Araceli González está expectante. Su debut como productora de la película Sola, de la que, además, es protagonista, la moviliza. Y mucho. Sabe que es un reto. Pero la chica que transcurrió su infancia en Ramos Mejía está acostumbrada a tomar el toro por las astas y no esquivarle a la adrenalina de los desafíos laborales. Aún menos a hurgar profundo en su propia vida. Está con ganas de hablar. De pensar y pensarse. No es un momento más el que atraviesa. El 10 de septiembre murió Rosa Monteferrario, su madre, con quien mantenía un vínculo sumamente estrecho, en el seno de un matriarcado, con mujeres empoderadas. Como contrapartida, hoy vivencia el nacimiento de la productora Shock House que conforma con su marido, el actor Fabián Mazzei, y los fotógrafos y realizadores audiovisuales Gabriel Machado y José Cicala. Duelo y celebración casi en simultáneo.
Llega demorada a la entrevista con LA NACION, en medio de una copiosa lluvia que azota la ciudad. "Me maquillo, me peino, y estoy. Perdón, perdón, perdón". Araceli aparece en el estudio de Machado & Cicala, en la calle Acevedo del barrio de Palermo, luego de trajinar la autopista Panamericana desde la zona Norte del conurbano, donde vive desde hace muchos años. Vuelve a pedir perdón por su demora. Ofrece algo para tomar. Solicita cortésmente un espacio de soledad y arranca. Pone primera. Es la Araceli de siempre. Reconocible. A los 51, sigue manteniendo la frescura de aquella chica que conquistó a un país en las campañas publicitarias de una famosa marca de lencería. Pero, desde ya, aunque no siempre sucede con el paso de los años, se la percibe plantada. Conocedora de sí misma. "Gracias a mi terapeuta y a mis clases de yoga", dirá compartiendo la receta de esa sabiduría de la joven madurez que le permite saber a ciencia cierta quién es y qué quiere. O, al menos, aproximarse a ello.
"Conocerse a sí mismo no es garantía de felicidad, pero está del lado de la felicidad y puede darnos el coraje para luchar por ella", dijo Simone de Beauvoir. Y ese parece ser el foco donde se posa la lupa de esta mujer que tiene a la autora de El segundo sexo como uno de sus referentes intelectuales. "La leí mucho. Y a Jean Paul Sartre, su compañero, también".
La mujer rota
Laura Garland es el personaje enigmático al que le da vida Araceli en Sola. El rodaje, que acaba de finalizar, se llevó a cabo en sets ubicados en el barrio de Palermo y en locaciones del Gran Buenos Aires. Mientras se inicia la tarea de montaje y postproducción, se evalúan las posibles fechas de estreno en un 2019 electoral que condiciona agendas y carteleras. Además de Shock House, la realización cuenta con la coproducción de Tieless Media y Pelícano Cine. La actriz y flamante productora no quiere spoilear. Se cuida de no hablar de más y restarle sigilo al thriller. "Es una película con mucho suspenso y muy difícil de explicar porque se cuentan tres historias al mismo tiempo. En los últimos diez minutos, el público recién entenderá el film. Es como si durante todo el desarrollo sucediese una cosa y, sobre el final, apareciese otra película con un desenlace inimaginable".
El relato nació a partir de un sueño de la coautora, Griselda Sánchez, estando embarazada. El libro lleva su firma junto con la de José Cicala, director del film. Dos casas vecinas, similares, espejadas, encierran universos diferentes. En tiempos de una guerra indeterminada, en una de las residencias vive Laura, encerrada en su soledad a la espera de un marido combatiente. En la otra propiedad, un tres personas se esconden a la espera de un parto. Laura también ronronea un nacimiento. "Una de las casas es la oscuridad y la otra, la luz. Aunque no todo es tan así. Laura es una mujer sola. Contamos su realidad. Su necesidad de ser madre", explica quien fuera la protagonista de la última versión teatral de Los puentes de Madison. Junto a ella, Miguel Ángel Solá, Fabián Mazzei, Alfredo Casero, Mica Suárez, y Mónica Antonópulos. Y, los herederos de su vocación: sus hijos Florencia Torrente y Tomás "Toto" Kirzner.
"La película cuenta cómo el dolor, a veces, te puede convertir en un ser oscuro. De un lado está la ambición que lleva a las sombras, pero, el desborde de amor, también te puede conducir a la oscuridad".
-Toda situación extrema conduce a vivenciar sentimientos al límite...
-Es esa línea delgada que todos tememos pasar.
-Lindante con la locura.
-Hay mucho de eso. Es una película que dejará al espectador pensando por bastante tiempo.
-Lo inquietante es que no es solo un tema ficcional.
-Cuando hice Mujeres asesinas sentí algo similar. Pensaba, "¿en qué momento está mujer cruzó esa línea? ¿Me puede pasar a mí?" Todos estamos siempre al borde del dolor, de la angustia o de la felicidad, que es efímera.
-Y el dolor, ¿es menos fugaz?
-Es un tránsito mucho más fuerte. Lo estoy atravesando con el duelo de mi mamá. Es vivir con eso al lado.
-¿Cómo intentás superar esa pérdida, teniendo en cuenta el gran vínculo que las unía?
-He transitado por muchos dolores en la vida. Me hicieron fuerte, me fortalecieron. Pero este dolor me hizo mucho más vulnerable.
-Los duelos suelen acompasar con una dosis de aprendizaje.
-Lo que aprendí al perderla es que todo lo que hice, lo hice por ella, para dignificarla como mujer, para ayudarla.
-¿Por qué hablás de dignificarla?
-Hay momentos que la vida nos pone en un lugar donde uno decide o dice: "Acá no voy a estar" y eso existió en mi vida. Lo dije, una noche, en una parada de colectivos, junto a mi mamá y mi hermano más chico. Estábamos solos los tres. Se siente la desolación, el miedo. Esa noche dije: "Acá no quiero estar más". Eso me acompañó toda la vida: me puse metas, trabajé mucho, mucho.
-En aquella parada de colectivos, donde te plantaste una huida, ¿de qué o de quién escapabas?
-De la desolación.
-¿Existía la violencia física en la casa familiar?
-No, pero existía el abandono. Al separarse mamá quedamos muy solos los tres, pero a mí me gusta ir a la profundidad de la verdad. No me importa lo que pase. Por eso, cuando mamá murió, sentí que todo lo había hecho por ella. Me quedé sola, como mi personaje en la película. Todo lo que quería era darle felicidad. Darle la casa que había perdido. Devolverle todo lo que me dio. Ella me enseñó a plantarme en la vida, los valores que sostengo. Ese camino es mucho más largo, pero es lo que les enseñé a mis hijos. Vengo de un matriarcado de mujeres muy fuertes. Se me fue mi abuela hace cinco años, cuando ella tenía 101. Ahora mamá. Entonces siento que ahora yo estoy arriba de la pirámide. Soy yo la que ahora tiene que reconstruir la familia. Cuando se pierde algo es como una bomba que explota y queda el campo minado. Ahora tengo que rearmarlo. Quedé en estado de soledad y alerta. Ahora me toca a mí, pero soy muy fuerte. Y justo me llega esta película.
A mí me salvó cómo me paré. Yo venía menos diez. Dormía en el tren Sarmiento, donde me he bajado por las ventanillas y me han tocado diez mil veces
-Causalidades...
-Milagritos de ella, que sabía con lo que yo soñaba, con lo que deseaba tener mi libertad dentro de lo laboral. Siempre decidí. Siempre elegí.
-No fue sencillo el camino de la chica de Ramos Mejía, sobre todo en aquellos tiempos de necesidades imperiosas.
-A mí me salvó cómo me paré. Yo venía menos diez. Dormía en el tren Sarmiento, donde me he bajado por las ventanillas y me han tocado diez mil veces. Tengo una mamá que para que yo no vaya igual vestida a los casting hacia magia. Una vez, me compró una cartera de dos colores para que parezcan diferentes. Yo sé lo que es pelearla. Creo que actúo mejor en zona de conflicto que en la zona de confort.
-Dijiste "tengo una mamá".
-¿Lo dije en presente? Es que es así.
La sangre de los otros
-Has ejercido el correrte de las zonas de confort, en el trabajo y en la vida, ¿fue difícil?
-Muchas veces salí de la zona de confort para estar en la zona de la dignidad. Eso es una elección en la vida. Es lo que me enseñó, no solo el matriarcado, sino también mi abuelo Adolfo, papá de mi mamá, que ocupó un lugar de hombre muy fuerte en mi vida.
-Barajar y dar de nuevo puede resultar traumático, pero reparador al mismo tiempo.
-Muchas veces retrocedí para pararme sobre mi eje de nuevo. Encontré un hombre que me ayudó a reconstruirme. La gente cree que, por el lugar que ocupamos, somos invencibles, pero la verdad es que somos vulnerables, estamos muy expuestos. Hay zonas de crisis y de caminos muy oscuros donde necesitas de gente que te ayude para salir.
Desde su Araceli Web, la actriz da charlas a mujeres y hombres sobre cuestiones esenciales que hacen al ser humano y busca transmitir su camino de superación no exento de espinas.
-¿Cuáles fueron esas zonas oscuras a las que te referís y de las que tuviste que salir?
-Quizás la oscuridad es pensar: "¿Acepto ésta vida en estas condiciones?" No, acepto otra vida, la que me enseñaron. Correrse de ese confort hace que entres en otra zona que te dignifica, pero que es una zona de mucho trabajo, áspera, de reconstrucción, donde hay que estar muy fuerte para salir adelante.
-Hay algo de tu propia vida que te emparenta con el personaje de Laura Garland. Sos una especie de árbol sobre el que giraba tu madre y hoy el resto de la familia.
-Tomé una posta muy joven y no la largué.
-Hablabas de hurgar en las verdades, aún las más dolorosas, ¿qué verdades te convirtieron en una mujer resiliente?
-Las separaciones no siempre son gratas. Los problemas económicos en la niñez fueron bravos, mamá que tuvo que salir a trabajar siendo ama de casa. Sentir el abandono replicó en la vida posterior. Incluso buscás parejas "abandónicas". ¡Por Dios, si es lo que no quiero para mí! Hice todo un trabajo. Uno se tiene que hacer cargo de lo de uno, no de lo del otro. Uno es el que elige. Uno define lo que quiere y no quiere y pone los límites. Eso se aprende a través del dolor. Soy muy agradecida a ese dolor, pero fue un tránsito muy difícil. Hoy me hace ser esta mujer que soy. Incluso, ante situaciones límites, me invade la calma.
-Sin embargo, hace un año, se te vio diferente frente a los medios.
-¿Qué sería lo diferente?
-Saliste a hablar de cuestiones íntimas y a sostener a tu familia: a tus hijos, a tu marido.
-Yo soy la parte visible, pero Fabi es un sostén muy grande en mi vida.
-¿Por qué?
-Me salvó de muchísimas cosas. Mis hijos también son agradecidos de su llegada a nuestras vidas porque salvar a su mamá es también salvarlos a ellos. Esto es lo que no se entiende cuando se hace daño a una persona. Cuando le hacés daño a una persona, les estás haciendo daño a tus propios hijos. Fabián fue una persona que nos salvó, fue maravilloso. Y esta película se hace porque él se movió, pero esa parte no se cuenta.
-¿Sentís que como Adrián Suar, tu ex marido y padre de tu hijo, es una persona tan arraigada en el medio, la balanza de la opinión pública se suele inclinar a favor de él y se tiene una mirada menos condescendiente con Fabián Mazzei y con vos?
-Ahí salí a defender. Adrián ha conseguido, en este medio, un lugar maravilloso y súper respetable y honorable. También supo salir adelante y generar el imperio, pero él no es poderoso para mí, es poderoso para el medio. Es poderoso para un núcleo de gente. Yo conocí a otro Adrián, me enamoré de otro Adrián, tuve un hijo con otro Adrián y después llegó la separación y el no estar de acuerdo en muchas cosas, el crecer diferente, el evolucionar desigual. Yo no morí. Yo renací. Tuve que aprender y esto es lo que me gusta comunicar a las mujeres. Hay que enseñar el poder que tenemos dentro de nosotros. Cuando el camino no es ese, hay que seguir otro. Y cuando tu dignidad es tu estandarte, es ese.
-Más allá de las diferencias que has atravesado con tus parejas, Florencia y Toto hablan muy bien de sus padres. No hubo traslado de diferencias y enojos hacia ellos.
-A mis hijos les enseño que aprendan a vincularse con sus padres porque eso es lo más sanador. Uno puede estar de acuerdo o no con sus padres, pero hay que vincularse. Para mí hijo, por ejemplo, el punto de encuentro con su padre es el humor. Terrible sería no encontrar un punto de encuentro. Sería desolador.
-Fabián Mazzei también tiene una gran relación con tus hijos.
-Es un gran compañero de ellos. Jamás dirá que es padre de mis hijos para no herir a nadie. Es muy cuidadoso, criterioso. Es el gran escucha de ellos y, cuando ellos permiten, habla. En discusiones de madre e hijos, se levanta de la mesa y se va. Entonces mis hijos le dicen: "Quédate, Fa". Nunca va a interferir y siempre les habla muy bien de sus padres, porque él perdió al suyo a los 25 años, entonces les explica el valor de un padre. Yo también les hablo bien de sus padres, las diferencias son nuestras, de los adultos. Odio la violencia, por eso mis hijos crecen livianos.
-Y, a pesar de la presencia de Fabián, seguís ejerciendo el matriarcado.
-Así me crié. Si hay alguien feminista soy yo. Nunca transé nada que estuviese fuera de mis valores, ni por hambre ni por necesidad. No me gusta la violencia de ningún tipo, ni para defender alguna causa noble, pero he cruzado camionetas en la calle defendiendo a mujeres. Me gusta cuando las mujeres se mueven en masa pacíficamente. A mis hijos les enseño a denunciar. Hay que denunciar, nos protege. Me parece muy bien que se denuncie el acoso y que se lleve a la Justicia. Apoyo a la mujer que denuncia porque debe tener su verdad.
-¿Padeciste violencia?
-Física no. Psicológica, un poco. Esa la violencia que menos se ve.
-Pero es igualmente nociva...
-Mi psicóloga dice que esa es la violencia que te enloquece. Te puede llegar a matar y nadie sabe por qué moriste. Es la más fuerte.
El segundo sexo
Mientras se desarrollaba la entrevista con LA NACION, comenzaron a circular las versiones sobre otra denuncia contra Juan Darthés que, un par de horas más tarde, el colectivo de Actrices Argentinas confirmó en una conferencia de prensa. A medida que llegaba la información, Araceli, como todos, mostraba la consternación por el grave hecho del que se hablaba y que, indudablemente, iba a marcar un punto de inflexión.
Ante la gravedad de la denuncia realizada por la actriz Thelma Fardin, LA NACION retomó la charla con Araceli, quien compartió con el actor el protagónico de la tira Los ricos no piden permiso. "Me tomé dos tiempos. Escribí en mi Instagram, luego del shock de anoche. Y, posteriormente, me senté a escribir sobre el panorama general del tema. Fue muy doloroso porque, para mí, seguía siendo una criatura la que estaba hablando. Estoy unida a todas las mujeres, a todas. Hay visibles e invisibles. Es un momento muy importante para las mujeres. Hoy hay un antes y un después, es un día distinto para nosotras. El autoritarismo dentro de nuestra profesión, y en un montón de profesiones, ha desgarrado, ha matado y ha ultrajado a mujeres. Es un momento histórico para nuestro país. La flexibilidad para hablar es lo que necesitábamos. Vivíamos en una sociedad rígida donde la mujer no podía decir absolutamente nada por miedo. Hoy, todas somos una sola persona".
En un rincón de su cartera descansa algún texto de Simone de Beauvoir que siempre la acompaña. Acaso como un mandato tácito. "Una mujer libre es justo lo contrario a una mujer fácil" dijo, alguna vez, la pensadora. Araceli González no es una mujer fácil.
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