Aunque parece adentrarse por un camino provocador, finalmente el film reproduce una caricatura políticamente correcta que termina por disolver el humor
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Cuando el cielo se equivoca (Good Fortune, EEUU/2025). Guion y dirección: Aziz Ansari. Fotografía: Adam Newport-Berra. Montaje: Daniel Haworth. Música: Carter Burwell. Elenco: Seth Rogen, Aziz Ansari, Keke Palmer, Sandra Oh, Keanu Reeves, Cari Shayne, Olivia Summers, Evan Shafran, Ricky Guillart. Duración: 97 minutos. Calificación: Apta para todo público. Nuestra opinión: buena.
Esta película es el debut como realizador de cómico Aziz Ansari, quien actúa en cine y televisión desde hace más de 20 años y fue parte de la renovación de la comedia norteamericana surgida en torno a la figura de Judd Apatow por los primeros años del milenio junto a Seth Rogen, Jonah Hill, Jason Segel o Bill Hader. Acaso su mayor reconocimiento provenga de la serie Master of None, de la que fue autor y protagonista y por la que ganó dos premios Emmy. Su primer trabajo bajo la triple corona de director, guionista y protagonista es esta comedia que se asoma a la fantasía y que notablemente toma inspiración de clásicos como Qué bello es vivir de Frank Capra y Escalera al cielo de Powell y Pressburger y no tan clásicos como De mendigo a millonario de John Landis.
Gabriel (Keanu Reeves) es un ángel de la guarda de baja categoría en los rangos del cielo: se ocupa de proteger a la gente que envía mensajes de texto mientras maneja pero aspira a una tarea más significativa como la de Azrael (Stephen McKinley Henderson), que tiene a su cargo salvar almas perdidas, personas hundidas en la desesperanza que necesitan una razón para seguir viviendo. Por su parte, Raj (Ansari) es un aspirante a documentalista que tiene que ganarse la vida en empleos temporales de la “gig economy”, es decir la oferta de trabajos precarizados obtenidos a través de aplicaciones. En uno de estos entra en contacto con Jeff (Seth Rogen), un millonario tecnológico que lo contrata para que limpie su garaje. Jeff pasa sus horas entre fiestas, clases de baile y sesiones de sauna. Tras unos pocos días de trabajo, Raj es sumariamente despedido. Desde ese momento, una espiral de acontecimientos desafortunados ligados a la falta de dinero lo llevan al borde de la desesperación.
Sin experiencia
Gabriel, que lo venía observando, parece haber encontrado su alma perdida para rescatar. Como no tiene ninguna experiencia en emociones humanas, se le ocurre que lo mejor que puede hacer para que Raj revalorice su propia vida es intercambiar mágicamente su lugar con el de Jeff y así demostrarle la vacuidad de los millonarios y que su malestar existencial no se va a solucionar por tener plata. Cuando el cambio sucede, obviamente Raj siente que todos sus problemas se evaporan y que finalmente logró lo que siempre había añorado. Ahora Gabriel debe revertir los roles para no alterar el orden natural, pero para que pueda hacerlo, Raj tiene que estar dispuesto a abandonar voluntariamente la confortable vida del 1 por ciento.
La película, en definitiva, trata sobre el conflicto entre los que tienen y los que no en la era de las apps. A su favor, hay que decir que no cae en la mistificación de presentar automáticamente a la pobreza como más honesta, admirable o digna que la fortuna.
Esta postura está parodiada en la ingenuidad del ángel que no comprende nada de la humanidad. La película encuentra sus momentos más graciosos cuando Raj disfruta impunemente de su nueva vida de millonario que es en todo aspecto mejor que su vida de obrero precarizado. Sin embargo, Ansari no se atreve a sostener ese tono y necesita entregarnos un mensaje biempensante y aleccionador. Así, al avanzar el relato, todos los trabajadores finalmente son solidarios, esforzados, capaces y, a su modo, felices, mientras que los ricos son mezquinos, resentidos e inútiles con demasiada suerte.
Como crítica a las diferencias de clase resulta perezosa y trivial. Aunque parecía que iba a adentrarse por un camino más provocador, finalmente la película se encauza en la reproducción de una caricatura políticamente correcta y gastada que cancela el humor.
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