
Canciones sin palabras
Mendelssohn fue el padre creador de las canciones sin palabras. Inspirado en las características musicales propias de la canción de cámara, Mendelssohn las desproveyó de texto y compuso canciones en toda su dimensión melódica y expresiva, pero totalmente instrumentales, para piano, sin canto. Si los compositores sostenían que para escribir canciones necesitaban imágenes, historias y, concretamente, palabras, Mendelssohn -que también compuso canciones y dúos exquisitos- insistía en que, para la creación abstracta, él se negaba a ser prisionero de las palabras porque, por su literalidad y referencialidad concretas, le parecían inadecuadas para la experiencia de la música pura. Schumann, que comprendía la idea, aseguraba que las canciones sin palabras de Mendelssohn podían ser una base excelente para escribir poesía. Schumann lo tenía en altísima valoración a su amigo. En 1838, diez años después de la muerte de Schubert, Schumann estuvo en Viena y Ferdinand Schubert le enseñó el manuscrito de la última sinfonía de su hermano. Schumann descubrió las maravillas de la Sinfonía "Grande" y, sin dudarlo, marchó a Leipzig con una copia para que fuera Mendelssohn quien la estrenara. "Nadie puede comprender este prodigio mejor que vos", le dijo. Pero también podían mantener discusiones en las que ambos podían sostener sus ideas con total convicción. En una ocasión, Robert, desanimado, pesaroso, le dijo que si "los habitantes del Sol nos observaran con un gran telescopio les pareceríamos pobres gusanos metidos en un queso". Mendelssohn, que, a los veinte, en 1829, había reestrenado La pasión según San Mateo y le había insuflado nueva vida a Bach después de casi ochenta años de silencio, preciso, exacto, le respondió: "Sí, pero El clave bien temperado les inspiraría respeto".



