Su disco Contacto es más rockero, una sorpresa para los que creían que Cabas iba a ser siempre un purista del folclor.
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Llega puntual, cosa rara entre los artistas, especialmente si ya son reconocidos. Puntual, sin mucha bulla, sin mucha gente; entra, saluda a todo el mundo. Al parecer se ha levantado de la cama no hace mucho tiempo, el pelo alborotado (como siempre), jeans, camiseta de algodón, chaqueta gruesa que da una idea del clima que hemos padecido (a esa hora, mediodía, ya han caído dos aguaceros). Andrés Cabas aparece por la puerta con actitud de "bueno, qué es lo que hay que hacer".
A lo que vinimos, sentados frente a una inmensa mesa en la sala de juntas de la compañía de discos, frente a un amplio ventanal que permite divisar en toda su extensión el centro de la moda y el consumo bogotano. El Parque de la 93 (así, con mayúscula, que ya se ha convertido en nombre propio) aparece gris, sin mucho movimiento.
¿Cómo haces para conservar lo costeño en medio de una ciudad tan fría?, le pregunto, porque a pesar de haber permanecido en Bogotá gran parte de su vida, Cabas es barranquillero y lo reivindica. "Es fácil, porque estudio mucho el tambor alegre, eso es como mi meditación", explica. "Además, porque a mí el sol me invita a salir, a desconectarme, por eso es bueno que existan estos días, porque me quedo en casa y estudio, toco piano. No sé, de todos modos uno pierde parte de su idiosincrasia porque esta ciudad es muy distinta".
¿Perder parte de su idiosincrasia?, si lo ha hecho no se nota mucho en su música. Ocho días antes, sentados en la misma oficina, habíamos escuchado Contacto, la nueva producción de este artista a quien la prensa latina de Estados Unidos bautizó como el representante del «porno pop» ("no me interesan mucho las etiquetas", asegura él). Guitarras estridentes, pero sobre todo una presencia evidente de la percusión folclórica, son las principales características de un disco que va del rock a la música sinfónica, pasando por cumbias y bullerengues.
"Me ariesgué", asegura, "haciendo un disco más personal, más íntimo; es un disco con más tambores, más rock, más de todo. Sabía que si iba más allá no estaba perdiendo mis raíces, y debía ir más allá porque mi vida había cambiado y creo que a la gente le interesa comprar un disco para conocer a un artista y no sólo para oír un manojo de canciones, pero sabía que este álbum iba a tener más tambores y que el sonido de los tambores iba a estar más arriba".
"El 80 por ciento de mis canciones las compongo encima del ritmo", explica, "sobre el sonido de los tambores". Persiguiendo el sonido de los tambores recorrió gran parte del litoral. Descubrió las raíces del porro, del chandé, de la cumbia, se sentó frente a los maestros con la humildad que algún programa de chismes aseguró que ha perdido ("si yo soy el que menos jode", exclama cuando se entera), y construyó las bases que lo llevarían por el camino de transformarse en "uno de los más grandes artistas latinoamericanos", por lo menos eso piensa Chucho Merchán, el reconocido productor que dejó todo para convertirse en el bajista de la agrupación de Andrés Cabas.
"De allí partió todo", recuerda Cabas, "de ver una banda folclórica tocando. Yo al principio quería ser solamente el del llamador, tocar un tamborcito y cantar coros, me parecía que era el que más podía observar lo que estaba pasando en ese momento; después empecé con el tambor alegre, ese fue el primer viaje en que me metí, estar ahí, tocando, y me lo gocé".
De ese viaje salieron sus primeros temas, su primer álbum y sus primeras frustraciones (el álbum debut de Cabas estuvo guardado durante meses en el cajón de un escritorio en su compañía discográfica debido a un conflicto legal con su productor), y de esas frustraciones, una canción para su segundo disco: "Confía", un tema lleno de sonido de mares (basado en un ritmo africano llamado zuku) que remite inmediatamente a la tranquilidad de San Andrés y Providencia. "La compuse en el momento en que mi primer disco no salía. Me sentía agobiado; me dolía el cuerpo, la cabeza, el corazón, todo. Pensaba que nada tenía sentido, que me había encontrado con con gente que sólo quería hacerme daño, afortunadamente llegó un momento de lucidez en que me dije que todo tenía una razón de ser, y que uno no podía volverse desconfiado porque existían algunos cabrones que lo querían joder a uno. Siempre los va a haber, pero uno no puede andar en esa onda citadina y jodida de no confiar, de velar sólo por sus intereses, porque entonces terminas convirtiéndote en un miserable".
El resto del disco se fue construyendo entre hoteles, aeropuertos, compromisos promocionales y conciertos; entre momentos de soledad y escapadas en busca de sonidos y personajes. "Extraño sobre todo salir a caminar", afirma en voz baja, entre recuerdos de caminatas anteriores, "porque caminar me ayuda a pensar, a ordenar mis ideas".
Hace mucho que dejó de ser observador para convertirse en observado. "Igual siempre he sacado tiempo para hacer esas búsquedas, incluso me he metido en problemas con medios de comunicación por cancelar citas. Es que yo no voy en una carrera hacia el éxito rotundo, voy en una carrera hacia ser mejor músico, y para eso necesito mi tiempo y mi espacio".
Esa fue una de las razones que lo llevaron a la Argentina con sus músicos. "Llevábamos todo el sonido de Colombia, pero sin sus elementos distractores: nuestras familias, nuestros amigos, todo eso". Eso, y la necesidad de encontrar algunos "juguetes": un tipo especial de teclado, un piano en particular, ciertas características en el sonido que consideraba indispensables para su disco. "Para esas cosas Chucho (también coproductor del disco), fue fundamental", afirma Cabas, "porque yo no sé nada de tecnología, de aparatos, y eso es clave para que el sonido sea el que necesitamos. Nos llevó al mejor estudio de la Argentina y después nos llevó a los mejores estudios de Londres.
Cabas, el disco que debería ser su presentación para el público colombiano, se convirtió en un fenómeno que terminó prensado en 15 países distintos. Ahora el reto es dejar atrás todo ese fenómeno, por eso Andrés decidió incluir desde arreglos sinfónicos en algunos de sus temas hasta la inclusión de Enrique Bunbury en una canción que conserva mucho de su raíz folclórica. ¿Cómo cuadra Bunbury en el sonido de Cabas? "Pues no cuadra", asegura sin dudarlo, "por eso fue que lo hicimos, porque yo creo que no cuadra, y eso es lo interesante de «Bolita de trapo» (la canción que canta a dúo con el artista español), que es un bullerengue, y él no sólo la cantó con magia sino que le metió su propio sentimiento, y eso es realmente lo que yo creo que es una colaboración; que alguien de Zaragoza, España, se pueda involucrar con un bullerengue demuestra que la música es un lenguaje complejo y misterioso que puede dar lugar a cualquier tipo de combinación".
Andrés Cabas es un convencido de eso, de la "fusión", entendida como unión de universos, por eso no tiene ningún problema en mezclar guitarras rockeras con ritmos folclóricos e incluso con grooves electrónicos. "Vi que la música evolucionaba y que los grooves ahora podían tener un peso más fuerte, unos nuevos sonidos que a mí como joven me atraían".
En pleno furor de lo "latino", con los Grammy "dominados" por los colombianos, como titulan los periódicos con afán nacionalista, podría pensarse que su trabajo está hecho. "No, es que es muy fácil decir que uno hace patria, ponerse un sombrero y salir diciendo que uno es colombiano, pero es muy difícil mostrar realmente eso que es la base de nuestra cultura".
Andrés mueve la manos, se hecha la chaqueta hacia atrás, el frío bogotano parece ceder, por lo menos el artista que se calienta cuando habla de lo que le gusta. "Para mí siempre es un camello llegar a una estación de radio con un bullerengue y que me digan «ay, es que ese ritmo tan raro, no sé; no lo podemos poner en la programación porque acá suena salsa»; que por qué no hago «ese cross over que está sonando...». Ahora se habla del «gran momento por el que está pasando la música colombiana», pero la verdadera música colombiana está pasando por uno de sus peores momentos porque hemos olvidado muchas de nuestras raíces y hemos dejado que afuera conviertan el sonido colombiano en un estereotipo. Uno llega de Colombia con un bullerengue y le dicen «pero es que eso no suena a lo que suena Colombia». No es fácil, pero afortunadamente está el otro lado que es gratificante, y es ver a la gente en París, Londres o las Islas Canarias levantando las manos y moviendo el cuerpo. Entonces te das cuenta de que puedes llegar, y ahí vamos".
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