Suar y Bertucelli, un matrimonio que volvió para odiarse
Tras el éxito de Un novio para mi mujer vuelven a interpretar a una pareja al borde del divorcio en Me casé con un boludo, comedia romántica a la argentina que se estrena este jueves en los cines
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Se ríen cómplices de algo, no importa de qué porque la risa contagia. Ella come una factura y él le desea que le caiga mal. Pero con una sonrisa. Ella se la devuelve. La sonrisa, la factura no.
Pasaron ocho años desde que fueron el Tenso y la Tana. Pasaron ocho años desde que, junto al director Juan Taratuto y al guionista Pablo Solarz, armaron el equipo ideal en Un novio para mi mujer. En el tiempo que transcurrió desde el estreno de aquella comedia de rematrimonio a la argentina, Adrián Suar y Valeria Bertuccelli nunca dejaron de ser Diego el Tenso Polski y Andrea la Tana Ferro.Cuestiones de la magia del cine, de una fórmula que funcionó exactamente como debía y de una historia que imaginaba a una pareja que se conocía hasta al hartazgo, una mujer agresiva, enojada con la vida y con su temeroso marido que prefería el engaño, la treta, antes que la charla sincera sobre la separación.
Una combinación que colocó a Un novio para mi mujer entre las diez películas más vistas del cine nacional con casi un millón y medio de espectadores y que obró el milagro que ilusiona a cada actor al comenzar un proyecto. Los límites entre ficción y realidad, entre persona y personaje, borroneados por una identificación a prueba de todo. Y sobre esa experiencia nació ésta: Me casé con un boludo, la película que se estrena este jueves. Un título ganchero, sin sutilezas ni medias tintas, para un film que se anima a la comedia romántica.Un género tan subestimado como difícil de hacer, preciso en sus ritmos y necesitado de la inexplicable química entre sus actores. De esa alquimia que acá sobra. Que se respira sólo con pasar un rato con el dúo, contento de estar de nuevo al frente de un film que reunió al equipo soñado que armaron con Taratuto y Solarz.
En el principio fue una idea
"Cuando arrancamos no había guión. Había una idea, muy primaria, no era el argumento. Se la contamos a Pablo Solarz, y el armó el guión. Y en ese proceso de escritura de él nos íbamos encontrando y nos contaba en qué andaba y sobre eso también se nos ocurría algo y ahí ensayábamos, o más bien probábamos las ideas actuándolas", explica Bertuccelli y mira a su partenaire. "Ahora te toca hablar a vos", le dice sin decirle. Él la entiende y toma la posta.
"El proceso creativo que se dio no es usual. Lo normal es que le manden el guión terminado al actor, una primera versión que el autor y productor piensan que puede ser para la Bertuccelli. Valeria me lo rebota y empieza la negociación. «Si lo haces te doy dos placas. Tengo Pozzi...»", bromea Suar y ella no se queda atrás.
"Genial, lo hago. ¿Dice un par de cosas comprometidas el personaje? Mejor todavía", larga la actriz y se ríen los dos. Se trata de mostrar, exagerando un poco y otro poco no, lo que sucede realmente en el detrás de escena de una producción cinematográfica, en la negociación poco glamorosa y nada preocupada por el arte que puede ocurrir al planear una película. Algo de todo eso también se verá en Me casé con un boludo que cuenta qué sucede cuando un actor que se crió a la luz de los reflectores y una actriz novel e insegura se enamoran en el set para darse cuenta bastante pronto de que detrás de las cámaras y ya sin la ayuda de un guión, nada ni nadie es lo que parecía.
En el transcurso del inusual armado del relato, mientras Solarz grababa -sólo en audio, para la desilusión de quien tenga que editar el DVD de la película-, los intercambios entre Adrián y Valeria, antes de que se formaran del todo Fabián y Flor, apareció la posibilidad de imaginar que para contrarrestar el firme convencimiento de él de su talento como actor, ella no estuviera muy segura de tenerlo. Una sospecha que se confirma cada vez que se la ve actuando en el film dentro del film. Y que además fuera una persona incapaz de mentir, una verdadera complicación para alguien dedicado a la actuación y metida en una relación amorosa con su compañero de elenco.
"Pablo es un autor extraordinario y tiene mucha claridad con respecto a lo que quiere contar. Nosotros le aportamos nuestra mirada sobre el mundo de la actuación, los sets de grabación, de filmación. Nosotros hablábamos de cosas que conocíamos perfectamente", asegura Suar y la certeza de que es así vuelve todo lo que cuentan en pantalla un poco más fascinante. Porque resulta intrigantemente difícil separar algunos aspectos de la ficción y la realidad.

La cámara y todo lo demás
Las revistas del corazón, los comentarios en las redes sociales, los programas de espectáculos y una gran cantidad de libros prueban el encanto que ejerce en el público todo lo que sucede detrás de escena, la curiosidad de saber si tal es tan simpático como parece, si tal otro tiene el mal temperamento que se sospecha. Si todo sale bien, a partir de Me casé con un boludo, la gente creerá que Adrián Suar es como Fabián Brando y que Brando es como Suar. "Sería genial que lo pensaran. Implicaría que está haciendo muy bien su trabajo", dice Bertuccelli con la experiencia de estos últimos años en que muchos, confundidos, le pedían que desplegara más allá de las cámaras el talento para el monólogo irritado de la Tana Ferro.
Claro que en el caso de Suar y Brando, la mezcla entre persona y personaje tiene aun más chances de ocurrir por los puntos en común entre los dos. Ambos son actores que empezaron a trabajar desde chicos y crecieron a la vista del público. Distintas caras de una misma moneda, Brando es un egocéntrico galopante, que vive envuelto en un delirio de grandeza que de tan absurdo resulta desopilante. Ajeno a cualquier cosa que no sea él mismo, es capaz de citar en la misma frase a Roman Polanski, Sean Penn y Robert De Niro como colegas de los que aprendió mucho y que aprendieron mucho de él a su vez.
"Yo empecé a los 14. No soy de esos niños a los que la madre los llevaba al canal. Yo fui solito. Igual admito que 14 años es una edad difícil", recuerda Suar .
-Sobre todo para tomar la decisión de una carrera. Aunque tal vez en ese momento no lo pensabas así...
Bertuccelli: -Lo tenía todo pensado. Todo esto (señala la oficina, los posters de los programas, de las películas, los premios, el edificio de Pol-ka, todo).
Suar: -¿Te parece que no? (dice con voz de villano de telenovela). OK, no sé si tanto. Pero si tenía una decisión.
No es fácil que se mantengan serios. Están contentos de hablar de la nueva película, de escuchar a otros opinar sobre el mundo que muestra el film. Un lugar de fantasía pero repleto de referencias al universo del espectáculo local, a sus idiosincrasias y pequeñas locuras. Aunque, aclaran, se trata de reírse con ellos y no de ellos. "Me preocupa ahora que crean que es una burla. Porque en el momento que lo hacíamos no lo pensamos así para nada. Ni caí en que alguien podía verlo así. Pensé en los personajes, no lo traduje en burla. Porque además los personajes la pasan bien con ese mundo de apariencias pero también lo sufren mucho", explica Bertuccelli y Suar completa la idea: "No tengo ninguna duda que los actores se van a recontra reír con lo que mostramos. Ellos saben que es así y que lo que está subrayado no es desde la burla, que nos estamos riendo de nosotros mismos".
Lo cierto es que más allá de los guiños a la fauna artística local, los múltiples cameos y las escenas que llevan el humor hacia la comedia física y desopilante, Me casé con un boludo es una comedia romántica que además de plantear el necesario obstáculo para el romance que le dará sentido a la trama -él es un boludo y ella se da cuenta-, muestra con claridad el proceso de enamoramiento entre "dos almas frágiles", como las bautiza Suar, siendo bastante generoso con sus criaturas. Especialmente con Brando que, cuando se da cuenta de que su flamante mujer no lo tolera, utiliza todos sus recursos actorales para evitar la separación.
"Para defender el vínculo, se creyó el cuento. Se subió a la pasarela de que para sostener la pareja había que actuar. Es opinable si lo que hace está bien o mal", dice el actor tratando de llevar agua para el molino del personaje que afirma haber estudiado en el Actor's Studio con un pibe que tal vez les suene de algo: Brad Pitt.
"Obvio que lo que hace no está bueno. Lo que pasa es que cuando alguien dice «¿Qué querés que sea?», «Para que me quieras voy a hacer todo lo que quieras», merece que le demos el beneficio de la duda. Es un acto de amor", termina Bertuccelli con una sonrisa que lo dice todo sobre Brando, Flor (o Pelusa como él la llama, enamorado) y los actores que juegan a su romance de mentiritas.
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