
Obsesionados por la estatura, los chinos "crecen" con cirugía
Centenares de jóvenes se someten a dolorosas operaciones para estirar las piernas
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PEKIN.- De niña, Zhang Xiaoli llamaba la atención por su cutis de porcelana, sus mejillas rosadas y su belleza de "modelo de tapa". Luego creció y, digna hija de su padre, sólo alcanzó 1,53 metro de altura. A los 24 años, graduada en derecho, comenta desde su cama de hospital: "Perdí mi ventaja. Fue terrible tener una hermana menor que me ganaba en altura".
En septiembre, decidió "ayudar" a la naturaleza. Se internó en un hospital local, donde un médico cortó sus tibias por la mitad, les colocó una grampa de aspecto medieval y le enseñó a girar las tuercas de manera tal que, cada día, los clavos apartaran las mitades casi 1 milímetro. Hoy, Zhang mide 9 cm más que hace seis meses, pero todavía no puede caminar.
Centenares de jóvenes chinos (más mujeres que hombres) obsesionados por la estatura en esta sociedad cada vez más apiñada y competitiva, se están sometiendo al estiramiento en un potro moderno ideado hace 40 años por un médico ruso, el doctor Ilizarov, para tratar el enanismo y las deformaciones en los miembros.
El método Ilizarov, a menudo doloroso, añade altura posibilitando el crecimiento de tejido óseo nuevo en el espacio que deja la separación gradual de los extremos del hueso partido. En otros países se aplica principalmente con fines terapéuticos; su uso estético es mucho menos frecuente que en China.
Si no se practica con cuidado, los riesgos son altos. Si la separación es demasiado rápida, los huesos no se sueldan, o bien, el tejido nuevo es demasiado frágil para soportar el peso del cuerpo. Las piernas pueden quedar desparejas; las canillas pueden crecer torcidas, deformando la rodilla y el tobillo. Los nervios pueden resultar dañados. Pero en un país donde la altura es un requisito para conseguir empleo, ingresar en un colegio universitario y aun para casarse, muchos jóvenes están dispuestos a tomar una medida tan drástica.
Los chinos son, cuando menos, tan conscientes de la altura como los norteamericanos del color del pelo o la tez. Es uno de los primeros atributos ofrecidos, o por los que se indaga, al discutir una nueva relación, en particular con una persona del sexo opuesto (los avisos clasificados de los diarios aparecen salpicados de requisitos de altura, expresados en centímetros).
Esto pone en clara ventaja a los chinos del Norte por ser, en promedio, más altos que los del Sur. Deng Xiaoping, el líder chino de fines del siglo XX, era sureño y medía apenas 1,50 metro; de haber llegado a la edad adulta en la década actual, le habría ido mal. Muchas divisiones del ejército en las que se destacó en los años 30 y 40 hoy exigen a los reclutas varones una altura mínima de 1,60. Hasta el gobierno que él lideró ahora sólo quiere chinos altos para cargos que impliquen el trato con extranjeros.
De hecho, la cancillería ha fijado una altura mínima de 1,70 para los aspirantes a diplomáticos de sexo masculino y de 1,60 para las mujeres.
Un gran negocio
No es de extrañar, pues, que los remedios para bajitos sean un negocio formidable en este país. Los curanderos pregonan hierbas tonificantes que prometen reactivar el crecimiento o plantillas magnéticas mágicas que supuestamente estimulan la producción de hormonas del crecimiento. "China es un país en desarrollo, con oportunidades relativamente escasas y una población descomunal. Las presiones competitivas son enormes", explicó el doctor Xia Heato, que operó a Zhang.
Xia cobra entre 6000 y 7000 dólares por agregar hasta 15 cm de altura. La operación inicial, en la que corta el fémur o la tibia a través de dos incisiones pequeñas, dura alrededor de una hora y media. Luego, coloca su propia versión de un aparato de fijación metálico, con clavos que atraviesan la piel y la carne y se atornillan al hueso por encima y por debajo del corte. El paciente hará girar unos diales de plástico blanco, cuatro veces al día, para ir apartando sus huesos. Cada centímetro de tejido nuevo tardará 15 días en crecer. En promedio, los pacientes pasan 6 meses con el aparato puesto y otros 3 en recuperación.
Xia lleva hechas más de 700 operaciones de estiramiento de piernas y dice que sólo recibió quejas de 3 pacientes. Un hombre de 55 años resultó ser demasiado adulto y quedó mal curado. Una mujer de 23 años se impacientó y creció demasiado rápido. Otra de la misma edad se negó a comer lo suficiente por temor a engordar y sus huesos no se soldaron. Xia dice haber corregido los tres casos con tratamientos siguientes.
No obstante, admite que los problemas han sido más frecuentes para la mayoría de sus colegas (cerca de una docena) que efectúan esta operación en el país. De tanto en tanto, los diarios informan sobre muchachas que quedaron con las piernas torcidas y los pies en posiciones grotescas, o cuyos huesos debilitados se fracturaron una y otra vez.
"Confío en que la operación me reditúe ingresos que cubran varias veces su costo -dice Zhang, por su parte, tecleando con sus uñas rosadas su cama de hospital-. Tendré un empleo mejor, un novio mejor y, con el tiempo, un marido mejor. Es una inversión a largo plazo."
Traducción de Zoraida J. Valcárcel
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