
Masiva condena a ETA en Sevilla
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SEVILLA.- Esta ciudad, capital de Andalucía, fue ayer un enorme funeral. La gente tomó las calles en una impresionante protesta por el asesinato del concejal Alberto Jiménez Becerril y su esposa por terroristas de ETA, y medio millón de personas desfiló en silencio.
Jiménez Becerril, concejal del Partido Popular, y Ascensión, su esposa, son las últimas bajas de una guerra sucia declarada unilateralmente por ETA contra los concejales del partido conservador que lidera en Madrid el jefe de gobierno, José María Aznar. Con ellos ya son cinco los muertos del partido. Pero han bastado esas muertes para llenar de espanto a los 25.000 funcionarios del PP en toda España. Ninguno está a salvo, cualquiera puede ser el próximo.
Sevilla se convirtió ayer, por unas horas, en la capital política de España. El rey Juan Carlos envió a su hija mayor, la infanta Elena, a presidir el funeral. Aznar y ocho de sus ministros volaron desde Madrid en un gesto de reafirmación de la autoridad del Estado nacional, jaqueado por una organización terrorista que, cada día más, actúa como una banda mafiosa.
El objetivo de los terroristas, había dicho horas antes el jefe de gobierno, no es otro que "hacer que la situación sea insostenible. Que los españoles piensen que la política antiterrorista del gobierno es insostenible".
Aznar, su esposa y sus ministros subieron las escaleras de la catedral bajo los enormes paraguas de los agentes del servicio secreto, que ayer, embutidos en gabardinas sugestivamente iguales, no disimulaban ni su condición ni su nerviosismo.
Los recibieron el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, y los cuarenta clérigos del cabildo cardenalicio, todos ellos graves, formales, dolidos. El doble crimen les había conmovido como a todos los sevillanos: Alberto y Ascensión eran enormemente populares en vida. Con su muerte, se convirtieron en símbolos de la fragilidad de toda la clase política española, no sólo el Partido Popular. "Hoy todos nos sentimos concejales populares", declaró el socialista José María Romero.
Todos los partidos
Por eso, políticos de todos los partidos, de todas las regiones de España, llegaron ayer a Sevilla y abarrotaron la catedral, un templo gótico del siglo XV, el segundo en extensión de la cristiandad después del Vaticano.
Llorosos, calados por la lluvia inclemente, entraron en tropel los miembros de las dos familias. El pistolero que mató al político también mató a su mujer. Es la sexta vez que ETA asesina a un matrimonio en los últimos diecinueve años. Sólo seis esposas en un historial de crímenes que comenzó en 1968, en los tiempos oscuros de la dictadura franquista. Desde entonces, ETA ha terminado con la vida de 700 personas.
La larga ceremonia religiosa fue la escenificación de una tragedia. "Pensábamos que esto no se repetiría", dijo el arzobispo aludiendo al impresionante rechazo de los españoles contra la violencia tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, asesinado en julio último, también concejal del PP. "Hay una sensación de impotencia..."
Soledad Becerril, alcaldesa de Sevilla, lloraba en silencio. Liberal, de las buenas familias sevillanas, tenía muchos motivos: Alberto, número dos del Ayuntamiento, era su mano derecha y su amigo.
Aznar permanecía hierático, como es habitual. Pero sus ojos estaban enrojecidos. Estos deben ser los peores momentos desde que asumió, en mayo de 1996. Su ministro de Trabajo, Javier Arenas, no podía ocultar su abatimiento. Arenas, jefe de los conservadores en Andalucía, es el artífice de un pacto entre sindicatos y empresarios que ha hecho posible una paz social indispensable para un gobierno de derecha cuyos mayores logros los ha tenido en el campo económico.
Cuando la ceremonia concluía y los clérigos quemaban incienso sobre los ataúdes, el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, bajó la cabeza. Era la imagen de la desolación. Miembro de una familia muy influyente en el País Vasco, cada muerte causada por ETA lo afecta doblemente.
El peso de la lucha
El es quien lleva el peso de la lucha antiterrorista, quien viene pidiendo, como un predicador incansable, la unidad de las fuerzas democráticas como condición inexcusable para ganar esta batalla imposible. Pero los políticos, especialmente los del Partido Nacionalista Vasco, rompen a diario esa unidad. El PNV detesta a Mayor Oreja y corteja, por meros intereses electoralistas, a la izquierda radical afín a ETA. Con un rictus de amargura, en la capilla ardiente del matrimonio asesinado, Mayor se quejaba anoche: "ETA abusa de nuestra falta de perseverancia y de que avanzamos menos que ellos, nos dividimos con más facilidad. La mezquindad aparece en estos momentos. No nos soportamos los demócratas entre nosotros, ni el gobierno a la oposición, ni al revés". Nunca antes, en veinte años de vida democrática, un ministro del Interior había expresado tan brutalmente esta realidad.
Los cadáveres del concejal y su esposa fueron llevados hasta el cementerio de San Fernando bajo una lluvia torrencial, acompañados por una multitud. Sólo Aznar y sus ministros estuvieron presentes, junto a los familiares, cuando los sepultureros bajaron los ataúdes y echaron cemento para fijar sobre él dos lápidas de mármol negro y un gran crucifijo. Luego cubrieron las tumbas con flores.
Por la tarde, miles de sevillanos y de gente llegada de todas partes se manifestaron por las calles de la ciudad. En algunas partes rezaba: "Arzalluz y Setién tienen la culpa". Arzalluz es el gran pope del nacionalismo vasco. Setién es el obispo de San Sebastián. La derecha guarda hacia ellos una particular inquina.
ETA aseguró que seguirá matando
Bilbao (dpa).- En medio de multitudinarias muestras de repulsa y dolor fueron enterrados en Sevilla los restos mortales del concejal del gobernante Partido Popular Alberto Jiménez Becerril y de su esposa Ascensión García Ortiz, asesinados por un comando terrorista de la organización armada vasca ETA.
Sus féretros no habían sido aún depositados en el cementerio de la ciudad andaluza cuando ETA lanzaba una amenaza de nuevos atentados, al señalar en un comunicado publicado ayer por el diario vasco Egin que "nunca se avergonzará de sus acciones y seguirá haciéndolas (...) hasta que Euskal Herria (el País Vasco) no recupere su libertad".
En el mismo escrito, ETA reivindica la bomba que costó la vida hace tres semanas en la localidad vasca de Zarauz, cerca de San Sebastián, a otro concejal del PP, José Ignacio Iruretagoyena, de 34 años.
Una bomba "lapa" adosada a su vehículo, que explotó poco después de ponerlo en marcha, literalmente despedazó al joven edil dentro de su automóvil.
Reivindicación
En el comunicado, publicado en vasco, ETA asume además la autoría de otros atentados que, sin embargo, sólo causaron daños materiales.
Jiménez Becerril y su esposa, ambos abogados y de 37 años de edad, fueron asesinados la madrugada del viernes en el centro de Sevilla con sendos disparos a quemarropa en la nuca. La pareja deja huérfanos a sus tres hijos: dos niñas de nueve y tres años y un chico de seis.
Desde el Vaticano, el Papa Juan Pablo II envió un mensaje de condolencia en el que también condenaba "de forma tajante" este nuevo acto terrorista perpetrado por la banda separatista.
Miles de mensajes de repulsa llegaron también por Internet a la dirección de la iniciativa pacifista Manos Blancas, entre otros desde la Argentina, Colombia, El Salvador, México y Venezuela (http://manos-blancas.uam.es).
Jiménez Becerril es el cuarto edil del PP muerto en un atentado de ETA en menos de seis meses y el primero que cae víctima del terrorismo fuera del País Vasco.
ETA (Euskadi ta Askatasuna - País Vasco y Libertad) lucha desde hace más de tres décadas por un País Vasco independiente conformado no sólo por las provincias vascas del norte de España, sino también por aquellas en el sur de Francia.
Desde el primer atentado mortal en 1968, los comandos terroristas de la organización han matado a más de 800 personas.
Desgracia
Sevilla (DPA).- Las multitudinarias manifestaciones de apoyo a la familia del concejal Alberto Jiménez Becerril, fueron ensombrecidas por un trágico accidente, en el que murió una tía del edil.
Soledad Barrios Azcutia, de 42 años y hermana menor de la madre de Jiménez Becerril, murió en una autopista cerca de Sevilla cuando regresaba en su automóvil del entierro de su sobrino.
El accidente se produjo a la altura de la población sevillana de Paradas, en el límite municipal de Marchena. Efectivos del servicio de emergencias sanitarias se trasladaron al lugar del suceso en un helicóptero e intentaron sin éxito reanimar a la mujer, que murió allí mismo.
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