Coronavirus. Pepe Cibrián y un casting por Zoom para su nueva obra
Desde este tiempo de pandemia en que todo es por pantalla, hay una que está encendida en un espacio cálido con paredes de ladrillos y muebles de madera. También en estos días que enmarcan lo nunca vivido, ahí donde antes se abría la espacialidad del teatro, ahora un rectángulo limitado de computadora ilumina la gestualidad de un hombre de la escena que teje lo que mejor sabe hacer: dirigir. Entonces, pide. Marca. "Andá desde arriba", dice. Al rato, niega, una y otra vez, hasta dar otra indicación: "Tiene que haber más sonrisa interna tuya, lo veo frío. Va de nuevo". Esa pantalla encendida contiene a muchas personas, en primer plano, dentro de las cuadrículas de la aplicación Zoom. Así, más de veinte jóvenes hacen su primer casting –desde sus casas– paraInfierno blanco, la nueva obra de Pepe Cibrián Campoy que se estrenará en marzo del año próximo, con música de Ariel Dansker.
Es sabido, los castings de Cibrián siempre fueron extensos y masivos. Los que pasaron por sus elencos hablan de un mes de trabajo intenso; aun sin saber si quedaban. Estos nuevos jóvenes que se presentan tienen un doble desafío: la selección per se y la coyuntura que impuso la cuarentena; deben darlo todo sin estar ahí. Lograr que sus talentos crucen píxeles, gigas. Quieren entrar, y más que nada, "trabajar con Pepe". Y enseguida las voces se hilvanan: "Porque es el padre del musical en la Argentina", "Vi Drácula desde chiquito", "Me preparé por años para esto". La expectativa es proporcional al carrerón de obras que durante 50 años pensó, armó, dirigió. Pepe –un apelativo tan melódico–, hijo de actores –José Cibrián y Ana María Campoy–, lleva una vida en esto y a los 72 años, no para. Desde el día uno de su vida, acción y escenografía estuvieron de su lado. Nació en La Habana (1948) cuando sus padres estaban de gira. A los cinco años jugaba con sus amigos del colegio a ser un faraón, con coronas y brazaletes que le preparaba su abuela, y los anillos. Justo eso tan de él, que hoy es parte de sus manos, los dedos cubiertos por piezas que fueron de su madre. "No me tatúo, mi folclor es este, el de Pepe con mis anillos". Quería estudiar para ser Papa; cura, no. Jugaba a ser faraón "para llevar la batuta de cosas", dice. Su primera obra significativa la hizo durante la Dictadura, Aquí no podemos hacerlo (1978). La que lo conmovió –incluso más que Drácula– fue Calígula (1983). También de su cosecha: Los Borgia; El jorobado de París; David, el rey, entre una larga lista de altas producciones. Y, por supuesto, Drácula (1991).
Además de trabajar a fondo en la búsqueda de su nuevo elenco, hace a Jacinta, un personaje que sale a escena en vivo desde su Instagram. También actúa desde la virtualidad que propone Plateanet en obras como Marica, Juana la loca. Y siempre se lo vuelve a asociar con Drácula, que en este 2020, y a propósito de las nuevas audiciones, cumple 30 años de la búsqueda del primer elenco. La convocatoria para Infierno blanco lo tiene en su casa. Ahí se juntan todas sus facetas. Porque sus castings son, ante todo, clases; la puesta en escena de su saber: el músculo de un oficio tallado por décadas.
Tu nueva obra es sobre la adicción, ¿por qué elegiste esa historia?
A una gran amiga mía, Patricia, una hermana, la acompañé durante años en ese proceso. Ambos sufrimos mucho. Ella asistía a un lugar todos los días y yo la acompañaba. En la obra, el personaje de ella explica que muchos han salido de su adicción, pero ella no. Quisiera volver a su infancia, a los días con él, como Patricia y yo en nuestra infancia donde soñábamos con un futuro juntos. Es una relación de amor, amor platónico, pero profundo.
¿Cuándo comenzaste con este proyecto?
La empecé a escribir hace un año y la reescribí cinco veces. No quería que tuviese nada de similitud con Drácula. Pero también sé que hice Calígula y me habrá influido el de Camus. Yo fui a Argentores a pedir los derechos de Calígula y me dijeron que los tenía alguien. Salí y pensé: yo hago mi versión. Inventé un Calígula y todo lo que lo rodeaba. En esto me pasa igual, no quería que tuviera ninguna reminiscencia con Drácula, pero la tiene. Me influyó mucho a mí, Drácula.
¿Hacer un casting por pantalla es un límite para vos?
Para nada. Me acostumbré en un día. Es otra visión de lo mismo. Como la visión que tengo de chico. Yo hice lo que me dio la gana en los lugares que podía hacer lo me daba la gana. Yo no pensaba en el Luna Park ni en el Ópera. Pensaba en un sótano con olor a pis de gatos al que yo le ponía sahumerios, pero ahí hacía lo que me daba la gana. No claudiqué por dinero. La fama me importaba mucho, la buena fama, me refiero al conocimiento, al respeto. La vida me ha dado mucho más de lo que yo pensaba, como hombre de teatro, de arte y como ciudadano.
¿Se puede ver el potencial de alguien?
El talento es algo muy relativo. No es necesario tener tanto. Sí, un poquito. Hay gente que cubre una mesa de talento, pero hay otro que apenas una punta de la mesa, pero lo estira y la cubre toda. En cambio el otro, se craqueló y se convirtió en nada. El talento tiene que estar acompañado del dolor, del sacrificio, de la alegría. A la bailarina clásica le tiene que doler cuando la maestra le levanta la pierna, entonces hay dolor y después mucha alegría cuando logra hacer El lago de los cisnes. Seguramente estará feliz, pero le costó. Como a Julio Bocca, ocho horas diarias. O a mí, días y días sin dormir. Si no se tiene esa llama mágica, no sirve.
El trabajo como punto de ebullición
Es sábado a la noche y Pepe está sentado frente a la cámara de su computadora: anteojos grandes de marco gris, el pelo cano prolijo y corto, un suéter que le hace juego. "Vamos con el texto", le pide a una de las chicas. Antes de comenzar, pregunta: "Sofi, ¿qué te hiciste hoy? Estás más mona". Ella se reacomoda, lleva los hombros hacia atrás. "Me pinté los labios", dice Sofi. Nadie habla. Pero el maestro, sí: "Ah, te queda muy bien". Luego, todo el pasaje de ella con su voz será más aceitado que al principio. Sigue Aldana Moriconi, que habla en tono de doblaje y Pepe se lo marca: "De telenovela mexicana, no". La corta cinco veces. Ella no logra soltar esa voz que no le es propia. Diez minutos de alternancias, del texto a la música. Cada vez más rápido. "Ahora hacé que hable el personaje. Y andá, ya, a la canción". Ella canta dos líneas. "A lo que ella dice, vamos, y ahora subí todo de corrido en la canción". El resultado es una voz con variaciones, una personalidad que hasta ese momento no había surgido. "Eso quiero de vos, mi amor", le dice Pepe. Y varios se adelantan, se pegan a sus pantallas con ganas de ser los próximos.
Pero tendrán que esperar. Pepe destapa un champán, acerca la copa al monitor y le desea feliz cumpleaños a Ariel Dansker, el creador de la música. Y aunque se viene lo obvio, no deja de conmover: todos cantan un cumpleaños feliz altísimo. En medio de los únicos cinco minutos de relajación dentro de la sesión que ya lleva dos horas en esta jornada de casting, los jóvenes –casi todos jovencísimos–, hablan de esto que hacen.
–Es una experiencia hermosa. Vivirla en esta instancia de cuarentena, con tanta exigencia y que a la vez nos llene de tanto amor por lo que se hace. Tenemos mucho anhelo por esto– dice Sofía Daher.
Un anhelo es un deseo intenso de algo. Así se los ve en la pantalla. Aunque uno de ellos cante o actúe; los otros, con los micrófonos silenciados, practican sobre las pistas musicales. Escuchan las devoluciones que marca el director, y corrigen. Gesticulan en mute. Miran hacia arriba o le hablan al espacio en la intimidad de sus habitaciones, cocinas, comedores. Pone en primer plano eso que un casting corriente se produce en los rincones, pasillos.
–El trabajo de Pepe conmigo significa el mundo, un privilegio para valorar cada minuto de sesión por Zoom. Vivirlo a full, a pesar de que mañana pueda no estar en la obra. Darlo todo y absorber la mirada tan linda de Pepe– opina Emilia Karothi.
"Vamos con...", dice Cibrián y la energía se acomoda. Le pide a Lautaro Calzona que cante. Ya trabajó con él a los 18 en Drácula (2011) y ahora a los 28 hace nuevamente el casting. Pepe le dice que está bien lo que hizo. Cantan otros. Algo no logran. "Ustedes tienen que darse cuenta de que cada palabra tiene un aire adentro". No hay mucho tiempo para pensar en esto que se dijo, hay que trabajarlo. "Pongan rayitas entre palabra y palabra". Le pide a Emilia que cante. "Vamos, Emilia, te voy a volver loca hasta que lo hagas". Estas escenas se habrán sucedido por años. Oficio. Fuego sagrado. Trabajo. Desde chico, tomar la batuta; aquellas primeras figuras del faraón y el Papa tienen lo espirituoso por detrás. Quizá, también, como el propio arte.
¿Cómo estás encarando económicamente esta producción?
Con mucha fe. Habrá que hacer una producción de muy buen nivel. Tenemos la ventaja de que se asoció gente que ya tiene el material de luces, sonidos, lo ponen como parte de la inversión porque les entusiasma el proyecto, a cambio de un conglomerado de socios. Acá lo impresionante van a ser las luces y la escenografía.
¿En qué teatro lo pensás?
En el IFT, que como todos los teatros fuera del circuito comercial, tuvo un gran momento y luego fue perdiéndolo. El año pasado Muscari hizo un muy bello espectáculo, Bollywood, con mucha gente joven, le fue muy bien. Pensé en lo mismo, a la gorra. Entonces, con la situación económica, la gente pondrá –les creo– lo mejor que pueda si es que el producto le gustó. Haremos esta cooperativa donde ojalá ganen buen dinero. Y si no, tampoco es grave, porque yo me pasé 20 años haciendo obras en sótanos sin ganar dinero. Un día mis padres cenaban con Carlos A. Petit, uno de los empresarios más importantes de la Argentina. Yo llegué enojado diciendo que estaba harto de fracasar, que me iba a ir a otro país. Petit me dijo que yo nunca había fracasado, porque para fracasar, primero había que tener éxito. Vos no fracasás, a vos te va mal, que es distinto y es lógico: sos un cachorro que está empezando tu carrera. A mí me fue de locura gracias a [Tito] Lectoure, que me dio la posibilidad de hacer Drácula.
¿Qué representa esta obra en tu recorrido?
Si te digo algo, puede parecer tonto o peyorativo: una más que en el hoy es toda, porque es la que estoy viviendo hoy. Representa una sumatoria maravillosa que en el día que me vaya a morir, en el instante, piense hacia atrás y me acuerde de un bagaje de cosas entre las cuales va a estar esta. Hoy día, es mi vida esta obra. Pero ya estoy pensando en cuál voy a hacer después, seguramente la vida de Moisés.
¿Qué significa Drácula hoy?
Ver el paso del tiempo, ver a los que hoy tiene 50, pero para mí son de 18, 22 años. Son tres generaciones que han pasado por Drácula.
A propósito de los 30 años de Drácula, ¿en qué teatro se va a hacer?
No se va a hacer porque Ángel Mahler, en todo su derecho, no ha cedido los derechos de la música. De manera que no puede celebrarse ningún festejo por el aniversario. Pero el 29 de agosto, fecha de cumpleaños de Drácula, voy a celebrar con Tito Lectoure, con Ernestina Lectoure, con mis padres, con todos los que han participado y el público. Porque después de todo, Drácula es una criatura de Pepe Cibrián.
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