquierda le toca perder terreno, que lo pierda y aprenda, porque tendrá que volver a empezar", decía el expresidente uruguayo José "Pepe" Mujica en marzo de 2016, cuando la derecha pasaba a ser la fuerza dominante en América Latina luego de más de una década de gobiernos mayoritariamente progresistas.
Pues bien, pasados cinco años de predominio conservador, la izquierda regional está volviendo a empezar, aunque el propio partido del expresidente uruguayo, el Frente Amplio, que resistió la corriente conservadora de otros países, finalmente cedió el poder a la derecha del Partido Nacional en 2020 luego de tres presidencias consecutivas.
La victoria del partido de Evo Morales en Bolivia el 8 de noviembre pasado hizo decir a muchos observadores –felices, impasibles o alarmados, según su alineamiento–, que el péndulo de la región se movía nuevamente hacia el progresismo, aunque de manera menos determinante que en la década del 2000.
"Cuando se detuvo el boom de las materias primas los pueblos empezaron a sentir un estancamiento. De alguna manera la gente había logrado tener un mejor nivel de vida, pero eso se estancó. Sin nuevas expectativas, esto se puso de manifiesto con las protestas de Chile y otros países en 2019, así como en algunas elecciones. Luego vino la pandemia, que terminó por concientizar a buena parte de la población de la región sobre esa vida complicada, de medianía y bajos ingresos", dijo a LA NACION el politólogo venezolano Ricardo Sucre.
"La combinación de esos dos factores, el estancamiento previo y la pandemia, hizo que esta izquierda vuelva a ser una opción de poder. Yo diría que por eso resurge", agregó Sucre, académico de la Universidad Central de Venezuela.
Ahí se miró con buenos ojos a figuras familiares del progresismo. El MAS de Evo escaló de nuevo a la cumbre en Bolivia solo un año después de su caída. Y lo hizo de la mano de Luis Arce, elegido presidente tras el gobierno interino de derecha de Jeanine Áñez que no acertó a seducir a la población.
Menos popular que en sus mejores momentos, Evo logró mantener de su lado a un sector considerable del electorado boliviano, leal al líder que en sus buenos tiempos levantó la calidad de vida a niveles hasta entonces desconocidos.
Para cuando el progresista Arce ganó las elecciones, no solo el gobierno argentino sino también el mexicano ya marchaban en esa vereda política. Y elplebiscito constitucional de Chileel año pasado a su manera la reforzó, con un rechazo al texto heredado de la dictadura, considerado elitista, y el clamor por una Constitución más inclusiva.
Ecuador acentuaría esa tendencia en caso de que se impusiera en este ciclo electoral Andrés Arauz, candidato de la fuerza del expresidente Rafael Correa (2007-2017), una figura central de aquellos días de victorias arrolladoras de la izquierda continental, pero exiliado en Bélgica desde que dejó el gobierno.
"Veo esas ‘pinceladas’, pero no un viraje continental a la izquierda o la centroizquierda. No hay grandes movimientos sociales, hay electorados pendulares en la mayoría de los países que no marcan una evolución", matizó recientemente el diplomático costarricense Jorge Urbina, exembajador ante la ONU y la Corte Internacional de la Haya.
Recesión
Sean pinceladas, cuadros o murales, en este entrevisto reverdecer del progresismo cabe preguntarse cuál es el presente y el alcance de las izquierdas regionales y, como diría Mujica, qué enseñanzas fueron sacando en estos últimos años.
¿Cómo volvieron? ¿Son mejores versiones de sí mismas? ¿Tienen mejores propuestas y prácticas que sus rivales? Preguntas cruciales a la hora de sacar a América Latina de la recesión, la desigualdad y el malestar que ya arrastraba y que la crisis del coronavirus profundizó.
La pandemia, según Ricardo Sucre, fue clave para acelerar el desencanto con los líderes de Brasil, Perú, Ecuador, Chile y Colombia, todos de derecha y percibidos por la opinión pública con limitaciones para lidiar con la crisis, con medidas tibias, descoordinadas y a destiempo.
Y la economía que se pretendía mantener en movimiento también se terminó de desbarrancar. El Banco Mundial y la Cepal anticipan una histórica caída de la economía de América Latina de un 8% a un 9% en 2021, con más de un tercio de la población en la pobreza, un desafío enorme para dirigentes de cualquier corriente ideológica.
Las banderas de la izquierda, desde luego, son las mismas de antes, de siempre, las de un fuerte énfasis en la equidad social. Pero el contexto es diferente al de hace dos décadas. Además, el desencanto ciudadano no significa un cambio automático a opciones alternativas.
Para Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, con sede en Washington, no hay a la vista una reedición de la "marea rosa" o la "patria grande" que caracterizó la tendencia progresista de la década del 2000. A juicio de este especialista, lo que está emergiendo son más bien fuerzas dispersas sin el atractivo ni el vigor del pasado.
"En ninguna parte de la región hay políticos de izquierda con la combinación de visión, carisma, poder, alcance y entusiasmo público que caracterizaron a Luiz Lula da Silva, Hugo Chávez, Fidel y Raúl, Rafael Correa, Evo Morales o Ricardo Lagos, o incluso Cristina Kirchner. Casi todos terminaron cometiendo tremendos errores, pero todos demostraron un enorme talento político, capacidad para lograr sus objetivos –sensatos o no– y capacidad de gobierno", dijo Hakim a la nacion.
Conductas
En el rubro de enseñanzas, queda por ver si con el regreso a los primeros planos regresan también determinadas conductas más bien cuestionables de algunas de sus figuras, como la tendencia a permanecer en el poder que manifestaron en su momento Correa en Ecuador y Evo en Bolivia, y como viene haciendo, con más éxito, el chavismo de Nicolás Maduro, quien siente un amor sin barreras por la presidencia.
Es el régimen venezolano, precisamente, lo que la derecha dice temer que se reproduzca en sus propios países. Pero incluso Correa y Evo, dos aliados de la primera hora, supieron distanciarse de las posiciones políticas y económicas más extremas del chavismo, un tinglado de mecanismos confiscatorios y represivos que ahogó a la empresa privada, desbarató a la oposición, amordazó a los críticos y hundió al país en una crisis sin precedentes, además de expulsar a millones de ciudadanos fronteras afuera.
"En principio diría que los movimientos progresistas aprendieron la importancia de la alternancia, de los pesos y contrapesos, de que no pueden ser gobiernos dinásticos, aunque sean muy eficientes, aunque distribuyan mucho socialmente. Pero no lo tengo del todo claro. La lección es que eventualmente los pueblos también rechazan no solo una mala gestión económica sino también el deseo de perpetuarse en el poder", dijo Sucre.
Mientras tanto, el Frente Amplio, a todas luces una fuerza democrática ejemplar, se encuentra en plena revisión luego de la derrota sufrida a fines de 2019 frente al Partido Nacional de Luis Lacalle Pou. A su manera, entonces, el FA también tiene nuevas cosas que aprender.
"Estamos en un proceso de autocrítica muy fuerte. Seguramente por muchas cosas, todas seguramente tienen razón: no conectamos con la gente, la gente está cansada, la gente al Frente le demanda cosas y no las pudo dar. Quizá también hubo soberbia", dijo el exsenador Rafael Michelini.
Según Hakim, el ascenso de la izquierda tiene mucho que ver con lo hecho (o no hecho) por sus adversarios. "La única esperanza de éxito de la izquierda en el futuro cercano es la debilidad, falta de dirección y comportamiento errático de la derecha política", sentenció.
Todo lo cual confirma otra definición de Mujica en aquella entrevista de 2016. "La historia humana es una lucha permanente por tiempos conservadores y tiempos distribuidores, es pendular. Esas dos caras han existido siempre y disputan. Esas dos caras tienen deformaciones", concluyó.
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