Antes de su show en Buenos Aires junto a Malón, el poder, la gloria y la vida nerd de una de las mejores manos derechas del thrash metal
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El clip de "Indians", quizá el punto más alto de Among The Living, 1987, era todo: un circle pit enorme, un desquicie de mosh feliz, en una era de heavy metal (Master of Puppets es 1986, por ejemplo), donde, conceptualmente, estaba todo mal. OK, es una paradoja en cierto punto: Anthrax hablaba en esa canción sobre la guerra tácita y el cerco de discriminación contra los pueblos originarios en suelo estadounidense, pero lo hacía con una sonrisa. Y eso diferenció a la banda de sus pares en la gloria de la era thrasher, el campo formativo del mismísimo Big 4. Mientras que Metallica y Megadeth eran algo así como la angustia de seguir con vida y Slayer era lo más satánico en el planeta Tierra, Anthrax iba por una tangente emocional completamente distinta. El último show porteño de la banda, 2010, Teatro Flores, fue la réplica exacta de ese clip: a excepción del guitarrista Dan Spitz –reemplazado por Rob Caggiano– y con la tapa de Among The Living como telón de fondo, fue el mismo desquicie de mosh 23 años después. Es decir, Anthrax ya había visitado Buenos Aires en los 90s con su anterior cantante, John Bush, un show en Obras que casi nadie lo recordaba o siquiera registraba de forma enciclopédica. O al menos, nadie de menos de 30. Y en El Teatro, fue Scott Ian quien comandó el fuego, desde su "Yeah motherfuckers!" inicial y esa mano derecha, en esos riffs geométricos, de cacería nerviosa, en ese machaque que es el alma del thrash metal mismo.
Hay nuevo disco, Worship Music, el primero de la banda en ocho años, con Joey Belladona por fin de vuelta y es Anthrax en su tesis más pura entre el metal demoledor y un midtempo demoledor también, canciones como "Earth on Hell" o "I’m Alive" y hasta un homenaje a Judas Priest que hablan de una banda que sabe que –a pesar de un aura francamente contemporánea, con un tono no tan disímil a bandas como Lamb of God– no puede desviarse demasiado lejos de sí misma. Y es Ian otra vez en el centro de todo, un friki de Kiss, de las comics o Battlestar Galactica y de twittear las 24 horas que llegó hasta DC Comics en 2010 para escribir una saga sobre Lobo, el personaje más enfermo y megaviolento de la firma de Batman y Superman, a VH1 para conducir The Rock Show –su propio programa metálico de entrevistas– o el reality show Supergroup, una caldera de egos insoportables como Sebastian Bach de Skid Row o Ted Nugent, donde Ian era el más normal. O, por sobre todo, un friki y soldado del metal. También hay nuevo show porteño, este lunes 13 de febrero en el Malvinas Argentinas, con el regreso de Malón. Sin embargo, varios rumores online indican que el baterista Charlie Benante e Ian mismo no estarían en el show. Por Benante, quizá sea cierto: por cuestiones personales, Gene Hoglan, uno de los mejores sesionistas de la historia del metal –Dark Angel, Death, Testament, Opeth, Fear Factory, Strapping Young Lad– lo reemplazó en varios shows el último mes. El guitarrista responde por sí mismo.
¿Qué pasa, entonces?
¡Que voy! ¡Nunca deberías creer lo que dice Internet! Pero lo que ocurre con Charlie es que su mamá falleció, y su hogar, nuestro hogar, es Nueva York. Es cierto: Gene Hoglan lo estuvo reemplazando. No estoy seguro si Charlie irá a Buenos Aires. Pero yo voy. Eso, seguro.
El último show aquí...
Fue bestial, increíble.
Pero casi nadie recordaba que Anthrax había venido antes. ¿Es necesario un recordatorio como este, de que la banda está viva y funcionando? ¿Temiste en algún punto que Anthrax pudiese ser olvidado?
Sí, siempre viene bien un recordatorio como este, que es un recordatorio no sólo de Anthrax sino de la experiencia que es ir a un buen show de metal, algo que nunca pudo ser replicado o reproducido de ninguna forma. Y si alguna vez temí que la banda fuese olvidada, no, eso nunca. Nunca me preocupó mucho lo que pensara o dejara de pensar el público heavy. Me preocupé más de hacer lo mejor posible por Anthrax.
La formación parecía una puerta giratoria. John Bush y Joey iban y venían. Todo era muy inestable.
Ahora se siente genial. Joey volvió en 2010 para quedarse y las cosas no podrían ser mejores. O sea, esta es la banda. Por fin pudimos girar bien, llegamos a tocar en el Yankee Stadium en Nueva York con el Big 4, más en casa imposible. Ayudó a la cordura de la banda. Pudimos hacer un nuevo disco, que no analizo, podrás decir más moderno, que quizá tiene algo de todo lo que hizo Anthrax, pero simplemente lo hicimos. Odio decirlo, no suena bien, pero es ese talento que tenemos. Cuando Frank, Charlie y yo nos juntamos en la sala, sabemos cómo Anthrax tiene que sonar.
Al contrario de la mayor parte del heavy metal, Anthrax jamás fue una banda enojada.
¡Es que siempre nos divertimos! ¿Por qué poner una cara de culo? No hacía falta impostar, ser algo que no fuésemos. Si nos divertimos, te das cuenta. Pero si la pasamos mal, te das cuenta también. Siempre fuimos muy auténticos en ese sentido.
Con DC Comics, ¿quién se acercó a quién?
Ellos se acercaron a mí. Habían visto varios posts míos en blogs y cosas así, y me llamaron para una reunión con un grupo de editores. Así que fui, ¡y me propusieron escribir! Yo estaba muy sorprendido. Y muy, muy nervioso. O sea, nunca había escrito un comic en mi vida. Elegí hacer a Lobo, que me encanta. Al contrario de Batman, Superman o Flash, Lobo no tiene reglas, puede hacer cualquier cosa, tuve toda la libertad necesaria. Y pensé: "Bueno, si es una cagada, ¿a quién le importa?" El resultado fue Highway To Hell, una miniserie donde Lobo se enfrenta a Satán. Lobo en el pasado había sido prohibido del infierno, así que le di su revancha al Diablo, ¡ja, ja, ja! Y lo hice con Sam Kieth, un dibujante excelente que hizo Wolverine entre otras cosas, me encanta su estilo y energía. Y Lobo es más colorido que el Diablo, en cierto punto.
Twitter es también importante en tu agenda.
Está buenísimo. Yo lo pienso de esta forma: imaginate si fuese 1976 y tuvieses una forma de escribirle a Gene Simmons directamente, que él lea lo que vos pensás o querés saber, y que pueda responderte. Sin intermediarios. Sería lo máximo. ¡No es que yo sea Gene Simmons! Pero si estoy al pedo en la computadora, respondo.
Con el Big 4 giraste junto a tus pares, tus contemporáneos.
¡Es que también soy un fan! Siempre lo fui. En 1982 teníamos No Life Til Leather, el demo de Metallica, lo habíamos conseguido por correo y ni conocíamos a los chicos de la banda, estaban en la otra punta del país. También me encantaba Slayer. Megadeth no, ¡porque todavía no existía! Y el Big 4 fue algo muy grande, hicimos 15 shows. Hoy cada ciudad en el mundo quiere uno. Todos crecimos juntos en cierta forma. Yo empecé de chico con esta forma de tocar, esta forma de thrash metal, que ya existía en discos de los 70, aunque no tan definida, pero las canciones que quería escribir me lo pedían, era una necesidad de velocidad de agresión. Y a esta gira pudimos hacerla juntos hoy, cuando estamos todos mejor que nunca. Todavía no resumo cuán importante fue.
Fue un testimonio de la salud del metal, tal vez.
Para mí, el metal fue siempre fuerte. Cualquier forma de arte tiene picos y valles, puede ser la cosa más popular del mundo o importarle a casi, sea underground o mainstream. Hicimos el crossover con Public Enemy, "Bring the Noize", fue enorme. Hoy, no hay nadie con quién hacerlo, porque nunca salió nada tan bueno como Public Enemy. Y si no salió nada agresivo como el metal, yo no me lamento, ¡porque toco en Anthrax! Cuando empezamos, nosotros éramos lo más underground del mundo, éramos tan under que ya estábamos en el centro de la tierra. A nadie le importaba esto. Pero teníamos que salir y esparcir la enfermedad.
Por Federico Fahsbender
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