En 2003, Jennifer Lopez y Ben Affleck se conocieron en el set de Gigli, el film que arruinó la carrera de su director y hundió al actor en una depresión que le costó años superar
Hace veinte años los teléfonos celulares existían pero solo como teléfonos y aunque portátiles, eran igual de inteligentes, tal vez menos dadas las dificultades para comunicarse que presentaban, además de sus costos, que los de línea. La conversión del formato VHS al DVD estaba casi completa con los videoclubes disfrutando de una segunda era de esplendor y expansión en todo el mundo. Hace veinte años la idea del consumo visual hogareño a través del streaming parecía una proposición imposible, especialmente para los estudios de cine que pretendían que el nuevo milenio y las nuevas tecnologías no impactaran en su forma de hacer negocios.
Es evidente que algunas cosas cambiaron mucho y a una velocidad inédita para los modos del progreso conocido en el siglo 20. Y sin embargo, algunas otras permanecen. Hace veinte años, Jennifer Lopez y Ben Affleck eran una de las parejas de Hollywood más requeridas por los fotógrafos y en 2023 lo siguen siendo. Hace veinte años, en 2003, Gigli, la película en la que se conocieron, fue calificada como una de las peores de la historia del cine y lo sigue siendo. El film se estrenó con críticas tan negativas que pronto no solo se transformó en uno de los mayores fracasos de taquilla de Hollywood sino que también puso en riesgo la carrera de ambos, los volvió objetos de burla y ridículo generalizado y, finalmente, provocó su separación. Que los actores se reencontraran durante la pandemia y finalmente, dos décadas después del primer intento, llegaran al altar es casi un milagro. Uno de esos finales felices que todos esperan en una historia de amor y que fue el catalizador del desastre para la película que sacó de carrera a su director, Martin Brest, el realizador nominado al Oscar por Perfume de mujer quién, después de que Gigli -o Un amor espinado, como se lanzó en la Argentina en DVD y sin pasar por las salas de cine-, nunca volvió a dirigir una película.
La tormenta perfecta de una recaudación por debajo de las expectativas, 7 millones de dólares en todo el mundo, y los cinco premios Razzie a la peor película, actor (Ben Affleck), actriz (Jennifer Lopez), director (Brest) y guionista (Brest), hicieron del film y sus protagonistas el hazmerreír de la industria. Hasta tal punto llegó el desprestigio de todo lo que tuviera que ver con la película en los medios y sus protagonistas que puso a rodar el rumor de que Lopez había engañado a su entonces marido Chris Judd con Affleck durante el rodaje y que él había perdido todo el pelo al final de los 90 y que el exagerado y rígido estilo de peinado que usaba su personaje delataba su calvicie. Eso sin contar las reseñas que lo calificaban como un pésimo intérprete capaz de ensombrecer el brillo y el carisma de su compañera de elenco con su sola presencia.
Ahora, a veinte años de su lanzamiento original y con su llegada a HBO Max, donde está disponible desde hace pocos días con el título de Una relación peligrosa, se podría pensar que el ensañamiento de aquellos años era exagerado, una reacción ya vista del público y los críticos en otras ocasiones en las que una pareja de la vida real interpretó a una en la pantalla grande: le sucedió a Tom Cruise y Nicole Kidman cuando, ya casados, protagonizaron Un horizonte lejano; a Warren Beatty y Annette Bening con Secretos del corazón, su decepcionante versión de Algo para recordar; además de al dúo compuesto por Bruce Willis y Demi Moore que protagonizaron Pensamientos mortales cuando todavía estaban casados.
De todos modos, la documentada, aunque caprichosa, resistencia del público a ver a dos actores enamorados fuera de la pantalla recrear algo de su vínculo en la ficción no alcanza para explicar las virulentas reacciones negativas que provocó Gigli. Y tampoco las justifican lo que en esos tiempos algunos denominaban la fatiga Bennifer, el neologismo con el que los medios bautizaron a la pareja. Aunque puede haber existido cierto hartazgo de parte del público por la excesiva cobertura que recibió su romance, lo cierto es que la debacle del proyecto escrito por Brest comenzó mucho antes de que sus protagonistas se convirtieran en el objetivo favorito y más codiciado de los paparazzi de Los Ángeles.
La leyenda cuenta que en principio el director estaba interesado en relatar en tono de comedia dramática la vida de Larry Gigli (Affleck), un matón a las órdenes de un mafioso de rango medio, que empieza a soñar con una vida alejado del crimen cuando le encargan la misión de secuestrar a Brian (Justin Bartha), el hermano menor del fiscal que está investigando a uno de sus jefes. Sin ser especialmente inteligente y mucho menos eficiente, Larry hace lo que le piden aunque no sabe cómo manejar a su secuestrado, un joven con un evidente retraso madurativo y algunos comportamientos que sugieren-nunca se explicita en el film-que está dentro del espectro autista. Para ayudarlo en la tarea aparece Ricki (Lopez), una asesina a sueldo sexy, obsesionada con la cultura asiática y que enseguida le informa a Larry que es lesbiana.
Más allá de que el film hace un espantoso retrato de la neurodivergencia de Brian, a la que utiliza como remate de algunos chistes y también se vuelve ofensivo y ridículo al plantear la orientación sexual de Ricki como un inconveniente a ser superado por el machismo rampante de Larry, lo cierto es que la película también llama la atención por su falta de coherencia, por sus personajes fuera de tono y por unas escenas finales que fuerzan un final feliz que tiene poco y nada que ver con lo que el resto del film parece estar planteando desde el comienzo. Y eso es porque entre el rodaje y estreno en salas de Gigli, lo que podría haber sido una película floja y rápidamente olvidable que no resistiría el paso del tiempo se volvió un engendro provocado por la intervención de los ejecutivos del estudio Sony, desesperados por convertirla en una comedia romántica con la pareja que más obsesionaba al público por esos días y a la que le habían pagado algo más de 24 millones de dólares por su trabajo.
“No sé ni cómo es la película y no quiero ni nombrarla”, explicó hace pocos meses Brest en una entrevista con Variety en la que contó que durante el rodaje, pero especialmente en la etapa de edición, perdió el control de su obra. “Las temáticas que abordaba la película eran completamente diferentes a lo que se filmó, el guion era otro, el propósito también, pero no puedo escaparme de la culpa”, se lamentó el realizador que en principio le había ofrecido el papel de Ricki a Halle Berry. Cuando la ganadora del Oscar declinó la oferta, el estudio convocó a Lopez, que estaba pasando por un gran momento como cantante y protagonista de comedias románticas. La combinación con Affleck, que había sido anunciado como el protagonista de Daredevil: el hombre sin miedo, uno de los primeros intentos de los estudios Sony por llevar a un héroe de los cómics de Marvel a la pantalla grande, parecía original y por ende potencialmente rendidora para la taquilla. Que entre los actores secundarios que Brest tenía contratados estuvieran Christopher Walken y Al Pacino, al que había dirigido en Perfume de mujer, papel por el que el actor consiguió el Oscar a mejor actor, le aportaban cierto lustre a todo el proyecto que comenzó a rodarse en 2001.
Las primeras dificultades
Las dificultades comenzaron casi de inmediato. El estudio no acordaba con los métodos del director conocido por darle rienda suelta a sus actores para armar sus personajes ni comprendía del todo por qué el relato no se parecía a la comedia romántica que habían imaginado cuando firmaron los abultados contratos de los protagonistas. Así, mientras Lopez y Affleck se volvían inseparables, el director hacía lo imposible por satisfacer los pedidos cada vez más urgentes de quienes firmaban los cheques para mantener todo el proyecto en marcha. Así llegó el tiempo de mostrar la película terminada, una experiencia que dejó a Brest al borde de la renuncia. Poco de lo que había imaginado en el guion le interesaba al estudio y los primeros sondeos con el público resultaron un desastre.
Los rumores sobre el vínculo de los protagonistas y los problemas con la película empezaron a filtrarse en los medios que eventualmente informaron que el final original agridulce de la película se descartaría para filmar otro bastante más feliz. Ese cambio de rumbo explica los volantazos que da la trama y los agujeros del argumento, además de la presencia de algunos personajes cuya participación fue reconfigurada o recortada durante la edición. Así, la aparición de una mujer que dice ser la pareja de Ricki y sus violentos modos carecen de contexto o sentido a menos que uno sepa que en el final que fue descartado se justificaban sus reacciones e intenciones. Incluso con el descolgado intento de final feliz que los espectadores habían dicho preferir frente al original -en el primero Larry moría asesinado por un policía corrupto y Ricki huía hacia una vida lejos del crimen organizado y en el segundo ambos sobrevivían y escapaban juntos-, Gigli fue un fracaso desde su primer día en salas. La recaudación fue de 4 millones de dólares el primer fin de semana, lo que hizo que el estudio dejara de promocionar el film inmediatamente en un intento de dejar de invertir dinero en una causa perdida. Es que, con un presupuesto de 75 millones de dólares, no había forma de que la película recuperara al menos lo que había costado. Sin promoción y con los rumores que no cesaban de hablar de lo malo que era, el film decepcionó a todos. Empezando por su protagonista.
“De repente me convertí en ese tipo que salía con Jennifer Lopez y cuyas películas eran todas un fracaso, por ende yo debía ser un egocéntrico, un imbécil y un adicto bueno para nada. Era difícil sacudirme todos esos motes y esa imagen se volvió una profecía autocumplida. Empecé a sentir que no quería nada de lo que estaba pasando, que era todo horrible y que no me interesaba estar bajo los focos de esa manera. La mirada de los otros hizo que todo se volviera opresivo y banal”, recordaba Affleck en una entrevista con la revista Details. Ese año, 2003, no solo tuvo que hacer frente al desastre de Gigli y la persecución de la prensa amarillista por sus futuras nupcias sino que también fue señalado como el culpable de que Daredevil y Padre soltero, un film dirigido por su amigo Kevin Smith que contaba con una aparición breve de Lopez, fueran un fracaso. Todo lo que estaba mal en Hollywood parecía ser responsabilidad de Affleck, que pasó años intentando sacudirse ese prejuicio. Por eso, muchos se sorprendieron cuando años después incluyó a Brest en su discurso de agradecimiento al recibir el Oscar como director por Argo. Y no solo eso: en los últimos años, Affleck hasta llegó a decir que su participación en Gigli lo había inspirado para dedicarse a la dirección cuando vio el modo en que Brest trabajaba con sus actores para hacerlos sentir seguros y apoyados en el set. Además, claro, que gracias a la fallida película conoció a quién hoy es su esposa, apenas veinte años después de su primer y accidentado encuentro en uno de los mayores desastres de la historia de Hollywood.
Más notas de Grandes fracasos del mundo del espectáculo
Más leídas de Espectáculos
Sincera. Kate Hudson, sobre la conflictiva relación con su padre: “Nos reencontramos, pero no tengo ninguna expectativa”
Sorpresiva actitud. Juli Poggio debutó en la mesa de Mirtha Legrand y una frase descolocó a todos
“Tiene que volar”. El motivo por el que Virginia quiere que saquen al perro Arturo de la casa de Gran Hermano
Conmovedora. La película de Netflix que es todo un éxito y que tiene como protagonista al fútbol de barrio