
Amor de hombres
Tomás Fonzi y Walter Quiroz le ponen el cuerpo a Y un día Nico se fue, bajo la experimentada mirada de Ricky Pashkus
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Todo comenzó en Twitter: @osvaldobazan "... Y un día Nico se fue , mi primera novela, podría tener su versión teatral, ¿qué te parece @pashkus ".
El periodista se reunió con el coreógrafo y director Ricky Pashkus, quien se tomó muy en serio el tuit. "Soy muy gánico. Haría cualquier cosa que me invitaran a hacer siempre que responda a ciertos cánones que impliquen un crecimiento. Osvaldo es todo lo contrario; después de que acepté, tuve que convencerlo para llevar a cabo el proyecto."
Y así, de un inicio en 140 caracteres, el asunto fue tomando cada vez más vida y relieve. Bazán propuso a Ale Sergi, de Miranda!, para la música. Mientras tanto, el realizador fue escalando escalafones de autoridades hasta llegar a Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño, para lograr el escenario de la Usina del Arte, en La Boca, y asegurarse un productor, el mismísimo Ministerio.
Con la rueda ya en marcha y el imán que genera un espectáculo comandado por Pashkus, 1600 artistas se presentaron a las audiciones.
Por orden alfabético, el maestro de artistas otra vez reunió un dream team de intérpretes: Augusto Fraga, Ángel Hernández, Virginia Kaufmann, Cynthia Manzi, Juan José Marco, Tommy Martínez, Milagros Michael, Rodrigo Pedreira, Dennis Smith, Lucila Tolcachier, Silvana Tomé, Déborah Turza y Sebastián Vitale. Faltaban los protagonistas, dos actores que no vinieran del palo del musical. Tomás Fonzi confirmó su participación de inmediato, y también lo hizo Gastón Pauls, quien luego se desvinculó del proyecto. En su lugar ingresó Walter Quiroz.
–¿Y un día Nico se fue… adónde?
Walter Quiroz: –Es un viaje de ida [risas]. Nico se está yendo siempre. En este caso, de la vida de alguien, y deja un vacío enorme. Hay otro personaje, el mío, Osvaldo, que construye todo a partir de Nico. La obra habla de un darse cuenta: ¿estás con alguien porque realmente lo querés o porque buscás tapar un vacío, un desamor previo?
Tomás Fonzi: –Nico es funcional a la patología de Osvaldo. Toda relación es un círculo, cada uno se complementa con el otro.
–¿Cómo fue su experiencia en la incursión en el musical?
Fonzi: –Apasionante. Es muy buena esa sensación de ser primerizo y de poder disfrutar de cada paso, del más chico al más grande. Me siento como un niño. Tomé clases de canto, de danza, pero ningún entrenamiento ni clase se compara con los ensayos. Ahí sentís que todas las barreras que podías llegar a poner desaparecen. Nunca fui un consumidor asiduo de musicales, pero siempre me pareció admirable el trabajo de sus artistas.
Quiroz: –¿Viste cuando en El mago de Oz aparece el huracán y de repente, si te atrapa, te lleva a otro mundo? Eso es el musical. Ricky me dijo que esto iba a ser devastador, una locomotora que te pasa por arriba. Y así fue. Actuar es una cuestión de fe.
–Toda obra tiene su complejidad, ¿cuál fue para vos la de Y un día…?
Ricky Pashkus: –Hicimos un workshop con el texto en el taller de Julio Chávez para ver qué generaba el material. Vi esos primeros minutos y me pareció espantoso, porque no tenía humor. La obra obliga a un humor que no quiere decir gracioso, sino buen humor. Había tomado el tema del amor gay con solemnidad. Me había equivocado. Ésta es una obra sin el traumatismo de la discriminación, es una historia de amor y de lo que le ocurre a una persona cuando es abandonada.
Al maestro, con cariño
Tomás Fonzi viene de algunas temporadas muy activas en teatro, dirigido por Eva Halac (Código de familia) y Lía Jelín (Buenas noches, muchas gracias). Walter Quiroz es uno de los exponentes de la generación de jóvenes actores, con una tarea incesante en roles complejos, como las recientes –ambas dirigidas por Mariano Dossena? El otro Judas, de Abelardo Castillo, y Espectros, de Henrik Ibsen. Así, pasa de un personaje llamado Osvaldo –en el texto del dramaturgo noruego–, que está en busca de la luz, a otro con ese mismo nombre y con ese mismo anhelo en Y un día Nico se fue.
–¿Qué sienten que pueden tomar para el futuro a partir de esta obra?
Fonzi: –Esta obra llegó en un momento perfecto para mí. Estar ahí arriba del escenario, además de actuar –que es un terreno conocido– cantando y bailando, me atraviesa y desnuda por completo. Esta exposición es justamente lo que estaba buscando. Me animé a tirarme a la pileta, como dice Ricky.
Quiroz: Cuando uno está buscando un maestro, aparece. Los dos estábamos estirando la mano. Cuando vi al elenco en la tele presentando este proyecto sentí que aquel era mi lugar natural. ¡Mirá la locura de lo que te estoy diciendo! Hay algo del deseo que funciona: poco tiempo después me llamaron. Se me acaba de morir una amiga, Elena Tasisto, y siento el dolor día a día, pero esta obra no me dejó caer en la angustia. A mí me salvó.
Tomás Fonzi y Walter Quiroz trabajaron en Verano del 98, pero nunca se cruzaron ni en escenas ni en los sets. Ahora le dan vida a esta historia de amor y se animan a apostar por un género, por un realizador, por una propuesta e incluso por una sala (alejada de los teatros comerciales) que los expone y los exige. Hay en ellos complicidad y alegría. Se tiran a la pileta sin chaleco salvavidas y se zambullen sin miedo, como el clavadista más experto.
Un hombre rodeado de divas
Aparte de este proyecto musical que lo tiene feliz, Pashkus pone a punto Sorpresas, obra que debutará el 22 de noviembre en Mar del Plata, con Carmen Barbieri y Moria Casán, entre otras actrices.
–Estás acostumbrado a trabajar con figuras muy populares, ¿cómo es esta experiencia de trabajar con artistas que además son tan mediáticas?
Pashkus: –Si hay un actor, el resto deviene. El problema es que no haya un intérprete o que el material no sea el apropiado. Carmen es actriz y además hizo esta obra en Carlos Paz, como reemplazo de Ana María Cores. Y Moria es muy buena actriz... Cuando nos sacamos la foto para la marquesina, en la sala de maquillaje, vi en Moria una expresión gigante. Esa cara la pone a ella en condiciones de hacer lo que quiera, no solamente teatro de revista.
–La profesionalidad de las dos es enorme
Pashkus: –Juegan a todos los juegos del teatro cervantino. Me dicen: "Sí señor, sí maestro". No les gusta trabajar con el libro en la mano, se enojan con las chicas si llegan tarde. Hay una parte con la que no estoy tan acostumbrado y es la dinámica de ensayo que responde a la realidad en la que viven, llenas de notas, trabajos, etc. Pero cuando están de verdad en el ensayo es increíble. Ahí aparece algo.
Además, hay otra diva que está esperando a Pashkus: Judy Garland. De la mano de la monumental Karina K –con quien ha trabajado en Sweeney Todd y Souvenir, entre otras–, en enero debutará en el teatro Apolo con Al final del arco iris, junto a Nicolás Vázquez y Raúl Rizzo.
Masticar la cabeza del autor
Hay algunos periodistas, de los más reconocidos, detrás del micrófono y también sobre los escenarios. Así como lo hizo este año Reinaldo Sietecase (Malditos todos mis ex, de Mariela Asensio), Osvaldo Bazán debuta como dramaturgo y además se anima a la actuación. "Esta obra es su cabeza. El ensamble son todos los datos y recuerdos que van apareciendo a partir de ese abandono", dice Walter Quiroz. Dicen que toda obra es autobiográfica en algún sentido. En el caso de Y un día Nico se fue aparece un texto "personal", tal es el adjetivo con el que los intérpretes se refieren al vínculo entre la historia y el autor: "Sabés que vamos a hablar de vos, ¿no? Y que vamos a estar masticando esos rincones de tu cabeza todo el tiempo", le advirtió Fonzi. "Sonará cursi, pero lo que hicimos desde un inicio fue trabajar con amor, un amor que se contagia", agrega Quiroz.
- Y un día Nico se fue
De Osvaldo Bazán
Usina del Arte, Caffarena 1, La Boca.
Jueves, a las 20.30; viernes, a las 21; sábados, a las 19 y a las 21.30.
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