Buenos Aires, poderosa ciudad musical

Hace unas décadas, cuando yo iniciaba mis primeros pasos por la profesión a la cual quedé ligada hasta hoy, sentía decir a las personas que me rodeaban y que tanto hicieron por ponerme en lo que creo fue un buen camino, que Buenos Aires era una gran metrópolis musical. Son los años en que llegaban los más destacados artistas del mundo (compositores, directores, instrumentistas o cantantes) y las orquestas y conjuntos de cámara que brillaban en Europa y Estados Unidos. Naturalmente, me sentía feliz por ser parte de este afortunado público musical argentino. Sin embargo... sin embargo, había una grieta en mi interior que me daba vueltas. Yo no estaba muy segura de aquella felicísima apreciación, desde el momento que la "gran metrópolis" se alimentaba con tantas maravillas que llegaban a estas playas desde lejos, gracias a las posibilidades económicas del país. Pero... si alguna vez entráramos en un clima menos brillante, donde los dólares lucieran sin tanto esplendor (o no lucieran para nada), ¿seguirá Buenos Aires siendo un gran centro musical dentro de Occidente? ¿No será que esa magnificencia debería algún día salir de nosotros mismos? Una idea fija que me acompañó hasta que llegó, en estos últimos años, la respuesta.

Debo confesar que vivo deslumbrada con la imaginación, la fantasía, el profesionalismo con que nuestros propios músicos dan forma y contenidos a la vida musical de la ciudad. Desde la creación de óperas y de otras atractivas maneras de emprender el teatro musical, con desbordantes muestras de ingenio, hasta la irrupción de directores de orquesta y de teatro lírico, instrumentistas o cantantes que abordan desde el repertorio medieval europeo hasta el del mundo actual. Inclusive con fructíferos espacios de investigación y creación artística. Y todo ello con apoyos oficiales, nacionales o municipales, o bien de personas o de entidades privadas de distinta índole, sean o no musicales.

Hay que dejar en claro ¡por supuesto! que también seguimos recibiendo, por medio de ya históricas entidades, a figuras de alto nivel internacional, como en los viejos tiempos. Esto hace, justamente, que Buenos Aires siga siendo una poderosa ciudad musical.

* * *

Ni un solo nombre de todo este espectacular aluvión de vida musical me es posible incluir aquí por razones de espacio. Pero vaya el reconocimiento para todos, y de todos, tanto de los veteranos oyentes, como de las nuevas promociones de públicos que están formando. Mientras tanto, aunque de manera indirecta y tecnológica, también podemos gozar con los grandes del mundo, los ya consagrados, a través de una pantalla. O, si la buena estrella ayuda, y nos alivia de tantas trabas, malas caras y desagrados casi a diario que nos mandan de arriba, con un viajecito aéreo mediante. En ese caso, ¡buen viaje!

Por Pola Suárez Urtubey

---

Conforme a