Cien años formando los mejores músicos
Aniversario: con el espíritu independiente de sus comienzos, festejó el primer siglo de actividad el Conservatorio Beethoven.
El Conservatorio Beethoven, una de las instituciones privadas argentinas dedicadas a la música más antiguas y prestigiosas del país, adhiere al tránsito del siglo.
Esta semana, al cumplir cien años de actividad ininterrumpida en la educación musical, abandonará la vieja y tradicional casona de la avenida Santa Fe al 1700 para mudarse a un edificio reciclado especialmente en la calle Juncal, casi esquina Libertad.
Allí trasladará su media docena de pianos de cola, la enorme colección de partituras, la parafernalia percusiva y el arpa, esa reliquia inaugural del Colón traída por Augusto Sebastiani, primer arpista del teatro y uno de los directores iniciales de aquel flamante conservatorio ubicado en el sur del viejo Buenos Aires, en la esquina de Entre Ríos y Venezuela.
Semillero
Pero, sobre todo, trasladará la historia no oficial de la música argentina generada día tras día, durante cien años, en que aprendieron y enseñaron prácticamente todas las personalidades comprometidas con la creación y la interpretación musical del país. Por sus aulas pasaron Roberto García Morillo, Valdo Sciammarella, Carlos Pessina, Gilardo Gilardi, Reinaldo Censabella, Alberto Ginastera, Tomás Tichauer, Gerardo Gandini, Pola Suárez Urtubey, Antonio de Raco, Sylvia Kersenbaum, Jorge Navarro, Juan Pedro Franze, Lilly Hartz, Marisa Landi, Antonio Yepes, Rafael González, Tuxen Bang, Ofelia Carman, Blanca de la Vega y la internacionalmente célebre Pía Sebastiani, actual directora del conservatorio, hoy absorbida especialmente por la formación profesional de jóvenes pianistas.
En las últimas décadas, la institución amplió el espectro educativo con ciclos de conferencias, cursos, recitales y presentación de nuevas promociones de intérpretes, muchos de los cuales desarrollan carreras en ascenso fuera del país.
La preocupación fundamental de sus actuales autoridades permanece fiel a la de sus fundadores: preservar por todos los medios el carácter privado y la independencia del instituto. Porque si hay algo que puede enorgullecer a este decano de los conservatorios es el hecho de que jamás, en sus cien años de vida activa, recibió un solo aporte o subvención estatal.