
Damon abre el juego
El actor de "En manos del destino", que regresa con "Apuesta final", uno de los estrenos de cine de esta semana, habla de su lucha por evitar intromisiones en su intimidad.
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NUEVA YORK (Page Up-The New York Times Special Features).- A los 27 años, Matt Damon se enfrenta al primer obstáculo en su atajo a la fama. Es una de las estrellas jóvenes más exitosas de Hollywood y, además, uno de los pocos actores que a su edad hayan ganado un Oscar. Pero la fama cuesta: hoy lucha por evitar que los medios se entrometan en su vida privada.
En un hotel de Beverly Hills, Damon aparta un plato de verduras crudas que, al parecer, habría sido su almuerzo. Está dispuesto a hablar sobre su último film, "Apuesta final" ("Rounders"), en el que personifica a un jugador de póquer, experto y tramposo. Pero, en primer lugar, trata de explicar por qué no habla más de su vida amorosa.
¿Acaso su asidua compañera Winona Ryder le robó el corazón? ¿Está el matrimonio en su horizonte del futuro? El sorprendentemente aniñado actor se encoge de hombros y responde: "Decidí no hablar de cosas personales excepto con mi familia y mis amigos. Es un gran cambio, porque me educaron para ser muy abierto con los demás. Pero comencé a darme cuenta de que todo lo que yo decía podía volverse en mi contra, por eso opté por no decir nada más de mi vida privada".
Las cartas sobre la mesa
Damon se relaja cuando la conversación pasa a "Apuesta final", dirigida por John Dahl, en la que él y Edward Norton son un par de tránsfugas que se ganan la vida estafando a oponentes crédulos en los clubes subterráneos de póquer de Nueva York.
Norton termina tras las rejas. Damon utiliza sus ganancias para estudiar derecho, pero pierde su futura carrera en una partida fatal con el dueño de un club de póquer ruso, interpretado por John Malkovich, y deja el juego, decidido a reformar su vida.
Su determinación se debilita cuando Norton es liberado y lo tienta para volver al mundo de las apuestas, donde una deuda impaga puede convertirse en una obligación peligrosa.
Damon y Norton compartieron bastante tiempo juntos yendo de un club de póquer a otro, en Nueva York, para desarrollar las habilidades de sus personajes. "Descubrí que era totalmente distinto que jugar con amigos, donde a lo sumo perdés 40 dólares en una noche mala", dice Damon. "Vimos apuestas muy altas, y también nos dimos cuenta de que el póquer no tiene nada que ver con la suerte, sino con la destreza."
Su ascenso hasta la cima resiste comparaciones con el muchacho que interpreta en "Apuesta final": "Mi personaje siente pasión por el póquer y encontré un paralelismo bastante claro con mi propia pasión por actuar -sonríe-. Dejé la universidad y me fui a Los Angeles con mi mochila al hombro para probar suerte en Hollywood. Me sentí obligado a hacerlo, pese a que parecía una ingenuidad total. Este pibe se contentaba con el póquer; yo, actuando".
Una dieta peligrosa
La pasión de Damon por el cine se ve reflejada en su compromiso con la estricta y peligrosa dieta que hizo mientras filmaba "Valor bajo fuego". "Bajé 16 kilos, y sin ningún tipo de control. Lo hice por mi cuenta. Pensé que mi personaje necesitaba verse bien demacrado; pensé que me ayudaría en mi actuación", dice Damon. "Desdichadamente, casi arruino mi salud. Corría 20 kilómetros por día, vivía tomando café y me lo pasaba sin comer. No sé cómo no me debilité", recuerda.
Ese fue un golpe duro para Damon, que no sabía en ese entonces que en unos pocos meses estaría cabalgando en la cresta del éxito con "En manos del destino", que le dio un Oscar al mejor guión, escrito por Damon y su amigo Ben Affleck.
Damon hace una pausa para pensar si en realidad existe una desventaja en la fama, además de sacrificar la vida privada. "Ni siquiera tengo un departamento. Llevo mi ropa y mis pertenencias en un par de bolsos y tengo algunos muebles en depósito en Nueva Jersey, pero no estoy seguro de querer volver a verlos. ¿Quién necesita un sofá andrajoso que compré hace cinco años?", explica.
Agrega, para sorpresa de más de uno: "Ni siquiera tengo mi colección de CD. Devolví el auto que alquilaba, porque nunca tenía tiempo de manejarlo, y ahí, podía oír mis CD, por eso se los regalé a un amigo, que los pone mientras yo trabajo". Y concluye, con esa sonrisa ya familiar, preguntando: "Qué, ¿acaso pensabas que ser famoso significaba tenerlo todo?"




