
Buenos Aires es una fiesta
Cuando se acerca el fin de semana, la noche invita al disfrute. Bares, discos, pubs y otros reductos se preparan para recibir a miles de jóvenes que pueblan las calles de los barrios porteños. Vía Libre recorrió los siete circuitos más elegidos por los noctámbulos. Aquí, una completa guía para saber cómo, cuándo y dónde están los secretos de la trasnoche en la ciudad.
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La noche de Buenos Aires es ancha, tan ancha y profunda que muchas veces se vuelve ajena. ¿Cómo hacer para abarcarla, saborearla, disfrutarla sin sentir esa inagotable y frustradora sensación que deja lo inasible? Salir de copas a la espera de que la noche traiga algo más. Quizás una disco, un buen show, un trago nunca jamás probado; algo, cualquier detalle que la haga inolvidable.
Vialibre salió a la calle a recorrer la ciudad nocturna para tratar de ordenar lo imposible.
Son siete los circuitos que abarcan el todo... o el casi todo: Palermo, Recoleta, la Costanera, el Centro, San Telmo, Flores y Belgrano. En estos templos del disfrute nocturno se concentra gran parte del "¿qué hacer?" en Buenos Aires.
Tienen en común la cantidad de enorme de bares, pubs, discos, maxiquioscos 24 horas, que se concentran por metro cuadrado. Todo lo demás los distingue: la gente, los perfumes, la ropa que casi se transforma en un uniforme diferenciador. Cada cual atiende su juego... o mejor decir: cada cual atiende su onda.
Son muchos los curiosos que giran en las distintas zonas hasta que encuentran su lugar en el mundo, el deleite pasa por recorrer infinitamente todos los lugares para tratar de conocer al máximo cada rincón. Pero también son muchos a los que les gusta lo conocido, el quedarse entre "su gente", es que la noche y los tragos los van convirtiendo en amigos.
Para unos y para otros, aquí va una apretada síntesis de la noche de Buenos Aires mediante sus "siete colinas" del éxtasis y del disfrute pagano.
Bohemio San Telmo
No por pequeño es fácil de abarcar. Todos los rincones de San Telmo tienen secretos ávidos de ser descubiertos. Un buen comienzo es la plaza Dorrego enmarcada por los incontables bares que recorren su contorno sobre las calles Anselmo Aieta, Humberto Primo, Defensa y Bethlem. Ya a las 22, se puede ver la plaza poblada por turistas y nativos de todas las edades que buscan algo de paz y de melancólicos tangos.
Si se quiere ver gente heterogénea nada mejor que darse una vueltita por la plaza. Grupos de amigos, parejas de abuelos, adolescentes guitarra en mano intentado una melodía "ricotera" son factibles de encontrar. Eso sumado a la diversidad de ritmos que despiden los bares hacen de San Telmo, un lugar único y hermanado con la bohemia. Todo puede empezar con un buen plato de mariscos en El Café de la Feria, que los jueves está acompañado por los blues de Pinchevsky y su violín.
Arriba de El Café..., suenan palmas y tacones del flamenco que se vive en El Balcón de la Plaza, uno de los clásicos que abandonó su exclusivo amor por el rock para darle espacio también al jazz y al tango. En la terraza, la onda mexicana al aire libre le da otro color al lugar. Sigue la vuelta a la plaza. Se suceden Café del Arbol, De Joan Bar. Justo en la esquina de Humberto Primo y Defensa se instala desde hace 130 años el antiguo almacén de ramos generales que todavía da señas por medio del Bar Plaza Dorrego, en el que en 1889 se formó la Unión Cívica Radical. Ya terminando la vuelta, sobre Bethlen, está Pizza Plaza, donde junto a unos enormes jarrones de clericó se pueden ver espectáculos en vivo o participar de un simpático canto bar.
Sobre Humberto Primo, casi llegando a Bolívar, está Mitos, un lugar para que la nostalgia argentina se regodee sin pudor. Desde las paredes, de deportistas a artistas miran curiosos a los comensales que se deleitan con los espectáculos en vivo que traen a la memoria casi olvidadas melodías de décadas pasadas. Todo bien argentino, hasta el mismísimo baile que se arma pasadas las 2.
Girar por San Telmo depara restaurantes, bodegones, parrillas de todo tipo y color y mucho tango. Pero también tiene exclusivos rincones para los amantes de otros ritmos. En Balcarce 605 está Pelourinho, un bar brasileño en el que la lambada es la reina de la fiesta. Casi en frente, pero sobre calle México, La Leyenda se convierte en el lugar rockero por excelencia. Si se pretende escuchar algo distinto, mejor rumbear para otro lado.
El ángel de Flores
Prohibido usar zapatillas. Una de las cosas que más llama la atención a un recién llegado es que la turba de adolescentes que inunda la esquina de Nazca y Rivadavia, para empezar la gira nocturna por Flores, está calzado con zapatos -de dudoso lustrado-, o con botitas de gamuza, o con botas cortas de cuero. Usan de todo menos zapatillas. La respuesta no se hace esperar. Cualquiera de los enormes patovicas de las disco mira más el calzado, que si el aspirante a entrar tiene siete u ocho pesos en la mano.
"Las zapatillas no están permitidas porque por lo general los que las usan para venir a bailar son rockeritos y acá los rockeritos no van. Las veces que se han encontrado con los habitués del lugar, ha terminado todo mal", dice sin problema de ser catalogado como discriminador uno de los guardias de seguridad de The End, una de las infinitas disco que pueblan la avenida Rivadavia, entre Nazca y Pergamino.
Fuera del calzado, los adolescentes adeptos a Flores son como todos los adolescentes: mucho jeans; mucha ropa negra, sobre todo en las chicas que se enfundan en apretadísimos vestidos que apenas tapan lo que las buenas costumbres dicen que hay que tapar. Eso sí, en la remeras de los chicos difícilmente se vea estampada la cara del Indio Solari o de Luca Prodan. El rock, y sobre todo si es nacional, es difícil de encontrar.
La noche de Flores, como todas, comienza cerca de las 3, pero siempre se la puede esperar tomando algo en Clapton, que pese a ser uno de esos clonados e indistinguibles "pizza café" que han llegado para poblar tantas esquinas de la ciudad, es el centro generador de toda la movida nocturna del barrio.
A las 10 de la noche, es una esquina más, pero ya entrada la medianoche de cualquier fin de semana, es casi imposible transitar las veredas, y muchos optan por bordear los coches mal estacionados en la vertiginosa Rivadavia. En Clapton se puede disfrutar del partido de la fecha en enormes pantallas, o de algún video, "todo a gusto del cliente" -aclara Gregorio, uno de los sonrientes mozos-, mientras se saborea una pizza chica y una cerveza por algo menos de $ 10.
Otra de las posibilidades es "hacer tiempo" en el Café de la Subasta, un cálido pub de la calle Membrillar. Quizá por no ser tan concurrido por adolescentes se respira cierta tranquilidad. En esta vieja casona del siglo pasado -con patio, aljibe y salamandra incluidos- es altamente aconsejable pedir una de sus tablas de fiambres -para compartir-, acompañada con un chopp tirado bien frío. Es difícil gastar más de $ 17. Bubby, desde su piano, hace más agradable la estada. Eso sí, cuando la noche es más oscura, la población va bajando en edad y la música se vuelve más estridente, y se abandona el jazz por el rock o la marcha.
Un lugar que puede ser de espera, pero que también tiene un buen fin en sí mismo es Alpina Skate, un pub que con el correr de las horas y de la música se convierte en algo parecido a una disco. Enmarcado por una decoración alpina -bien podría ser andina- se puede disfrutar de la pista de patinaje. Los shows en vivo y la "Canchengue party" de todos los sábados son un buen aderezo para los que buscan algo diferente.
Amadeus, un clásico de la zona, tiene para todos los gustos: un karaoke que deviene en disco para los que buscan alguna alegría, y para los que les basta con compartir un momento agradable entre amigos, están las 11 canchas de bowling y las 5 mesas de pool.
Una de las novedades del barrio que tiene a las chicas más que felices es la nueva fisonomía que Ivanoff Pub toma cada viernes. A las 22, todo empieza con una elegante cena -por $ 10- exclusiva para chicas, que termina con un show de strippers masculinos. Los gritos se acallan pasada la 1, cuando el lugar se convierte en disco y los chicos son muy bienvenidos.
Ya está. Son casi las 3 y Flores está tomando color. Evelyn -pegadita no más a Alpina Skate- deja su condición de karaoke para convertirse en una disco hecha y derecha. Con el local compiten no menos de siete discos que se disputan la infinita clientela que camina incansablemente la avenida Rivadavia. Se puede elegir entre las veteranas Retro o Bamboche, o entre las más nuevas como Rango, The End o Montoya.
Salir en Flores nunca es demasiado caro, pero si la plata no abunda no hay por qué preocuparse, ya que las entradas rondan los $ 5, con consumición. Las damas -les encanta llamarlas así- tienen mil oportunidades para entrar gratis. Es cuestión de ir al lugar indicado en el momento indicado.
Por las rutas de Belgrano
Hasta las 2, las calles del barrio parecen un desierto. Después, una peregrinación de fieles cumple con los preceptos que marca el fin de semana.
Son pocos los que visitan más de un sitio cada noche; aquí no están de moda los traslados. Los habitantes de Belgrano saben que perderán, al menos, $ 8 de sus billeteras cuando decidan dónde pernoctar. Las damas son más beneficiadas que los caballeros a la hora de pagar y, en algunos casos, hasta evitan el pasaje por la caja.
Dentro del límite de las avenidas Del Libertador, Luis María Campos, Dorrego y la calle Teodoro García, varios locales atrapan a los noctámbulos.
A las 22, el restaurante y dance bar Esperanto recibe a comensales mayores de 25; los mismos que, cuando el reloj marca la 1, se vuelcan a la pista del lugar, musicalizada exclusivamente con remembers de las décadas del 70 y del 80. A la misma hora, la puerta del local comienza a recibir a su otro público, el que sólo elige la opción del baile, en grupos o parejas. Los de veintipico que frecuentan estos pagos generalmente hacen un alto en la esquina de Federico Lacroze y Migueletes, para probar un plato rápido preparado en Perica, o una cerveza helada que los retenga hasta el momento de hacer la cola en la puerta de la disco.
A la hora de mover el esqueleto las opciones se multiplican: La Morocha y Freere reciben en sus pistas a los danzarines que pueblan Belgrano.
Oh My God!, también es una cuna de diversión; un bar si se lo mira desde la vidriera y un trío de pistas, una vez adentro. Subir y bajar escaleras hasta encontrar un espacio donde mecerse es el primer trabajo para un recién llegado. Y, de ahí en más, no parar de festejar los ritmos, con cotillón en mano y del brazo de alguno de los monos que protagonizan divertidas escenas con los habitués del lugar.
A pocas cuadras, el Soul Café sirve cenas de sushi y recibe de trasnoche tocatas de DJ. Los martes el invitado es Carlos Alfonsín; los miércoles, las selecciones son de Bobby Flores; los jueves y viernes pasa música Felipe, y los sábados, Sucker. Sin más acordes, los domingos son días de fútbol: clásicos de la fecha en pantalla gigante amenizan una velada entre amigos.
Quienes toman el camino hacia el norte que dibuja la Av. Libertador encuentran un ramo diferente de propuestas. El Chamaco, sirve comida tex mex y, pasada la 1, congrega al público amante de los bailes de pachanga. A la misma hora, pero en la esquina de La Pampa, Archie abre sus puertas a la espera de otros tantos que se sumen a su maratónica marcha.
Al 8000 es donde nace la calle Comodoro Rivadavia. Allí, una cabaña se pone de fiesta los viernes y sábados. Km 20 -con menús de pizza y pasta, hasta la 0- reúne en sus pisos a fanáticos de los nacionales, latinos y hits, que no dejan de moverse hasta que el sol comienza a salir.
Su compañero de cuadra, Milenium, monta en la planta baja una enorme carpa frecuentada por los que prefieren los temas latinos mientras que, el salón del primer piso, recibe a amigos de los flashback de techno y pop.
Ellas, muy perfumadas, vestidas para la ocasión, solas, con amigas o en pareja. Ellos, casi exigidos a eliminar las zapatillas de su indumentaria nocturna, prefieren llegar en grupo y catar las especialidades de la barra.
La diversidad avala al refrán: en Belgrano, el que busca, encuentra.
Palermo, en sus dos versiones
Dos caras bien diferenciadas hablan de los rituales de la noche en esta zona. Por un lado, Palermo Viejo, y de Av. del Libertador hacia el río, el llamado Palermo a secas.
En la intersección de las calles Serrano y Honduras, los locales que rodean la plaza Cortázar no descansan los fines de semana. Pasadas las 22, los veinteañeros pueblan cada estación de un tour que ofrece bares, karaokes y pistas. Portadores de un look informal, conviven en la manzana los amantes del rock, el jazz y la pachanga. República de Acá, Tazz, Brujas, La Galera, Crónico, Macondo y El Taller integran la ronda nocturna.
Con $ 3, ya se puede participar en una ronda de drinks y, por entre $ 5 y $ 10, abonar el pase en los lugares que cobran entrada.
A pocas cuadras de la plaza, Podestá es más que "un sitio para pasar un rato", como define Mariano Ponce, uno de los dueños.
Tras cruzar el telón de terciopelo bordó del acceso se descubre un bar oscuro, apenas iluminado por rojizas luces que tiñen el aire. Y, pasadas las 2, el sótano se vuelve una pista y la barra ofrece tragos por $ 7. Marcha, pop, trance y clásicos de otras épocas, excepto los nacionales.
En sus dos pisos, La Argentina congrega a los de entre 18 y 24 años, que participan en partidas de metegol, desafíos frente a flippers o rodean las mesas de un bar frente a la pantalla de videos. El predance termina a las 2.30, cuando el primer nivel se habilita para el baile.
El cruce la Av. del Libertador marca un cambio de estilo en los reductos de la noche. Entre las opciones más elegidas, en el Paseo de la Infanta Bonita y Benito dan que hablar. Rock and roll de los años 70 y reggae, para las parejas que se quedan en el bar. Surtido de ritmos para bailar en el arco contiguo.
Buenos Aires News, más exclusiva, es una disco con mucha marcha, concurridos salones VIP y escenarios circulares donde las gogo dancer hipnotizan a los habitués del lugar. Los jueves se dan cita las amantes de los nuevos diseños para ver desfiles.
Los locales más visitados se reúnen para integrar el supperclub Arcos del Sol. Coyote ofrece platos mexicanos y música latina para no dejar de mover los pies; el restaurante Valentino´s, después de la medianoche, se transforma en Apocalipsis, una disco donde todos los ritmos están permitidos. Y Hanoii, completa la opción, para comer, beber y danzar.
Una terraza al aire libre unifica los espacios y recibe, en tarimas y escenarios, a mujeres protagonistas de eróticas performances.
Vecinos del complejo son la pista de Puente Mitre y sus restaurantes, el pub Manolo, y Odeón Bar, con tocatas de DJ internacionales.
Varios de los habitantes de esta ruta encuentran en el Open Plaza un atractivo cuando amanece: disfrutar de completos desayunos antes de regresar a casa.
Justo en el Centro
Variedad, mucha variedad. Cualquiera que se arrime al corazón de la avenida Corrientes o se anime a sus laterales, siempre puede encontrar algo a su medida para disfrutar. Desde los brillos de El Dorado y Morocco hasta la más completa informalidad que llena el bar Seddon. Se encuentra de todo en el más amplio sentido de la palabra.
Eso sí, hay que caminar, pocas cosas quedan "a la vuelta de la esquina". Una de las excepciones la dan, precisamente, El Dorado y Morocco, dos de los lugares que hacen de imán para cuantos caminantes ronden por la oscura calle Hipólito Yrigoyen.
El Dorado ha ganado el justo mote de disco exótica gracias a su habitués y a los shows transformistas que agregan sal, pimienta y algo más a noches repletas de techno y disco. Si bien los fines de semana son para recordar, la gran noche es cada miércoles, cuando los enloquecidos bailarines no se acuerdan de jueves trabajados.
Su colega, El Dorado, una cuadra hacia el bajo, agrega cenas y shows al delirio. Para los que se queden con gusto a poco -es realmente difícil- tienen el subsuelo del local que ofrece más música y más desenfreno para una noche quitapenas. Otro de la familia es Ave Porco, que desde Corrientes al 1900, tiene para ofrecer una batería de cosas para mentes abiertas: mucha música, baile, teatro, desfiles, plumas y lentejuelas. Todo ambientado con una decoración bien kistch que conjuga imágenes del Sagrado Corazón con esfinges de la pulposa Cicciolina.
Para espíritus más quietos y sensibles Seddon se yergue como el rincón oculto del microcentro. En 25 de Mayo al 700 un bar chiquito, repleto de madera y lámparas de otras épocas alberga a los amantes de los shows de tango, jazz y salsa en vivo. Si la recorrida se hace temprano, es un lugar ideal para el diálogo sosegado, pero con el correr de las horas y las cervezas el ambiente va tomando calor y color para terminar en frenesí.Un chiche.
Cerquita nomás, en Tres Sargentos al 400, Bar o Bar da aire a los tragos y al baile español. En la semana se llena de señores que al estilo británico se acercan para tomar unos tragos antes de volver a casa.
Para los que quieran seguir con el dancing, el Centro tiene más y más para ofrecer. Ozono, en Uruguay al 100, es otro generador de locura. Si la idea es una charla realmente tranquila con buena música de fondo, el lugar es Remember Pub, que aunque con multiplicidad de actividades en su pequeño subsuelo, en la planta baja brinda la tranquilidad necesaria. Un lujo la "rocola".
Pistas amigas del río
Recorrer la Av. Costanera Norte es una tarea vana para los que no quieren salir a bailar. Un camino exclusivo de las disco se traza de punta a punta.
En esa ruta se alojan la mayoría de los locales que preservan el doble turno: matinés, hasta la 0; y la noche, desde la 1 y hasta el amanecer.
Uno de ellos es Pachá, reconocido en la zona por sus sábados de Clubland, donde famosos DJ invitados acompañan al residente, Hernán Cattáneo.
Un mundo de house, trance y jungle envuelve el ambiente de Caix, cada fin de semana. También en el Complejo Costa Salguero, La Diosa incita al dancing, aunque algunos prefieran llegar más temprano y sumarse a las mesas del restaurante.
Los noctámbulos encuentran otro espacio los viernes por la noche. Scape, frente a Ciudad Universitaria, habilita las terrazas y un trío de pisos para recibir a los menores de 25 años.
Aquí será difícil participar de la noche sin $ 10, entrada mínima de los boliches de Costanera. A no ser que los grupos negocien con habilidad descuentos por multitud.
Copas de trasnoche en Recoleta
Una zona donde se lee en las caras de los habitués un alza en el promedio de edad, con respecto a otros circuitos porteños.
Al 1700 de la calle Junín un paseo exhibe varios locales, todos atestados de noctámbulos. Entre ellos está el World Sport Café, un sitio temático dedicado al deporte. Como piezas de un museo, las paredes del local están vestidas con recuerdos de grandes: el casco de Juan Manuel Fangio, la bata de Nicolino Locche y la camiseta Nº 10 que recuerda el paso de Maradona por el Nápoles son algunos trofeos que se muestran en vitrinas y cuadros.
Desde cualquiera de las mesas elegidas para cenar ($ 15, promedio) o para degustar drinks (entre $ 5 y $ 8) se puede ver más de uno de los 33 monitores y 5 pantallas gigantes que reproducen bloopers, videos y especiales de audio e imágenes.
Hasta las 19 no arriban los fieles al happy hour, que dura hasta las 21.30. Entonces, ya habrán llegado los que pretendan una cena de platos tex mex, pizza, pasta o hamburguesas.
Los viernes y sábados la movida no termina antes de las 6, ya que a las 3, llega buena parte del público estable del local y, horas más tarde, danzarines que ya pasaron por las pistas de Pachá y La Morocha. "Nada de marcha ácida y cero cumbia. Elegimos el pop y algún latino de moda", revela Gonzalo Dahi, gerente de relaciones públicas.
Otro vecino de la zona, Henry J Beans, reúne a los de entre 18 y 50 que se alborotan en la barra cuando suena la campana de "la hora feliz", de 19 a 21. La cerveza tirada ($ 3,50) es un atractivo para turistas y porteños concurrentes de la zona. Aunque también se pueden probar especialidades del barman, por $ 7.
Más sabores para degustar en otro bar extranjero, pero de Europa, con sabor a Irlanda: The Shamrock -el trébol de la buena suerte- congrega a los que gustan de las cervezas negras y el acid jazz. También aquí hacen moda los 2x1 y sus beneficios salen a remate todos los días, de 18 a 21, y de 20 a 21, los viernes y sábados. El Buenos Aires Design Recoleta alberga a un fuerte del barrio, el Hard Rock Café, otro de la familia de los temáticos. Jóvenes de 20 a 30 años son más del 50 % de los que se dan cita a la hora de cenar menús hamburguer (no menos de $ 10). Los jueves, viernes y sábados, una banda en vivo agrega más rock al lugar (covers de grupos extranjeros y exponentes de la cultura nacional en vivo).
Si de bailar se trata, Gallery -lugar de encuentro de estudiantes de todo el país- Tiro Loco -para moverse al compás de latinos- y Olé -con shows-, muestran también su propuesta, a partir de la 1.





