Olas, corrientes y bancos de arena: lo que todo bañista tiene que saber antes de entrar al agua
Conocer cómo es la dinámica de una playa puede marcar la diferencia entre una inmersión segura y un accidente
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El agua parece jugar con vos: una ola te impulsa hacia la orilla y la siguiente te arrastra mar adentro. Pero, en un instante, la diversión puede convertirse en desafío. “Si sentís que no podés salir, probablemente estés en una corriente de retorno”, advierte María Pedragosa, oceanógrafa y guardavidas en Parque del Plata.
Las corrientes, los bancos de arena, las rompientes y los vientos marcan la diferencia entre un baño seguro y un accidente. Conocer cómo se mueve el agua no es solo un consejo: es la primera regla para sobrevivir.
Las corrientes
“Hoy está picadito y puse la bandera amarilla. Es la que más se usa”, comenta Pedragosa mientras atiende a Domingo. El color elegido denota que el mar no está tranquilo y que no hay que subestimarlo. Entre los fenómenos que pueden presentarse está la presencia de corrientes de retorno.
Técnicamente, se trata de un flujo de agua que corre rápida y perpendicularmente desde la orilla hacia mar adentro, evacuando el agua acumulada delante de la rompiente. Pueden tener un ancho de entre tres y 60 metros y extenderse hasta 100 metros o más, con velocidades que varían entre 0,3 y 2,5 metros por segundo según la intensidad del oleaje. En otras palabras: el agua parece tranquila hasta que, de repente, algo te arrastra mar adentro y te das cuenta de que no podés avanzar hacia la orilla.
Un cambio en el color del agua, una línea de espuma o la ruptura en la alineación de las olas pueden ser señales de su presencia. Mantener la calma, flotar y nadar paralelo a la costa es la única manera de salir del flujo. Aunque los guardavidas colocan banderines rojos para advertir sobre estas corrientes, la imprudencia y la falta de atención siguen convirtiéndolas en la causa más común de rescates en playas con oleaje intenso, por ejemplo, las oceánicas.
“No son corrientes infinitas. La gente entra en pánico porque no sabe hasta dónde la va a llevar, pero hay que saber que son corrientes a nivel de playa y no van mucho más atrás de la zona de rompiente. No te vas a ir hasta el horizonte ni tampoco te va a succionar. Saber esto ayuda a mantener la calma”, explica.
Otro riesgo es el viento de tierra, que sopla desde la playa hacia el mar. A simple vista parece inofensivo, pero en realidad genera una corriente superficial que empuja a los bañistas mar adentro. Si uno está flotando, el viento puede arrastrarlo sin que lo note hasta que se cansa y se da cuenta de que se alejó demasiado de la orilla.
Por eso, en los días con viento de tierra, los guardavidas prohíben el uso de inflables, colchonetas y pelotas: es común que alguien persiga un objeto flotante y termine agotado en medio de la corriente. La recomendación es siempre bañarse por delante de la rompiente; por detrás de ella, el agua tiende a empujarte hacia adentro. Reconocer el viento de tierra es fácil: basta con mirar la bandera en la playa. Si apunta hacia el mar, indica que el viento sopla en esa dirección y que la prudencia debe ser máxima.
Además de las corrientes de retorno y el viento de tierra, el mar puede jugar con los bañistas a través de las corrientes laterales, que corren paralelas a la costa. Su intensidad varía: a veces son suaves, otras muy rápidas. Algunos disfrutan dejándose llevar por ellas, pero esa sensación de libertad puede ser engañosa: la corriente lateral puede arrastrar hacia una corriente de retorno o acercar a los bañistas a una punta de roca, donde el riesgo aumenta.
Los niños son especialmente vulnerables: al dejarse llevar, pierden la referencia de la orilla y, cuando salen del agua, pueden encontrarse en un lugar distinto al que esperaban. Reconocer estas corrientes es difícil, pero la prudencia y la supervisión constante permiten que la diversión no se transforme en peligro.
Bancos de arena
Algunas playas tienen un banco paralelo a la costa, y justo delante se forma un canal más profundo. Para los bañistas, el banco es un atractivo: allí rompen las olas y se convierte en un lugar divertido para jugar. A veces el canal no es demasiado profundo y se puede atravesar sin problemas, pero la situación puede cambiar rápidamente.
Quienes pasan rato bañándose o jugando en el banco de arena pueden no notar que al volver, si toman otro camino o si subió el nivel del mar, ya no hacen pie en el canal. Las personas que no saben nadar o que tienen poca habilidad en el agua corren un riesgo particular: en el intento de llegar al banco, pueden quedar atrapadas en el canal, sin poder tocar fondo. Por eso, la recomendación es ser prudente y no arriesgarse a cruzar.
Niños en la orilla
La orilla también puede ser un lugar engañoso para los más pequeños. Algunas playas son llanas y hay que caminar bastante para que el agua llegue a la cintura; otras tienen una pendiente pronunciada, donde el oleaje puede ser más peligroso. Cuando una ola rompe en la orilla y el agua sube con fuerza, un niño que esté jugando o una persona mayor pueden perder el equilibrio y ser arrastrados hacia adentro al retroceder la ola.
Los juguetes también representan un riesgo inesperado: los niños van a buscar agua con un balde o persiguen una pelota, y muchas veces los adultos no evalúan correctamente el peligro, pensando que están seguros. Por eso, la supervisión constante y la prudencia son claves incluso en espacios que parecen seguros.

Olas de voluta y de derrame
No todas las olas son iguales. Entre los tipos que los bañistas deben reconocer están la ola de voluta y la ola de derrame. La primera es particularmente peligrosa: forma un arco con la cresta y descarga toda su energía de un solo golpe. Su fuerza depende de la altura, y la energía que libera crece proporcionalmente al cuadrado de ese tamaño.
Si rompe justo sobre una persona, el impacto directo o la colisión del cuerpo contra el fondo puede provocar lesiones graves, desde raspaduras y contusiones hasta dislocaciones articulares o lesiones cervicales. “Este rompimiento de ola es típico del mar de fondo, cuando hay viento de tierra o en playas con pendientes pronunciadas en la orilla. La ola encuentra de golpe la falta de profundidad y rompe de esa manera”, explicó Pedragosa. Es la que revuelca a los bañistas.
En contraste, la ola de derrame descarga su energía de manera paulatina. Su cresta se desmorona lentamente, volcándose en espuma hacia adentro. Al perder energía gradualmente, no genera el mismo impacto que la ola de voluta, pero su fuerza depende del tamaño: en playas con olas grandes, como en Rocha, incluso una ola de derrame puede golpear con fuerza y empujar a los bañistas mar afuera si intentan atravesarla.
Riesgos en lagos
No todos los cuerpos de agua presentan los mismos riesgos que el mar. En los lagos, el oleaje rara vez es un problema, pero la profundidad sí puede serlo. Al ingresar al agua es fácil perder pie de repente y la vulnerabilidad de la persona marca la diferencia: alguien con habilidades básicas de natación puede mantenerse a flote, mientras que quien no sabe nadar se enfrenta a un riesgo inmediato.
Además, el viento puede generar corrientes superficiales similares al viento de tierra en la playa: un viento que sopla desde la orilla hacia el centro del lago empuja el agua y puede arrastrar a los bañistas hacia adentro. Este efecto es más evidente en lagos muy abiertos, donde el agua tiene espacio suficiente para desplazarse y llevar consigo a quienes no se mantienen alerta.
Por María de los Ángeles Orfila
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