
"El corsario", al abordaje del éxtasis
"El corsario", espectáculo coreográfico en tres actos y prólogo. Música de Adam, Pugni, Delibes, Minkus, Drigo y Oldenburg. Coreografía de Petipa en puesta de Gusev. Libreto de Jules Henri De Saint Georges y Joseph Mazilier, en versión de Slonimsky y Gusev basada en el poema "El Corsario", de Lord Byron. Artistas invitados: Svetlana Zajarova, Faruk Ruzimatov y Evgueni Ivanchenko, del Ballet Kirov. Cuerpo de baile del Ballet Estable y alumnos del Instituto Superior de Arte. Repositores: Majar Vaziev, Viacheslav Jomakov (régisseur) y Elena Vorontsova. Producción del Kirov con vestuario de Galina Soloviova; escenografía de Tejmuraz Muravanidze e iluminación de Vladimir Lukasevich. Director de la Orquesta: Gustavo Plis-Sterenberg. Teatro Colón. Nuestra opinión: excelente.
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Para el Teatro Colón es todo un acontecimiento el montaje de la versión integral de "El corsario" jamás vista aquí. Fue creada por Marius Petipa hace 131 años para la compañía del Teatro Mariinski de San Petersburgo, hasta anteayer la única en el mundo que poseía la original.
Se trata de una obra plena de colorido, exotismo, brillante en danza y sumamente entretenida. La variedad de personajes y escenas de lucimiento para el cuerpo de baile mantiene permanentemente la atención. La puesta, con un manejo de tramoya para lograr efectos especiales, añade fantasía y atractivo. El libreto, basado en el poema de Lord Byron, traduce un espíritu aventurero y de gran acción: una de piratas, en la que los siempre tachados de salvajes se tornan en buenos y heroicos.
Aunque hay maliciosos y peleas, mantiene el toque chispeante. Nadie pudo tomar a Errol Flynn como malvado cuando hacía de bucanero, ni a Gene Kelly cuando interpretó un papel similar en un musical. Aquí ocurre lo mismo con Conrad, el líder de los corsarios, que encarna Evgueni Ivanchenko, y con Alí, su esclavo y asistente, interpretado por Faruk Ruzimatov. Siempre estará la chica que se enamora de quien no corresponde, como la griega Medora, que representa Svetlana Zajarova. Son tres figuras principales del Kirov de San Petersburgo.
Para la puesta inicial de esta obra, que exige muchísima técnica, buena mímica en los papeles característicos y un constante cuidado en la maquinaria, fue indispensable la supervisión de los repositores del Ballet Kirov, Viacheslav Jomakov y Elena Vorontsova, los dos bajo el ojo de águila del director de esa célebre compañía, Majar Vaziev.
De piratas y naufragios
El argumento habla de un naufragio, de los piratas encontrados en la playa por Medora y Gulnara; de Lankedem, un traficante de escalvos que secuestra mujeres para venderlas y de las maniobras para rescatarlas.
No hay quien no actúe o tenga posibilidad para exhibirse. Muy estilo Petipa, la obra mixtura interpretación para desarrollar cada personaje; bailes en los que toma aires de danzas folklóricas y populares, da a cada papel pasos según personalidades y plasma una gran cuadro hiperclásico, en el que debe mostrarse la máxima pureza del academismo.
La actuación de Zajarova deslumbra. La escuela y virtuosismo de San Petersburgo se adhiere en sus movimientos naturalmente, con un port de bras etéreo, una línea perfecta que otorga la necesaria fluidez entre expresión y tecnicismo. El arte de esta bailarina, de apenas 20 años, puede llegar a lo más sublime del clásico como transformarse en una figura que emana sutil sensualidad y extrema femeneidad. Se ve sobre todo en el segundo acto, cuando tiene lugar el Grand Pas de Trois, lo que hasta ahora aquí se conocía como dúo. El terceto está compuesto por Medora, Conrad y Alí. Ella va de uno a otro en la primera parte, lo que agrega interés por lo distinto de la conformación coreográfica. Luego vendrá su propia variación, soberbia en el punteado, y las de Alí y una nueva, la que no se veía, de Conrad. Ruzimatov, como el esclavo, da honda interpretación a lo que podría ser sólo bravura. Esta estrella del Kirov no sólo imprime enorme potencia a los pasos, sino que les da razón de ser. Ivanchenko está excelente, con porte majetuoso y depurado mecanismo.
Las estrellas locales
Luego están las grandes interpretaciones de los locales Silvina Perillo, como Gulnara, y de Leonardo Reale, como el traficante Lankedem. Precisa, luminosa, con solos de tremenda dificultad, Perillo se destacó de principio a fin, en tanto que Reale, cuando baila con ella el pas d´esclave , da impetuosidad y se lanza a una serie de pasos de pirotecnia que pocos podrían realizar. El cuadro cumbre del clásico, "El jardín animado", conjuga todo el vocabulario académico que Petipa pudo imaginar. De muy bella factura, baila el elenco femenino y chicas y chicos del Instituto del Colón en lo que es un momento mágico.
Muy vívidos estuvieron Igor Gopkalo, como Birbanto, el pirata traidor, y Pablo Desse, como el grotesco Said Pacha, así como las solistas Lila Flores, Maricel de Mitri y María Laura Matienzo en un terceto que ejecuta brillantes variaciones. Ejemplar fue todo el cuerpo de baile, indispensable para dar verdadero realce a esta saga. Gustavo Plis Sterenberg, el argentino que está en el staff estable de los directores del Mariinsky, condujo con altura y extrajo lo mejor de la Orquesta Estable. Este tercer título, gestionado por Ricardo Bustamante, director de la compañía, que acaba de renunciar, significa el broche de oro para su excelente tarea.






