Sangre rebelde
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Para un alma eterna, cada piedra es un altar. Si es cierto lo que cantaban los Caifanes, entonces las 1280 Almas saben que han ido sin prisa –pero sin pausa– prestando atención a cada altarcito del pedregoso paisaje sonoro que han recorrido desde 1993, cuando el cassette Háblame de horror se convirtió uno de los secretos peor guardados del rock colombiano. La difusión era poca, pero los préstamos entre amigos garantizaron que las Almas encontraran oídos dispuestos.
Y aquí siguen, con un poco más de reconocimiento y el título, otorgado por nadie pero reconocido por todos, de ser una banda referencial dentro de la historia del rock local, en la que pocos grupos graban el segundo disco y en la que menos aún logran pasar al tercero para seguir adelante.
Como un alma eterna, el quinteto ha tenido más paciencia que ambición de estrellato y si bien esta estrategia no deja mucho dinero, sí garantiza esa capacidad de sobrevivir con un decoro admirable, tan escaso en un medio en el que muchas bandas se autodenominan "propuestas", que no llaman al disco por su nombre sino que le dicen "proyecto" y cuyas presentaciones en vivo tienen más de "propuesta escénica" que de conciertos.
He aquí, señoras y señores, a las 1280 Almas, una banda que presenta su quinto disco y que, sin duda, seguirá llevando mucha gente a sus conciertos. Las Almas traen en Sangre rebelde, una especie de catálogo de lo que han ido acumulando estos años: el rock & roll puro y tradicional que suena en las guitarras de "Sangre rebelde" y "Zona de candela", el intenso coqueteo con el ska en "Arriba Tomás", el toque alternativo latino muy de los noventa que campea a sus anchas en "Hombre bomba" y un ritmo muy colombiano en "Basurita".
Las Almas no están inventando nada nuevo, simplemente están reforzando todo lo que ya conocen, para crear así un álbum que no se concentra en un solo sonido pero que a pesar de su diversidad, no resulta desequilibrado.
Cae de pie Juan Sebastián Monsalve como productor, pues a pesar de que se nota su intervención en el sonido de las Almas –particularmente en canciones que tienen un sonido más folclórico, como "Bombardeando" y "Basurita"– respeta toda la parte de rock de una banda que no ha temido dar algunos giros musicales en busca de lo que más le conviene. Cuando a mediados de los noventa incorporaron el ska dentro de su música, a algunos de sus seguidores les pareció que las Almas estaban siguiendo la moda de la época. Lo bueno de ese ejercicio es que el grupo no se quedó ahí, sino que agregó el ska como una herramienta de su sonido y no como un género con el cual se casarían.
Sangre rebelde es un disco con letras llenas de inconformidad social que no recurre a impulsos rabiosos primitivos. En lugar de acusar al bolillo del policía o al corrupto que nos quita el pan, las Almas le apuestan a la esperanza como forma de lucha. Porque, en política –o en música– el que se queda quieto se vuelve un blanco fácil, y es más práctico levantarse cada mañana en lugar de refunfuñar entre las sábanas. Lo sabe muy bien Tomás, el de la canción 9, al que le cantan "quisiera verte siempre con la sonrisa en los dientes, pero si tienes que llorar, hazlo de frente".
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