Cantando 2020. Cómo enseñar a cantar y domesticar egos
Pasó una vez y vuelve a pasar cada tanto. Una mujer pisando los cincuenta toma el micrófono en un show de talentos y el público espera un desastre monumental; el jurado se relame, las fieras preparan sus colmillos para el festín. Nada nuevo por aquí. Y de repente, de la nada, una voz preciosa encanta el escenario y todos se rinden, hasta el mismísimo Simon Cowell, patán certificado del programa de tevé Britain's Got Talent. Ella se llama Susan Boyle y acaba de cantar "I Dreamed a Dream", del musical Los Miserables. Nadie en el plató entiende lo que viene de pasar, pero fue mágico. A partir de ese día, el 11 de abril de 2009, ella saltará a la fama mundial, ganará premios, cantará para presidentes y será fagocitada por eso que llaman "entretenimiento". Casos como el de Susan Boyle son uno en un millón. Para todos los demás existen profesionales capaces de hacer brillar voces que, por suerte para los vecinos, jamás traspasaron la cortina de la ducha. Son los coaches vocales, responsables principales de que los famosos convocados para el Cantando 2020 alcancen un nivel de tolerable a excelente.
El 7 de agosto pasado, en una de las galas de este show de talentos que se emite a diario por Canal 13, uno de los participantes tenía que interpretar el tema La cobra, de Jimena Barón (ese que dice: "soy la cobra que se cobra todo lo que hiciste, bebé"), con tanta mala suerte que se olvidó la letra. Ni siquiera le salió lo de "bebé". La canción siguió sonando, pero el instagramer Lizardo Ponce quedó tecleando unos segundos hasta que por fin se acordó y empezó a balbucear sobre la marcha. "Quería hacerlo bien pero salió así, no me quiero castigar más", se cubre Ponce, confiado en que sus 1,3 millones de seguidores no lo iban a llevar al cadalso. "Me contuvo mi coach, me dijo que son cosas que tienen que pasarme", cuenta. "Ella –su coach, Mariela Perticari– es mi profesora, mi psicóloga, mi gran compañera", se emociona.
Cada una de las parejas del programa está formada por un famoso, que nunca cantó, y un partenaire, que en general es cantante de profesión (y también puede ser famoso). Ambos tienen un coach asignado (son 11 instructores en total) que cumple varias funciones: se ocupa de la preparación vocal y estética del tema –elige qué tonalidad le queda mejor a cada cual– y contiene a la pareja para domesticar egos y, básicamente, lograr que se lleven bien. A lo largo del show se dan situaciones inquietantes. A saber: Alexander Caniggia, hijo del Pájaro Caniggia, lookeado como Luis Miguel para triturar el tema Cuando calienta el sol. Pero, ¿es posible que alguien que canta mal hasta el arroz con leche pueda afinar una o varias notas consecutivas?
Cualquiera puede cantar
Lo dijeron Los Auténticos Decadentes en su quinto disco: Cualquiera puede cantar (1997). Esa premisa es la que todo coach asume antes de ponerse a trabajar con alguien que no afina ni el feliz cumpleaños. En el caso concreto del Cantando, los instructores seleccionados son maestros de canto, fonoaudiólogos, arregladores vocales y directores de teatro; cada uno tiene una aptitud diferente para cuadrar con las parejas que propone el show.
El jefe de coach, Sebastián Mazzoni, comenta que en el caso de los famosos que participan en el programa se dan situaciones diferentes. "Hay gente que jamás había cantado y el asunto a manejar ahí es el ego; o te puede tocar el que canta como Celine Dion y no lo sabía. Lo que es seguro es que si se entregan al trabajo y al ensayo aprenden un montón", explica. Tampoco hay demasiado margen de aprendizaje, ya que los ensayos arrancaron apenas un mes antes de que el Cantando saliera al aire.
Mazzoni entiende que cantar tiene mucho que ver con jugar. Y también con domar el "super-yo", esa voz interna que, dicho en freudiano criollo, critica todo. "Las veces que no funcionó fue por un tema de trabas, por juzgarse demasiado. Yo les pido que jueguen, que hagan ruidos, que sobre los ruidos van a salir cosas lindas. Tienen que darse tiempo de sonar feo", asegura el jefe de coaches, que viene trabajando desde hace más de una década en programas de tevé relacionados a la búsqueda de talentos vocales (Soñando por cantar, Genios de la Argentina y todas las ediciones del Cantando).
A Mazzoni le tocó viajar durante años por el país, escuchando a más de 3000 personas por provincia y seleccionando participantes. Cuenta que un par de veces tuvo su "momento Susan Boyle" de emocionarse con una voz mágica. Lo vivió en Catamarca, con dos hermanitos, uno de 7 y el otro de 16, que bajaban del cerro a caballo para probarse en el casting de Argentiniños, otro show de talentos. "Cantaban tan bien y te dabas cuenta de que lo hacían como un juego, era increíble", se acuerda Mazzoni, cuyo fuerte, dice, es la "recuperación de cantantes". Con la farándula, se sorprendió mucho con Iliana Calabró, que comenzó el certamen cantando con voz de motor diésel de Fiat Duna modelo 88 y terminó ganando el concurso en 2006, en épica final con el Tano Rodolfo Ranni.
Ensuciarle la voz
Steffi Romero es la coach de tres famosos: Federico Salles, actor, cantante y bailarín; su partenaire Cande Molfese, y el actor Agustín Sierra. El primero tiene una gran voz, ella es actriz con experiencia en musicales y el tercero se ha esforzado mucho para cantar. Desde el punto de vista de la coach, el trabajo es muy diferenciado. "Fede es un cantante increíble, con el que hice un trabajo más de dirección", analiza Romero, la coach más nueva del Cantando (arrancó este año). "Lo quise ensuciar un poco, sacarle la pureza de su voz, que es impecable, y llevarlo a un lugar más popero, para que pudiera transmitir un mensaje desde lo interpretativo", detalla.
Básicamente, los coaches trata de completar y potenciar la parte que falta. En el caso de Sierra, el problema no es la actitud, ya que tiene una tendencia natural a comerse el escenario. Pero la parte vocal hay que apuntalarla. "Nunca cantó y por eso tenemos que trabajar mucho la afinación y que no se pierda en el tempo", dice Romero, quien una noche se plantó en defensa de Sierra, con elegancia y argumentos, frente a Tinelli y compañía; desde entonces la llaman "doctora", con cariño, porque es fonoaudióloga.
También se dan situaciones curiosas que son competencia del coach. Por ejemplo, que a una cantante lírica, partenaire del famoso, le toque cantar y bailar un reguetón. "Nos ha pasado con Inbal (Comedi, acompañante de Sierra); tiene que trabajar su veta interpretativa y salir de su zona de confort, lo cual es difícil porque para una cantante como ella hacer reguetón es ir para el otro lado de todo lo que aprendió", entiende.
Romero comenta que el coach también tiene injerencia en la puesta en escena y lo que sucede en las pantallas mientras las parejas cantan. "Lo mejor que le puede pasar al cantante es ponerse en manos de quien lo está dirigiendo", concluye. Lo mismo comentaba a LA NACION revista, antes de retirarse del programa. la capo cómica y vedette multiépoca Carmen Barbieri: "Un coach para mí es un maestro y yo al mío lo llamo así: maestro. Toda la vida hice revista, comedia musical y tengo buen oído, pero me entrego a mi coach porque para él soy una obrera más". Y dejó su lección de maestra Yoda del espectáculo local: "Cantar es sanador, hay que sacarlo todo para afuera; es el tronco que me salva de no morir ahogada".
Un psicólogo y un estratega
Pablo García es uno de los coaches veteranos del Cantando (participó en cinco ediciones). En esta edición quedó a cargo de dos parejas: la del humorista Dan Breitman y la de la cantante Gladys La Bomba tucumana. "La nuestra es una función integral, mezcla de psicólogo y estratega, porque pasan muchas cosas más que lo vocal", señala. "Cantar te deja muy expuesto, con las emociones a flor de piel; los nervios desestabilizan el sistema respiratorio y eso repercute en la voz", explica.
García precisa las funciones del coach: decidir la tonalidad de la canción; hacer el arreglo vocal y balancear qué tono le queda más cómodo a cada uno; evaluar quien canta qué parte; hacer o proponer la puesta; e involucrarse en el vestuario. "Lo más creativo de nuestro trabajo es convertir la canción en un dueto. El arreglo debe ser imaginación y creatividad pura", afirma. "Destrabar inseguridades y optimizar lo que tiene cada pareja, esa es nuestra función", sostiene.
Cuando se le pregunta si alguna vez le costó trabajar con un famoso, García responde que él destraba todo con el humor y pone las reglas antes de empezar a ensayar. "No me interesa el barro", aclara. Tanto él como la mayoría de los coaches vienen del mundo de la comedia musical. "Se da una competencia también entre nosotros, un relojeo, pero somos todos amigos y eso es un plus", celebra.
En definitiva, los coaches enseñan que todos somos seudopichones de Pavarotti si realmente nos lo proponemos. Sin caudal de voz, sin afinación, sin siquiera pegarle a una nota, todos podemos aprender a cantar o hacer que cantamos. Como en la película animada Ratatouille, en la que un chef le enseñaba a la pequeña Remy que "cualquiera puede cocinar", con la voz pasa algo parecido. Lo dijeron los Decadentes y lo rubrican los coaches: con su ayuda, cualquiera puede cantar.
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