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Según un incomprobable estudio de la Universidad de Linköping, Suecia, el rockstar es el único ser vivo de la naturaleza al que le bastan cuatro likes de púberes para sentirse más virtuoso que Mozart, más sexy que Brad Pitt y más pitudo que Moria Casán. Quizás por su narcisismo innato, o tal vez por su perenne incapacidad para conectar con la realidad, la auténtica estrella de rock interpreta un elogio nimio como una prueba irrefutable de ser mucho más importante para la humanidad que Favaloro, Sabin y Gandhi juntos, bajo los argumentos: a) quién los conoce; b) en la tapa de qué revista salieron; c) cuántos discos vendieron; d) cuántas minas se empernaron.
Si alguna vez has lidiado con las artes del managereo sabrás que quince minutos de buena racha son suficientes para que tu manejado se suba a un supersónico pony de egolatría del cual no lograrás bajarlo ni a raquetazos. Para mostrar elocuente y prácticamente de qué estamos hablando, vamos a una conversación real que este cronista alguna vez supo presenciar, sólo que con los nombres cambiados para no bancarnos la cantinela subsiguiente.
MANAGER: Bueno, mejoramos, esta vez llegaste 14 horas tarde nomás.
RODOLFO: Estaba muy ocupado con un proyecto.
M: ¿Qué proyecto?
R: Me interesó probar empíricamente si era posible hacer la vertical en una pelopincho llena de Mantecol líquido.
M: ¿Y?
R: No existe el Mantecol líquido.
M: Ta. Igual, mirá, abrí la cortinita y fijate: esto es Vietnam, la gente ya violó siete cocacoleros, y cuatro ni querían. Te van a matar.
R: Pamplinas, mi pueblo me venera. ¿Conseguiste lo que te pedí para tocar?
M: No me pediste nada.
R: Bueno, te lo pido ahora y mandás al pibe a buscar: quiero agua Evian, quiero dos cajas de Tubby 4, quiero una oveja teñida de fucsia que recite el Quijote sin equivocarse, quiero a Jimi Hendrix de soporte pero haciendo temas de Menudo y quiero Mantecol líquido.
M: Carlitos, conseguile a Rodolfo lo que necesita.
CARLITOS: ¿Qué necesita?
M: Mantecol líquido.
C: OTRA VEZ CHUPAME UN HUEVO DROGADICTO RENUNCIO
R: Que energúmeno. Bueno, yo no puedo tocar en un lugar donde no se cumpla con mis requerimientos básicos, yo soy una estrella. No toco.
M: Rodolfo, este año vendieron más discos los Beats y el Coro Kennedy que nosotros, ¿no te parece que deberíamos ir reviendo esta cuestión del estrellato?
R: Once a star, always a star. Ya lo decía Atahualpa Yupanqui.
Acto seguido, el manager procedió a autopegarse 250 mil tiros en la nuca y luego, como seguía vivo, decidió ahogarse en una pelopincho llena de Mantecol líquido.
Claro que así como hay que lidiar con el éxito también hay que caretearla cuando la cosa empieza a flaquear. He aquí otro diálogo real, acaecido con el mismo artista y el manager que reemplazó al finado.
MANAGER: Rodolfo, mandaron un fax los de la Fiesta Nacional del Spam en Resistencia. Quieren que vayas a tocar el fin de semana. Iríamos nosotros a las cuatro de la tarde, después toca Piero, después Pier, después Pie y cierra Pi. Nos pagan en salame tandilero. Yo digo que hay que agarrar.
RODOLFO: Vos estás loco, yo no voy a comprometer mi arte por un salame tandilero. Yo toqué con Tom Jobim, con Miles Davis, con Beethoven... ¡soy una estrella!
M: No, no sos. Tenés cable de Telecentro porque es más barato.
R: Pucha. Pediles el salame y un agua Evian.
M: Eco de los Andes.
R: Hecho. Soy una amenaza.
Esto deja en display lo que daremos en llamar la Paradoja Manuel Quieto, en la cual todo rockero queda atrapado en la lógica perversa de parecer patético al triunfar y parecer igualmente patético al fracasar. Cura no hay, pero al menos hay un par de cuestiones que se pueden hacer para mitigar los efectos de la misma. A continuación las enumeramos.
- Una manera piola de bajarle un poco el copete a tu estrella-némesis es ponerle fichas para hacer una gira old school, buscando recuperar el espíritu amateur, con lo mínimo indispensable y sin hoteles cinco estrellas. Seguramente intentará despedirte, pero ahí nomás abarajalo diciéndole que el contacto con el pueblo le dará credibilidad, y si aún así sigue parco, decile que hasta John Lennon lo quiso hacer en su momento. Si no cierra ahí, apuñalalo y alegá demencia.
- Si la cosa viene en baja, invertí en un coro de alcahuetes que le sostengan la moral retuiteándo 167 veces sus tuits de filosofía drogadicta incomprensible. Si la está pegando demasiado sacá de la galera y vendele a Rial un escandalete vergonzoso del pasado que le dé ganas de enterrar la capocha en un tarro de alquitrán hasta que Belén Francese gane el Martín Fierro de Adamantium.
- Si sos músico y no te llaman ni para tocar como invitado de Pitbull, dejá de intentar. Quedate encerrado en tu casa un par de años, y sólo salí de noche, con anteojos negros, pálido y gordo como un chancho. Así convertirás tu ausencia en misterio y tu vagancia en reclusión, con lo cual pasado ese período de tiempo anunciarás tu regreso y te tildarán de "artista de culto". Conclusión: te pasaste dos años comiendo helado de un tacho y ahora te cansás de llenar Trastiendas.
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