
El nuevo "Hamlet" de Peter Brook
A los 75 años, el destacado director inglés aporta décadas de experiencia a la excelente recreación de los dramas clásicos
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Cuando los fanáticos del teatro se sientan a discutir puestas memorables de Shakespeare, hay una obra en particular en la que se habla más del actor protagónico que del director. Así, el Hamlet de John Gielgud y el de Laurence Olivier son considerados legendarios, mientras que versiones más recientes, como las de Daniel Day-Lewis, Ralph Fiennes y Kevin Kline también ocupan un lugar privilegiado en el ranking.
Sin embargo, en el caso del nuevo "Hamlet" que se presentó en el Theatre des Bouffes du Nord, en París, el foco de atención sufrió un cambio inevitable. Incluso antes del estreno -a fines de noviembre pasado-, la obra ya se conocía como "el ÔHamlet´ de Peter Brook".
Después de todo, el director Inglés es mucho más conocido que Adrian Lester, el joven actor inglés que encarna el protagónico. A los 75 años, Brook aporta décadas de experiencia en la "relectura" escénica de clásicos literarios y operísticos.
"Me pareció que una nueva versión concentrada de ÔHamlet´ podía renovar y traer a la superficie cosas que han quedado sepultadas, tal vez debido a nuestra gran familiaridad con la obra -declaró recientemente Peter Brook-. En todas las obras de Shakespeare hay cosas que fueron escritas para el estilo y el público de su tiempo, y que no necesariamente tienen el mismo peso en la actualidad. Debajo de la superficie suele haber una obra más pura, profunda y fuerte, que resulta más relevante hoy. Y es posible revelar esa obra si se quita delicadamente la supraestructura".
Para lograrlo, el director cortó un tercio del texto, dejando la obra en dos horas veinte sin intervalo (adiós a Fortinbras, Osric y algunos otros personajes). También reordenó algunas escenas (el famoso "To be or not to be" aparece ahora más tarde de lo dispuesto por Shakespeare).
Siguiendo la costumbre de su International Centre for Theatrical Creation, con sede en París, Brook seleccionó un elenco multicultural de tan sólo ocho actores, y pasó tres meses ensayando. Y, como siempre, su puesta es minimalista: una alfombra rojo-anaranjado, dos bancos, dos calaveras, algunos almohadones y la descascarada pared del fondo del proscenio. Es evidente que se trata de su propia "Tragedia de Hamlet", como él prefiere llamarla.
La producción es en inglés, algo poco usual en Brook, cuyo grupo de teatro experimental suele trabajar en francés. Pero, según dice, prefirió el inglés para no perder la "musicalidad" del lenguaje shakespeareano. Además, este "Hamlet" está destinado a salir de gira. Después de sus presentaciones (con subtitulado en francés) en enero en Bouffes du Nord, la producción viajará a los Estados Unidos, donde ofrecerá 14 funciones en el Repertory Theatre de Seattle (en abril); 12, en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York (mayo), y 22, en el Chicago Shakespeare Theatre (mayo-junio). Después, visitará varias ciudades europeas y asiáticas.
Tratándose de Peter Brook, nada es accidental, y sin duda no lo es su decisión de volver a hacer Shakespeare. "Estamos en un momento de muy bajo nivel de creación", admite. "En el pasado la gente ya hizo infinitamente mejor lo mismo que intentamos hacer ahora. Por eso, para preservar la cordura, el sentido de la proporción, lo mejor es volver regularmente a los grandes creadores. Lo mismo vale para pintores, escultores, músicos y arquitectos. Se pierde todo sentido de la calidad si uno queda atrapado en lo que uno mismo intenta producir."
No obstante, el hilo conductor de la carrera de Peter Brook ha sido la investigación teatral, tanto en su famosa producción de "Marat/Sade", presentada en Londres a mediados de la década de 1960, como a partir de su traslado a París a principios de los 70. "El Mahabharata", su clásico de nueve horas de duración, ofrecido a mediados de los 80 y basado en el clásico hindú, era un examen de la guerra y la supervivencia. Los temas de la cordura, la salud y la percepción fueron retomados en "L´homme qui", inspirado en "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks. Y en sus versiones de "Pelleas y Melisande", de Debussy, y de "Carmen", de Bizet, Brook se propuso deconstruir esas famosas óperas. Incluso su puesta de "Don Giovanni", creada para el festival de ópera de Provenza, logró arrojar nueva luz sobre una obra muy conocida.
Su visión del "Hamlet" -su manera de "respetar a Shakespeare", como él lo expresa- es "escuchar y explorar y excavar tan profundamente como sea posible", sin tratar la obra como una forma santificada. En realidad, dirigió una versión tradicional de "Hamlet" en 1953, con Paul Scofield en el rol protagónico. Pero una década más tarde, cuando volvió sobre la obra en colaboración con el director estadounidense Charles Marowitz, fue en un experimento a la manera del Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud, con un collage de fragmentos del texto inspirado en las esculturas móviles de Alexander Calder.
Más tarde, en 1995, con su "¿Qui est là?" ("¿Quién anda ahí"?, las palabras con las que se abre Hamlet), en lengua francesa, Peter Brook exploró una nueva dirección, poniendo en escena la manera en la que la tragedia podría haber sido interpretada por cinco de los teóricos teatrales más importantes del siglo XX: Stanislavsky, Meyerhold, Gordon Craig, Bertolt Brecht y Artaud. Usando tan sólo el 25% del texto original, la obra era presentada bajo la forma de un ensayo, y los actores representaban tanto a los personajes de Shakespeare como a los teóricos teatrales. Su nuevo "Hamlet" nació de ese experimento. Casi de inmediato, Brook eligió a Adrian Lester para el rol.
Del cine al teatro
Lester, de 30 años, es conocido en los Estados Unidos por su rol en "Colores primarios", donde encarna a Henry Burton, el fiel asistente del candidato presidencial Jack Stanton. Nacido en Inglaterra y de ancestros jamaiquinos, Lester también encarnó a Dumaine en la reciente versión cinematográfica de la comedia shakespeareana "Trabajos de amor perdidos", dirigida por Kenneth Branagh. Antes, su carrera fue casi exclusivamente teatral. De hecho Brook lo vio por primera vez interpretando a la Rosalinda de "Como gustéis", en la producción de Declan Donnellan con actores varones, cuando la obra se presentó en el Bouffes du Nord en 1994.
"Me pareció maravilloso -dice el director-. Cuando decidí hacer un ÔHamlet´ condensado, él me pareció la elección natural".
Para Lester, Brook era un nombre que había oído mencionar con respeto reverente a sus maestros de la Royal Academy of Dramatic Arts de Londres, un director cuyas puestas eran consideradas mágicas y misteriosas. "No tiene ninguna fórmula -afirma el actor con respecto a Brook-. Sólo pone en juego su gusto y su intelecto y su reacción espontánea a lo que hace un actor. Sus sugerencias nos llevan a un punto muy minimalista, a una representación muy pura de la obra. Para decirlo de otro modo, dirige como si uno fuera un gran bloque de piedra y el personaje estuviera en su interior y, como cualquier escultor, lo que hace es tallar la piedra hasta que el personaje queda expuesto".
"Quise que la obra fuera una continuación de lo que hacemos aquí" - agrega Brook-. Que se plasmara a través de la presencia de personas de diferentes culturas trabajando juntas". El elenco multicultural confiere frescura al lenguaje, distanciándolo del inglés teatral -las vocales redondeadas y los pesados acentos regionales típicos en las producciones shakespearianas tradicionales de Londres y de Stratford-on-Avon-. Brook incluso hace que el rey reciba a Hamlet con un discurso en orghast (un lenguaje inventado por el poeta Ted Hughes) y luego en griego antiguo.
Por otra parte, el elenco reducido, el decorado ascético y la intimidad de la sala del Bouffes du Nord acentúan la teatralidad de la experiencia. Brook ha perdido su interés por la escenografía: no le interesa recrear la corte de Elsinore, sino reducir la ocasión al lenguaje y las emociones.
La respuesta de la crítica ha sido cálida pero un poco burlona debido a los recortes de Brook. Le Monde habló de un "Hamlet reinventado", y el Times de Londres pronunció una advertencia: "Si se manosea mucho al Cisne de Avon, se corre el riesgo de terminar con un pato en la mano". Pero la crítica acaba reconociendo que "este "Hamlet" está innegablemente vivo".
El Hamlet encarnado por Lester es absolutamente físico, al punto de ilustrar lo que dice: se mira la mano cuando ruega: "Oh, si esta carne tan sólida se disolviera...". Y cuando le dice a Gertrude, "Mi pulso, como el tuyo, marca el tiempo con mesura", le toma a ella el pulso y luego a sí mismo. Y otra vez, antes del "ser o no ser", se toma nuevamente el pulso. De manera aún más inesperada, Hamlet abraza al espectro de su padre, y eso refleja la convicción de Brook: que toda la tragedia gira en torno de la existencia del espíritu.
A lo largo de la obra, que el director compara con el curso de una vida, su Hamlet se vuelve más oscuro, desde la reserva y la falsa locura del principio, "cuando persigue y degrada intelectualmente a la gente, castigándola, mofándose de ella", según palabras de Adrian Lester- hasta la furia y la desesperación y, finalmente, la resignación de sus últimas palabras: "El resto es silencio".
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