A Pitt, la muerte no le sienta demasiado bien
"¿Conoces a Joe Black?" ("Meet Joe Black", EE.UU./1998,color), producción hablada en inglés, presentada por UIP. Basada sobre un guión de Ron Osborn, Jeff Reno, Kevin Wade y Bo Goldman. Intérpretes: Brad Pitt, Anthony Hopkins, Claire Forlani, Jake Webber, Marcia Gay Harden y Jeffrey Tambor. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Diseño de producción: Dante Ferretti. Música: Thomas Newman. Producción y dirección: Martin Brest. Duración: 181 minutos. Nuestra opinión: regular.
"Y aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral", decía el inmortal Walt Whitman.
Menos poeta -y más mortal, como ya se verá-, Bill Parrish suele advertirle a su hija predilecta que "llegar al fin sin haber amado es como no haber vivido", y la estimula a entregarse a la pasión sin prevenciones para conocer el verdadero sabor de la vida.
Sus palabras deben de ser muy estimulantes porque hasta la propia Muerte -que tiene oídos para todo- se deja tentar. Y ya que tiene que venir a este mundo a llevarse al señor Parrish al otro, aprovecha para tomarse unos días de licencia y conocer, entre otras delicias que hasta ahora le habían sido negadas, el gusto de la mantequilla de maní, la satisfacción que un inspector de hacienda experimenta al atrapar un evasor y la inefable experiencia del amor.
Con tales propósitos, como se comprenderá, no puede presentarse de calavera y guadaña, de modo que elige el aspecto menos atemorizador y más amable de un muchacho recién llegado al más allá. El de Brad Pitt, digamos: mechón rubio sobre los ojos, hoyuelos, sonrisita compradora.
Y ya está, ya puede aparecérsele a su cliente -millonario, honesto, incorruptible, un caballero como los de antes-, darle a conocer su misión y su deseo de permanecer en el confortable Más Acá de la mansión, sentarse a la mesa familiar, ganarse el corazón de la nena y hasta participar de reuniones con los ejecutivos del imperio de las comunicaciones que fundó Parrish y que en estos días está a punto de ser vendido. Sólo le falta un nombre para que pueda pasar, ante los que ignoran su verdadera identidad -todos, menos el dueño de casa-, por un humano más: se llamará Joe Black.
A fuego lento
Hasta aquí habrán pasado poco más de treinta minutos de proyección. ¿Qué queda para los ciento cincuenta restantes? No mucho. Por un lado, el consabido romance entre el enviado y la heredera, que se cuece a fuego muy lento; por otro, las oscuras intrigas que el prometido de la chica -alto ejecutivo de la empresa- urde con el fin de quedarse con la mejor tajada de la venta y que por supuesto el ángel investigador se encargará de desentrañar. Y en ambos sectores, algunos enredos previsibles, unas cuantas ingenuidades de esta Muerte que a veces se comporta como un extraterrestre y a veces saca a relucir su ilimitada experiencia y un montón de declaraciones de fe en la vida, a las que Thomas Newman refuerza desde la enfática banda sonora con la pretensión -seguramente vana- de inyectarle a la fabulita alguna emoción.
Sin espesor
El problema de "¿Conoces a Joe Black" no reside sólo en su desmesurada duración y en el demorado avance de una historia que no tiene sustancia ni gracia que la sostenga (el film que la inspiró, un dato útil para calcular el estiramiento operado por el director Martin Brest, duraba 81 minutos). También conspira la concepción plana de los personajes, empezando por una Muerte a la que Brad Pitt dibuja más con la ingenuidad de un provinciano recién llegado a la ciudad que con la ambigüedad y el misterio que uno espera de un ángel.
De la tierna seducción y la pose sexy que sus admiradoras esperan de él apenas hay una módica muestra en el principio -cuando el muchacho es todavía un galán romántico de carne y hueso- y en el final, que como puede imaginarse será tan feliz como Hollywood aconseja.
Claire Forlani es la hija que camina como una mannequin y mira con los ojos fruncidos, los párpados entornados por el peso de las pestañas y una invariable sonrisa tristona, lo que quiere decir que ella es dulce, tan dulce que casi empalaga.
Marcia Gay Harden -la otra hija, atareada hasta la enajenación con los preparativos de la hollywoodense fiesta de cumpleaños del papá-; Jeffrey Tambor -su marido, tipo simplote y noble- y Jake Weber -el ejecutivo emprendedor y sin escrúpulos- son buenos actores que hacen lo que pueden con sus personajes de una sola cara y sin espesor.
En este terreno también se miden los grandes actores, que suelen ser capaces de sacar de la galera algún recurso extra para adornar con matices el papel más liso. Eso hace Anthony Hopkins con el caballero de los millones al que le ha llegado la hora; algunas de las líneas que han puesto en su boca disimulan su torpe convencionalismo gracias al gesto con que él las subraya, las contradice o las toma en broma.
También gracias a ese desenvuelto señorío y a su calidez, despunta alguna vitalidad en el ritmo del film. Un ritmo -pertinente y desdichadamente- bastante mortecino.
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