
Documental sobre los piquetes de Cutral-Có en 1996
“Agua de fuego” se estrenará mañana
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Hoy se llaman piqueteros. Pero en 1996, cuando los habitantes de Cutral- Có salieron a cortar las rutas, en forma espontánea y masiva, para reclamar contra la desocupación y los ajustes, generaron un movimiento conocido como pueblada. Aquellas barricadas no eran todavía piquetes sino “fogones”. El significado era el mismo: esas movilizaciones eran un grito de auxilio para defender a ese pueblo de la provincia de Neuquén, que a partir de la privatización de YPF, en 1992, sufrió un proceso de reconversión industrial que incluyó un abrupto achique en su plantilla de empleados por medio de retiros voluntarios, jubilaciones forzosas y también de despidos lisos y llanos. La infraestructura del pueblo fue insuficiente para reinsertar en el mercado a los entonces nuevos desocupados.
Aquellos días críticos marcados a fuego y lo que sobrevino después de las puebladas fue registrado en un documental vívido y candente, por un plantel de cineastas enrolados en el Grupo de Boedo Films. La codirección de esta película, llamada “Agua de fuego”, que se estrenará el jueves en los cines Cosmos y Tita Merello, estuvo a cargo de Candela Galantini, Sandra Godoy y Claudio Remedi. Ellos extrajeron el espíritu combativo de una ciudad sitiada, donde todas las rutas que pasaban por sus inmediaciones estuvieron cortadas, se impidió la circulación de los medios de trasporte y se paralizó la actividad productiva de la provincia.
La película comienza con un símbolo: Vanesa, de 13 años, revive los cortes de rutas mediante recortes de diarios que fue pegando en su cuaderno escolar. Es Navidad del 98. La mayor parte de las familias del pueblo sobrevive gracias a los planes sociales implementados por el Estado.
Las voces de un puñado de personajes le van dando forma a la narración del documental: son las de Violeta, madre de siete hijos, a quien el plan Trabajar le destinó la tarea de palear escombros; Patricia, de 18 años, vendedora ambulante de alfajores caseros, “fogonera” junto a su madre, Verena; Carlos, joven integrante de una banda de rock, Cicatriz, que se reúne con los demás integrantes a beber y tocar la guitarra sin perspectiva alguna.
En paralelo, las imágenes en blanco y negro se suceden reviviendo los días de las dos puebladas. Cuando el relato retoma los testimonios de los pobladores –ya en color– aparecen junto a ellos los sentimientos: el escepticismo frente a ciertos dirigentes de segundo orden de algún sindicato, la ira por el incumplimiento de las promesas efectuadas, la incertidumbre por cobrar un subsidio que un mes puede estar y al siguiente, ¡vaya a saber!
Palabras e imágenes son una cruel cachetada al sentido común. “La única arma que tiene el pueblo es pelear unido. Y lo más original que tenemos como forma de pelea siempre han sido los cortes de rutas”, sentencia Verena. Ella es una de las ocasionales beneficiarias de un plan que la condena a subsistir entre la estrechez y la incertidumbre. Mientras los pozos de petróleo continúan generando riqueza con su bombeo permanente (una postal recurrente, que reaparece una y otra vez durante el film), la gente continúa en Cutral-Có. Esperando.




