Michel Gondry llegó a Buenos Aires para enseñar a ser cineasta en tres horas
El genial director francés realizará mañana en la Usina del Arte un proyecto-experiencia basado en su larga experiencia como autodidacta y el apoyo de las nuevas tecnologías
Michel Gondry es uno de los más productivos y eclecticos realizadores franceses desde la nouvelle vague. Comenzó tocando la batería en el trío pop Oui Oui para el que realizaba elaborados cortometrajes de animación que funcionaban como videoclips. Uno de ellos capturó la atención de Bjork y, tras hacer la promo de Human Behaviour para ella, se inició su carrera como uno de los más prolíficos y creativos realizadores del género. La frecuentada expresión derogativa "estética de videoclip" no se aplica a ninguno de sus trabajos, que son más exploraciones sobre la forma y la percepeción que un aviso publicitario de tres minutos.
El encuentro con el guionista Charlie Kaufmann disparó el salto a la pantalla grande, donde hizo films como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, por el que ganó un Oscar; La ciencia del sueño, Be Kind Rewind (en el que se inspira el experimento que trae a Buenos Aires); ¿Es feliz el hombre alto?, un documental sobre Noam Chomsky animado cuadro a cuadro, o la fallida El avispón verde. El juego infantil, el sueño, la invención sin las restricciones de la razón cruzan todos sus films, que, en un mundo cada vez más digitalizado, parecen hechos cortando y pegando fragmentos de utilería en el taller de un artesano.
Además de su carrera tras la cámara, desde hace 10 años recorre el mundo con una fábrica de películas que propone a todos los participantes del encuentro convertirse en realizadores de cine en sólo tres horas e irse a casa con su obra. Justamente, éste es el proyecto que lo trajo a Buenos Aires, en el marco de la Noche de los Museos.
-Dijo que de chico quería ser un inventor o un pintor, ¿en sus películas encontró una forma de ser las dos cosas?
-Para ser realmente un inventor, cuando yo era chico, hacía falta tener un montón de conocimientos científicos y matemáticos que yo no tenía, pero encontré que en la realización de películas podía usar las habilidades que sí tenía para hacer alguna suerte de descubrimiento, entonces sí, es una forma en la que pude canalizar mis intereses de la infancia.
-¿Se siente mucho más a gusto trabajando en medios físicos que digitales?
-Sí, pero creo que el espíritu de la creatividad o el DIY (do it yourself, "hágalo usted mismo") pueden funcionar perfectamente con los medios digitales. No digo que antes haya sido mejor. Sí es cierto que yo nací así, por lo tanto me siento más afín, pero creo que puedo encontrar el espíritu del DIY en muy diferentes tipos de realizadores, que hacen lo suyo usando herramientas digitales.En mi Factory insisto en que no haya ninguna posproducción ni efectos especiales, porque serían realizados por grupos ajenos a los visitantes y, en consecuencia, no sería realmente su film, por eso decidí que no tengamos música, ni edición, ni mezcla, ni nada que dependa de una calificación profesional, porque quiero que los participantes realicen su propio film.
-¿De qué se trata el "protocolo" que hay que seguir para participar y hacer un film en su instalación?
-Es un conjunto de reglas que se deben seguir para que todos atraviesen juntos la experiencia y nos aseguramos de que todos participen. Yo no creo que la libertad funcione todo el tiempo, porque la libertad permite que el más fuerte tome ventajas de otros.Entonces necesitamos las regulaciones para asegurarnos de que el más callado, el más tímido, también tendrá una voz que será escuchada. Yo siempre fui un chico tímido y no siempre tuve la oportunidad de expresarme como quería, entonces siempre pensé que alguna vez quería hacer algo en lo que todos tuvieran la oportunidad de expresarse. El protocolo ayuda con eso y tambien te ayuda a encontrar la historia, el título, los actores. Es una forma de no paralizarse ante la ansiedad de pensar "¿seré lo suficientemente bueno para hacer esto?", y venir con la cabeza lo más limpia posible. Es una forma de igualar y democratizar la relación con el cine.
-Contrariamente a esta idea democrática, en su novela Sumisión, Michel Houellebecq dice que la igualdad es un mito porque las diferencias entre las inteligencias son demasiado grandes: hay gente muy talentosa y gente nada talentosa y eso no tiene solución. ¿Está de acuerdo con esto o cree que el talento es algo que puede ser construido?
-No, no estoy para nada de acuerdo. Creo que deberíamos asumir que todos tienen un talento y que cada uno debería tener la oportunidad de alcanzarlo y expresarlo. Justamente las regulaciones de las que hablo son para alcanzar una forma de igualdad. Sí es imposible tener libertad e igualdad, son dos conceptos que no puede ser sostenidos a la vez. Pero el foco de lo que hago es más para encontrar qué es lo que las personas tienen en común, en vez de darme cuenta de si éste es mejor o más inteligente que este otro.
-Y tras diez años de llevar adelante este experimento, ¿qué es lo que ha encontrado en común entre las personas?
-No lo sé. Tal vez a esta altura ya no sé ni por qué lo estoy haciendo. Es algo que me da placer. Cada vez es diferente, la gente siempre trae nuevas ideas, ya sea para construir la escenografía o para participar del film. Hay muchas diferencias entre las culturas, pero no tanto en las películas. El cine ha penetrado tanto en la sociedad, que las personas circulan por un espectro similar. No digo que todos hagan la misma película, sino que el cine significa algo parecido para todos y todos muestran un gran entusiasmo por él. Tampoco puedo decir que haya un rasgo característico de cada uno de los países en los que estuve. Es más, a veces las películas realizadas por personas de un mismo país son más distintas que las películas de países diferentes. En Brasil llevamos a unos chicos de una favela a ver una película por primera vez y fue extraordinario descubrir lo que podía hacer por ellos. Igual no intento sacar conclusiones antropológicas. Sólo sé que me gusta viajar por el mundo con esta pequeña fábrica.
-La idea del DYI, de que cualquiera puede hacer una película con los medios que tiene a su disposición, está en la nouvelle vague, pero tambien es el ethos del punk. Como músico, ¿en su caso viene de ahí?
-Si, no específicamente del punk sino de cuaquier forma de contracultura. Siempre existió una forma en la que los adolescentes o los jóvenes podían crear su propia cultura sin participar en la que ya estaba establecida. Por eso tienen que crear sus propias herramientas y siempre están hechas con medios rudimentarios, ya seas un hippie o un punk. De hecho, yo no siento que provenga de ninguna de las dos, sino más bien de la contracultura en general.
-El mundo de la infancia es esencial en su trabajo, ¿de qué modos lo inspira?
-Cuando uno es un niño descubre el mundo a través del entretenimiento y el juego. Ésa es una función natural. En mi caso, todo el tiempo la gente dice que yo juego como un chico. Una vez estaba grabando un clip para un grupo y estaba empujando un autito y vino una chica y me dijo: "Ah, vos jugás con cochecitos". Y yo le dije: "Sí, y con esto gano mucho más dinero que vos". Fue algo estúpido y lo lamento. Pero me irrita cuando se considera el juego como un hobby o una perdida de tiempo. Por eso llevo esta fábrica por todo el mundo, para demostrar que jugando se puede hacer una película.
-Su próximo proyecto es una serie de TV con Jim Carrey, ¿de qué se trata?
-Por ahora, hay un piloto. Se trata de un personaje que tiene un show para chicos y es súper exitoso, pero a la vez su vida personal es un desastre, él trata de conservar la integridad de su imagen, lo que le genera muchos problemas en su vida real. Creo que es un gran rol para Jim Carrey.
Tres momentos de películas
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004)
Su segundo largometraje, tal vez el más celebrado de toda su carrera, con una gran labor dramática de Jim Carrey.
Rebobinados (2008)
Melancólico relato que perfecciona el estilo visual de Gondry y lo lleva a plantear el final del cine tal como lo conocemos. Con Jack Black.
El avispón verde (2011)
Fallida incursión de Gondry en el cine de superhéroes de Hollywood. La ternura y el humor del relato no lograron impedir un ruidoso fracaso comercial.
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