El casamiento: el sensible y vigente universo de Gombrowicz
El casamiento / autor: Witold Gombrowicz / traducción: Alejandro Rússovich / adaptación: Michal Znaniecki / intérpretes: Luis Ziembrowski, Roberto Carnaghi, Laura Novoa, Nacho Gadano, Federico Liss, Emma Rivera, Gabo Correa, Tomás Rivera Villatte y Luis Almeida / músicos: Pablo Mainetti y Nahuel Aschel / escenografía: Luigi Scoglio / vestuario: Luciana Gutman / iluminación: Bogumil Palewicz / coreografía: Damián Malvacio / video: Pablo A. Varela / dirección: Michal Znaniecki / sala: Martín Coronado del San Martín / duración: 100 minutos / Nuestra opinión: buena.
La trágica historia de un soldado que regresa de la guerra y descubre una sociedad inmersa en la confusión y la anarquía y al que no le queda más alternativa que dialogar con los fantasmas que formaron parte de su pasado, es lo que propone esta nueva puesta en escena de la pieza del polaco Witold Gombrowicz, diseñada por su compatriota Michal Znaniecki. En sus manos, esta farsa trágica existencial sobre el hombre contemporáneo, adquiere el valor de una crónica política, en la que su protagonista no solo descree de las instituciones (la iglesia, la familia, el ejército, el matrimonio), se burla de ellas y hasta se regocija fagocitando una devastación a su alrededor, con una furia prácticamente nietszcheana intentando erigir una nueva moral, que se apoya en el sometimiento constante al otro. En este caso, el blanco elegido, es su prometida María, sirvienta de ese fantasmal hogar al que supone retornar y en el que la figura del padre y de la madre, también, para el protagonista, son cómplices de una sociedad inmersa en la corrupción y la amoralidad.
Retrato de un hombre solo que lucha contra las circunstancias más adversas, el Enrique soldado imaginado por Gombrowicz es un ser aterrado y obsesionado con querer entender el hoy, o lo que él cree ver en la sociedad actual, la que lógicamente, le es retratada bajo el prisma de su propia visión equívoca. "El mundo interior del héroe deforma al mundo exterior. Enrique es quien lo sueña todo, está solo, los otros personajes son soñados por él y manifiestan directamente y en numerosas ocasiones sus propios estados morales. Enrique crea al sueño y el sueño crea a Enrique, así como la acción se crea a sí misma", dice Gombrowicz en el prólogo de esta pieza que terminó de escribir en 1948, en Córdoba.
Es un texto que hereda influencias tanto de Hamlet, de Shakespeare, como de La vida es sueño, de Calderón, o Woyzeck, de Büchner. También se podría destacar que su protagonista refleja de algún modo, tal vez, parte de los sentimientos de ese exilio forzado que sufrió el autor en sus primeros años en la Argentina.
El director Michal Znaniecki, impone con rigurosidad una puesta en escena avasallante y de fuerte impacto visual para el público, aunque abusa de la maquinaria escénica, en su intención de "dialogar" a través de la forma y el contenido con creadores polacos, como Bruno Schultz, Witkiewicz o Tadeusz Kantor, incluyendo escenas que refieren a El tratado de los maniquíes, o La clase muerta, entre otras imágenes.
En esta especie de "noche de Walpurgis", con la que Znaniecki se empeña en reflejar desde su poética escénica el supuesto hoy de nuestra sociedad, Luis Ziembrowski en la piel de Enrique logra una excelente interpretación, a la que le aporta sensibilidad y un sutil contenido trágico, que recuerdan sus trabajos con textos de Beckett. A él, en igual demostración de oficio actoral, se suman una "sometida" Laura Novoa, como María; Roberto Carnaghi, el padre; Federico Liss, el amigo y Nacho Gadano, el borracho.
En síntesis esta versión de El casamiento encierra el estigma de una ópera moderna que ilumina según como se la observe el lúcido y siempre vigente universo creativo de un autor como Gombrowicz.