
El caballero del miedo
Dueño de una sugestiva voz y de una mirada penetrante, asustó a varias generaciones de espectadores desde el teatro, el cine y la televisión
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MADRID.- El actor español Narciso Ibáñez Menta murió ayer en Madrid, tras una larga enfermedad, a los 91 años. Sus restos serán cremados hoy en el cementerio de La Almudena, de la capital española.
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Narciso Ibáñez Menta fue, durante muchos años, el dueño del terror, el protagonista de horas interminables de suspenso, de misterio y de ese miedo grande o pequeño que todos teníamos cuando nos sentábamos a ver una de sus creaciones.
¿Quién no se estremeció alguna vez al descubrir en la pantalla del televisor su rostro maquillado, perfecta y prolijamente desfigurado, después de cuatro o cinco agotadoras horas de trabajo de transformación frente al espejo? ¿Quién no sintió frío en su interior al escuchar esa voz casi inhumana, casi demoníaca, que surgía desde lo más profundo de su garganta y sin embargo parecía venir de detrás de la cortina de nuestro dormitorio?
Pero antes de llegar a ponerse en la piel de estas horripilantes criaturas, Narciso Ibáñez Menta ya había recorrido una larga y exitosa carrera artística. Había nacido en Sama de Langreo, Asturias, España, el 25 de agosto de 1912. Hijo del actor Narciso Ibáñez y de la tiple cantante Consuelo Menta, a los tres años demostró su precocidad histriónica cuando en una gira de sus padres por Granada subió a un escenario e improvisó en un fin de fiesta, ante el asombro de los espectadores.
Luego de realizar giras por España y Portugal, debutó en Buenos Aires con la zarzuela "Los granujas", de Carlos Arniches, en 1919, día en que cumplía siete años. Su presentación porteña la hizo en el teatro Comedia, en cuya azotea, además, realizó una prueba cinematográfica para un proyecto que no llegó a concretarse.
Desde aquel año hasta 1923 actuó en nuestro país. Luego, con la Compañía Hispano-Argentina, Narciso continuó con una larga gira por el continente europeo y americano. Vivió tres años en los Estados Unidos y fue precisamente en ese país donde Ibáñez Menta, gran admirador de Lon Chaney, decidió como él recurrir al maquillaje para dar una nueva vertiente a su carrera y lograr composiciones distintas de las que había encarado en sus actuaciones infantiles.
Larga etapa de éxitos
A partir de enero de 1931, y hasta diciembre de 1963, se radicó en la Argentina, dando comienzo así "a la etapa más importante de mi vida artística y personal. No sólo me siento un artista argentino, sino que me siento un hombre argentino", aseguró en una oportunidad.
Su amplia trayectoria escénica en nuestro país tuvo títulos significativos de la dramaturgia universal: "El jorobado de Notre Dame" (1934), "Cruza", de Claudio Martínez Paiva; "Arsénico y encaje antiguo", de Joseph Kesserling, y "Fausto", de Goethe, los tres de 1941; "Mis amadas hijas", de Catherine Turney y Jerry Horwin (1944); "Sangre negra", de Richard Wright y Paul Green, y "Luz de gas", de Patrick Hamilton (ambas en 1945), y "El fabricante de piolín", de Carlos Gorostiza (1950).
Otros títulos engalanaron su larga carrera teatral - "El carro de la basura", "Culpable", "Así en la tierra como en el cielo"-, y en 1969, con "Los huevos del avestruz", de André Roussin, festejó en el Liceo los cincuenta años de su debut teatral en Buenos Aires. Atrás quedaban dos obras que definitivamente lo elevaron a la categoría de notable actor y de talentoso director: "La muerte de un viajante", de Arthur Miller, y "Las manos sucias", de Jean-Paul Sartre, representadas, respectivamente, en 1950 y en 1956.
Su primer contacto con el cine argentino se dio a través del film "Nuestra tierra de paz", de Arturo S. Mom, rodada en 1939, donde Ibáñez Menta maquilló al actor Pedro Tocci, que personificó a San Martín. En 1942 aceptó una propuesta para protagonizar dos películas: "Una luz en la ventana" e "Historia de crímenes", ambas dirigidas por Manuel Romero.
De su filmografía argentina se destacan sus trabajos en "El que recibe las bofetadas", considerada por el actor como su mejor participación en la pantalla grande; "Corazón", dirigida por Carlos Borcosque, y las biografías de William C. Morris, Pedro B. Palacios y Evaristo Carriego, en los films "Cuando en el cielo pasen lista" (1945), "Almafuerte" (1949) y "La calle junto a la luna" (1951), respectivamente. Por aquella época, Narciso Ibáñez Menta se había casado con la actriz Pepita Serrador, con quien tuvo un hijo, Narciso Ibáñez Serrador, "Chicho", que siguió exitosamente los pasos artísticos de su padre. Posteriormente, Ibáñez Menta contrajo nupcias con la también actriz Laura Hidalgo, de la que luego se separó, y a los 73 años se casó con Lidia Haydée Rojas.
Otros de sus films fueron "Vidalita", "La bestia debe morir", "Procesado 1040", "Cinco gallinas y el cielo", "La muerte está mintiendo" y "Derecho viejo", hasta llegar a "Los muchachos de antes no usaban arsénico", de José Martínez Suárez, realizada en 1976, que fue su último trabajo nacional.
Ibáñez Menta fue uno de los pioneros de nuestra televisión, medio en el que alcanzó su primer gran éxito en 1955 con "Teatro universal en un acto", sobre la base de adaptaciones de piezas teatrales de Oscar Wilde, Arthur Miller y Oduvaldo Viana, entre otros autores.
Su labor fue casi ininterrumpida para la pantalla chica: "Obras maestras del terror", "Arsenio Lupín", "El fantasma de la Opera", "El sátiro", "El muñeco maldito", "El hombre que volvió de la muerte", "El pulpo negro" y "Herederos del poder", entre otros. Con casi todas ellas logró las más terroríficas caracterizaciones.
Poseía una voz grave y sonora, un cuerpo menudo y ágil, con los cuales recreaba sin esfuerzo los personajes del drama y la comedia.
Tras una brillante trayectoria artística, Narciso Ibáñez Menta deja una enseñanza para todos los actores, que engarza su talento con su amor a una profesión que heredó y le permitió transitar por decenas de personajes que quedarán como perdurable recuerdo de su pasión inclaudicable por el teatro, el cine y la televisión.





