A la deriva: la mirada de los otros
A la deriva / Dramaturgia: Amanda Peet / Intérpretes: Cristina Dramisino, Cecilia Chiarandini, Lionel Arostegui, Agustina Sáenz, Mora Monteleone y Cristina Fernández / Escenografía y vestuario: Micaela Sleigh / Iluminación: David Seldes / Banda sonora: Pedro Pertusi / Producción ejecutiva y asistencia de dirección: Jennifer Aguirre / Dirección: Jorge Azurmendi / Sala: El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960 / Funciones: jueves, a las 21 / Duración: 75 minutos / Nuestra opinión: muy buena.
¿Qué pasa con el entorno más íntimo de un estafador criminal, culpable de dejar en la ruina a familias enteras? Además de la caída económica, el repudio social, el ostracismo de por vida y la vergüenza por un apellido teñido de sangre, la sospecha permanece como una sombra: ¿Podían, acaso, la mujer y los hijos desconocer los manejos del padre?
Apropiadores de bebés, abusadores, corruptos, secuestradores y asesinos con doble moral, personajes de las páginas policiales y políticas que plantean, a su pesar, la profundamente artística cuestión de qué vemos cuando miramos, un filón que la ficción audiovisual aprovechó con éxito: La historia oficial, El clan, Blue Jasmine son apenas unos ejemplos del lugar femenino en esas componendas del padre jefe.
Primera obra de la actriz Amanda Peet (el título original es The commons of Pensacola), en el off Broadway donde fue estrenada en 2013 -con Sarah Jessica Parker y Blythe Danner-, nadie dudaba que la obra señalaba a Ruth Madoff, la esposa del banquero de Wall Street que estafó a sobrevivientes del Holocausto y que, declarada inocente, vive exiliada en un barrio muy lejos de su anterior estatus.
En nuestro off, A la deriva, la puesta de Jorge Azurmendi -admirador de Tennessee Williams y especialista en relaciones traumáticas madre e hijas (El zoo de cristal, Independencia)- mantiene sin cambios un gran texto para poner en el centro aquello que no se puede ver, eso que debe permanecer inadvertido porque la transparencia implicaría admitir su verdad insoportable. Hasta los objetos juegan a las escondidas, adentro o debajo de otros objetos o a la vista de todos pero invisibles para los legos como ese mueble carísimo que no fue embargado. Los espectadores vemos dos planos: el cercano, realista, del living y cocina de un departamento sencillo cerca de la playa; y el de atrás, en penumbras, donde los personajes permanecen en ese otro yo fuera del foco.
Por la celebración de una festividad judía, visitan a la madre (Cristina Dramisino), de a ratos cuidada por una enfermera (Cristina Fernández), las dos hijas y la nieta (Mora Monteleone). La hermana mayor (Cecilia Chiarandini) es soltera, actriz desocupada y aparece con un novio muy joven (Lionel Arostegui), un periodista en busca del docu-reality expiatorio, de cara al público contando la inocencia del que no sabe. La menor (Agustina Sáenz) está casada, es mamá, tiene una carrera y no soporta el peso de la duda. Excelente dirección de actores en un elenco notable y, en especial, con dos personajes para no olvidar, la madre e hija interpretadas por Dramisino y Chiarandini, mujeres de choque, arrasadas por la vulnerabilidad pero con una enorme capacidad de supervivencia.
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